Diario de León

Marifé Santiago Bolaños | Escritora, doctora en Filosofía, profesora titular de Estética y Teoría de las Artes de la URJC, académica correspondiente de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce y patrona de la Fundación María Zambrano

Cuando se tiene más de un siglo

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Cuando se tiene más de un siglo hay perspectiva para contemplar los cambios, y también hay experiencia para tener criterio. Cuando se tiene más de un siglo la historia canónica ya dialoga con la historia que se ha quedado fuera de la memoria oficial. Cuando se tiene más de un siglo una constelación de nombres va señalando la luz y la oscuridad del tiempo habitado. Cuando se tiene más de un siglo se puede hacer balance e intentar definiciones. Cuando es un periódico lo que celebra cumplir más de un siglo, la perspectiva traerá el recuerdo de los primeros años del siglo XX, la intensidad del inicio, el convencimiento de que la prensa crearía geografías no delimitadas por territorios, los éxitos y los fracasos de un proyecto de vida social. Y hará recuento de los cambios que ha necesitado y necesita seguir haciendo para que no merme, ni un ápice, su responsabilidad. Lo que no se tiene no puede darse, esto es una máxima evidente que no deberíamos olvidar nunca. Por eso la prensa profesional, la que asume su función, tratará de ofrecer lo cotidiano, lo circunstancial para que devenga convivencia. Y si ese es el hacer, entonces se dará la certeza de que las personas susceptibles de ser sus lectoras sabrán que no están solas.

La prensa trajo consigo, en sus orígenes, un ágora que no habrían imaginado quienes soñaron la democracia en sus inicios. Por eso hay que proteger, hay que blindar su función. Su poder democratizador, es decir, su capacidad de enseñarnos a ser primeros entre nuestros iguales, no tenía referencias anteriores. Recordemos este hecho. Por eso pronto quienes no eran demócratas, aunque utilizaran el término, quienes temían la democracia porque, como la poesía, derrama la libertad sobre los seres humanos, aprovecharon el inmenso valor para levantar un muro contra esa libertad y hacer de tal muro una imposición. Hay medios de comunicación, periódicos, prensa que sigue haciéndolo, es bueno que estemos alerta, tal vez habría que utilizar otros términos para referirse a tales actitudes. Un periódico que cumple 115 años ha de estar en vela siempre ante la confusión de las palabras, ante esos muros de intereses espurios contra los que chocan las noticias y las desvían. Sé que el DIARIO DE LEÓN se afana para que lo que leemos en él procure una educación cívica donde la pluralidad y el disenso no signifiquen enfrentar, sino buscar aquello que une porque lo que separa no hace falta que se nos muestre. Estemos o no en consonancia con lo que se destaca. Quiero escribir esto aquí, en las páginas en las que lo felicito, con total sinceridad, por un cumpleaños.

Quiero escribirlo porque conozco, aprecio y admiro a periodistas del DIARIO DE LEÓN y a personas que colaboran en sus páginas, eso me garantiza que no me estoy equivocando en mis apreciaciones. Sé que se afanan, cada cual desde el lugar que les corresponde, para que el DIARIO DE LEÓN siga cumpliendo años y sea un referente. Y que lo haga fomentando el diálogo que exige escuchar a quienes no tienen nuestra misma voz, muchas veces incluso en el marco de las ideas y su práctica, quiero decir la ética. Tales principios exigen que señalemos, dentro de tales afanes, el papel valiosísimo de profesionales del periodismo que están trabajando para que la igualdad sea un hecho, un espejo inmenso donde vernos, como sociedad, reflejados. Cuesta tanto lograrla porque los muros que ha de sortear tienen muchos más años que este periódico. Por eso es todavía, si cabe, más de agradecer. La igualdad entre las mujeres y los hombres, el camino más fértil para que los derechos humanos crezcan y derroten la violencia en todas sus máscaras de ocultación. La igualdad que florece en justicia, en respeto, en madurez cívica. Y si me lo permiten, creo que parte del impulso, por su carga simbólica, tiene que ver con que DIARIO DE LEÓN cuida Filandón , su espacio para la cultura. Ha sido y es la vela milagrosamente encendida incluso cuando las circunstancias históricas hayan tenido momentos de tensión extrema que desarrollaban estrategias para derrotar al pensamiento. Filandón nació como adalid de la libertad, esa palabra que ya he mencionado y que con tanto desprecio se utiliza demasiadas veces. No aquí, quiero escribirlo. Cultura e igualdad. Cultura, igualdad y madurez democrática. Cultura, igualdad, madurez democrática, derechos humanos. Cultura, igualdad, madurez democrática, derechos humanos, cultura de paz. Porque tener más de un siglo y continuar en ese cometido de estar compartiendo el testimonio de un tiempo, los puntos de vista que lo trenzan, y concebir el periódico como ágora de encuentro donde, insisto, no se trata de exhibir lo que nos diferencia, sino destacar aquello que nos une en ese espacio de lo común, ha de sernos una herramienta para abandonar la frívola superficialidad en la que está prisionero una buena parte de nuestro mundo cotidiano, el que nos ha tocado habitar sin elegir. Cultura y sus sinónimos. He señalado algunos.

Un periódico que cumple 115 años ha de estar en vela ante la confusión de las palabras, ante esos muros de intereses espurios contra los que chocan las noticias y las desvían

De manera que mi contribución a este cumpleaños es, como ciudadana, un agradecer este círculo de complicidades y sentidos, donde puedo leer a amigas y amigos imprescindibles cuya palabra sabia me hace seguir aprendiendo respeto, cortesía y belleza. Donde se me invita a escribir de vez en cuando, lo que hace sentir que también mis palabras pueden contribuir a tales objetivos. Vuelvo al comienzo: cuando prensa profesional cumple más de un siglo, es que ha asumido su función y su responsabilidad democratizadoras y sabe distinguir entre lo personal y lo público, siempre en ese límite vulnerable que los intercambios estructurales imponen hoy. Y, además, nos lo recuerda por si nos decepciona más de lo soportable nuestra realidad común. Y en ese hacer, las personas susceptibles de ser sus lectoras sabemos que no estamos solas.

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