Diario de León

César de la Fuente | Director de la Cátedra de bioingeniería, microbiología y psiquiatría de la Universidad de Pensilvania (EE UU)

Espíritu aventurero de los investigadores

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Si me preguntaran qué me ha traído hasta aquí, diría que ha sido sobre todo la curiosidad, que ha ido de la mano de la suerte y la pasión. Desde la Universidad de León hasta una cátedra en la Universidad de Pensilvania, donde trabajo ahora, pasando por la Universidad de British Columbia y el MIT. En mi laboratorio investigamos, entre otras cosas, el desarrollo de antibióticos por ordenador para superar las superbacterias que amenazan a la salud mundial, pero también la utilización del veneno de las abejas como fuente de nuevos antibióticos, y el desarrollo de tests de diagnóstico asequibles capaces de detectar el coronavirus en cuestión de minutos. Multitud de líneas de investigación que persiguen un mundo mejor, capaz de enfrentarse a las enfermedades infecciosas.

Yo tuve suerte. Desde muy chico encontré mi pasión. El sentimiento de conocer lo desconocido, de entender el mundo que nos rodea. Esta pasión y curiosidad me llevó a formar parte de la primera promoción de biotecnólogos de la Universidad de León, que en aquellos años abría una nueva vía de conocimiento que se asentaba sobre la base de una trayectoria histórica en conocimiento de salud sobre todo animal, pero que adelantaba la trascendencia que tendría, y que está teniendo, el universo biotecnológico en nuestro mundo.

Mis recuerdos de aquellos años en el Campus de Vegazana son estupendos. Me viene a la mente el magnífico ambiente universitario, aquella generación de jóvenes brillantes e ilusionados y esa sensación de abrir una nueva vía con una formación, la biotecnología, entonces completamente nueva en España. También conservo el recuerdo de pasar cada día por delante de la preciosa Catedral de León con sus cristaleras multicolor camino de mis clases en el campus.

En la Universidad de León, donde además inicié mi carrera como investigador, se fraguó el deseo que siempre había tenido de adquirir más conocimientos. Al ser la primera promoción, servimos como conejillos de indias para empaparnos de los conceptos de esa intersección entre la biología y la tecnología que hoy en día es el presente y el futuro de la economía global. Sin la biotecnología no hubieran sido posibles las vacunas que emplean ARN mensajero, por poner un ejemplo reciente. La Universidad de León, sin duda alguna, demostró ser pionera al introducir la licenciatura de Biotecnología en su momento.

La sociedad tiene en su mano exigir políticas que eviten la pérdida de talento y el desaliento de los jóvenes, pero también promover vocaciones científicas

Creo que en el ámbito de la investigación es fundamental tener un espíritu aventurero y mucha pasión. Decía Miguel de Unamuno que «el fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando». Añadiría que viajar y vivir en otros sitios sirve para expandir tu universo mental. Esto me llevó a Estados Unidos a través de una beca, lo cual me permitió mejorar mi inglés, conocer otra cultura, y crecer como persona y como científico. Es fundamental animar a los jóvenes a que realicen intercambios, salgan, aprendan de otros y expandan sus horizontes. Desde luego en el campo científico, pero en general en cualquier disciplina. En ambos casos se trata de llegar a entenderse a uno mismo y al mundo, y desde ahí, con una mente abierta, explorar nuevos horizontes que permitan trabajar para descubrir y encontrar aquello que nos llene.

Junto con el espíritu aventurero, es clave ser persistente. Es una cualidad fundamental en un científico, porque la mayor parte de los experimentos no funcionan. Considero que cada experimento que no funciona no es un fracaso, sino una oportunidad para aprender.

A quienes ahora inician su formación, a los jóvenes en general, les recomendaría que fueran aventureros. Que no se conformen con lo establecido y que aprovechen cada momento. Que se tiren al vacío, hacia lo desconocido. Es apasionante poder dedicar tu tiempo a intentar explorar los horizontes del conocimiento. Por eso decía al principio que la curiosidad es fundamental en todas las facetas de la vida, no solo en la investigación.

Desde aquellos inicios en la Universidad de León y a lo largo de estos años he tenido la suerte de haber estado rodeado de gente excepcional. Hoy trabajo rodeado de un equipo de científicos brillantes, y los campos que se abren ante nosotros son cada vez más apasionantes. El futuro de la ciencia es hoy ciencia ficción y nuestra labor como científicos es aproximar esos dos mundos.

No podemos olvidar que la inmensa mayoría de los proyectos en los que trabajamos están financiados por los contribuyentes, que nos permiten hacer nuestro trabajo. Y que, más allá de que nuestro objetivo final sea el beneficio de todos, tienen también el derecho a conocer en qué estamos avanzando, cómo trabajamos, qué es aquello en lo que vivimos volcados. Es importante aproximar la ciencia a la sociedad. Para cumplir esta parte de nuestra misión como investigadores son fundamentales iniciativas como el suplemento Innova de DIARIO DE LEÓN, una apuesta semanal que desde hace años traslada a los lectores del periódico, que ahora cumple su 115 aniversario, los últimos avances en ciencia.

La vocación del periódico por trasladar a sus lectores todo este trabajo y conocimiento supone también un paso fundamental para salvar una barrera, la que ve la ciencia como una materia árida, lejana y difícil de comprender. Conseguir que cuanto se desarrolla sea comprensible para la sociedad en general es una tarea que es necesaria compartir, un esfuerzo que merece la pena desde los laboratorios y las universidades hasta las redacciones, el vehículo a través del cual se debe salvar la distancia que durante mucho tiempo ha separado el ámbito científico del interés social. Debemos acercar la ciencia al público general para mostrarla en todo su esplendor.

La pandemia que desde hace ya más de un año invade todos los aspectos de la realidad que vivimos es un buen ejemplo de cómo es más necesario que nunca que la sociedad ponga en valor la exigencia de apoyar la investigación y el desarrollo científico; que se dé la importancia que merece a la financiación y las políticas que apuesten decididamente por apoyar e invertir en la ciencia y la investigación. Sin ellas estamos perdidos y nos quedaremos sin las bases de un futuro mejor.

Vivimos un momento decisivo para respaldar e impulsar a todos aquellos jóvenes que quieran dedicar su vida a la ciencia, la investigación y la tecnología. Y es la sociedad la que tiene también en su mano exigir que se pongan en marcha políticas que no sólo eviten la pérdida de talento y el desaliento de los jóvenes, sino que apuesten decididamente por implementar las herramientas necesarias para asegurar, desde las primeras fases de la educación, que nazcan y puedan consolidarse prometedoras vocaciones científicas. Vocaciones que tienen que estar marcadas siempre por la curiosidad y la apertura de la mente. Y, por supuesto, por ese espíritu aventurero que no puede abandonar nunca a cualquier investigador inquieto.

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