Diario de León

José A. Robés | Fotógrafo y artista visual

Yo no quiero una prensa independiente

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León

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E l árbol que mueve algunos a lágrimas de felicidad, en la mirada de otros no es más que un objeto verde que se interpone en el camino…»

 

 La frase es de W. Blake. Pero, como decía Jack el Destripador, vamos por partes y aceptemos la realidad. ¿Deben de ser neutrales los periódicos? ¿Los periodistas? Ante los ojos de unos o de otros un árbol puede producir sensaciones diferentes, miradas diferentes y, por tanto, impresiones diferentes. A partir de ese momento comienza la falta de neutralidad. Los medios no son neutrales, en realidad no tienen por qué serlo, porque no es posible. Yo tampoco soy neutral, ni pretendo serlo al escribir este artículo, tampoco en el proceso de elección de una foto u otra para ocupar un espacio expositivo; en ese momento ya estoy tomando partido y posiciones.

Redactores y fotógrafos somos responsables de la noticia que llega al lector. Desde el momento en el que el fotógrafo selecciona una de sus imágenes ya podemos hablar de manipulación, así lo creo. Un fotógrafo, como un redactor, es un notario, pero ambos parten de una mirada que en realidad hace que no sean neutrales. En el simple proceso de selección el autor nos traslada su percepción de la noticia, su juicio. Ambos somos víctimas y verdugos de un poder a veces casi invisible.

La relación entre el poder y la prensa, entendido el primero como una conjunción complementaria de la economía y la política, es tan vieja como viejos son sus protagonistas. Desde los inicios mismos de la prensa, o de la fotografía en sus manifestaciones más primarias, se fueron conformando sus relaciones, casi siempre difíciles y contradictorias con los círculos del poder, un peso que va más allá de la primera manipulación que los autores iniciamos.

La invención de la imprenta por Gutenberg significó un gran impulso para la divulgación de la palabra escrita y las imágenes publicadas y generó, como era de esperar, las reticencias y resistencia de los mandatarios del momento, que se interesaron por poner bajo su control y limitar los alcances de aquel invento tan novedoso como sospechoso.

Unos siglos más tarde, Napoleón Bonaparte no dudó al momento de expresar sus deseos de gobernante absoluto y poner en claro sus pretensiones de control sobre los periodistas de la época. «La libertad de prensa debe estar en manos del gobierno, la prensa debe ser un poderoso auxiliar para hacer llegar a todos los rincones del imperio las sanas doctrinas y los buenos principios», dijo el emperador. Hoy seguimos con el mismo debate. 

Cuanto más independientes parezcan nuestros espacios expositivos, mayor será la tentación del poder por controlarlos y ponerlos a su servicio

Cuando existe un conflicto en la sociedad cualquier información va a ir en una dirección u otra; pero siempre favorecerá a un bando en detrimento del otro. Incluso cuando se decide no hablar o no poner una foto, también estamos escogiendo y dando prioridad a una noticia sobre otra. Callar ante un conflicto también es elegir o manipular. Lo que fotógrafos, periodistas, pintores, poetas, etcétera,  «decidimos» por naturaleza es, en esencia, contradictorio. Cuanto más independientes parezcan nuestros espacios expositivos, mayor será la tentación del poder por controlarlos y ponerlos a su servicio. Esa lucha constante entre la vocación de denuncia y el afán del secreto, caracteriza siempre, en última instancia, la relación entre el poder y los que tenemos una ventana o púlpito.

Elige tu periódico conservador o progresista, detrás de cada elección, siempre están los mismos. Y ellos sí pueden afirmar que no son ni de derechas ni de izquierdas, porque su única ideología es el dinero, el poder.

Dicen que los ciudadanos cada vez confían menos en los medios, o en el poder de la imagen, pero la realidad dista mucho de esa afirmación. Cada vez consumimos más y nos dejamos influenciar con mayor facilidad porque nos han hecho creer que somos libres y tenemos elección; porque pensamos que cada vez estamos más y mejor informados, y tengo mis dudas.

Ojalá Vázquez Montalbán se equivocara cuando sentenció que el periodismo era «esa extraña profesión que aglutina a supermanes y a oficinistas, a políticos y a campeones del juego de los chinos». Hoy, más que nunca, la frase de William Hearst que inmortalizó Ciudadano Kane  adquiere sentido: «Noticia es toda aquella información que alguien no quiere que se publique, todo lo demás es publicidad»,

Pero hoy estamos de fiesta, seamos menos críticos y pongamos nuestra mirada en datos un poco más positivos. El DIARIO DE LEÓN sopla velas y, como en todo cumpleaños, los lectores le deseamos larga vida y... compromiso. Yo le deseo que los próximos 115 años impere la ética periodística. Pero también tomando partido ya que, si no lo tomamos, otros lo harán por nosotros. 

Le deseo que la veracidad sea el faro a seguir. Que el camino sea trabajar con el rigor y la minuciosidad que antaño se enseñaba en las escuelas de periodismo. Que la edición impresa no pierda fuelle en el quiosco y no sea un click el enlace hacia un sensacionalismo barato. Que nuestro DIARIO DE LEÓN cumpla 115 años es una excelente noticia. Mas aún cuando el decano se ha convertido en una cabecera de referencia que se identifica con aquellos valores, intereses y estilos de vida con los que nos reconocemos los leoneses. 

La historia en este siglo podría resumirse en las casi 50.200 portadas de este periódico que vivió una guerra, injustamente fue sometido por el franquismo a la competencia desleal de la Prensa del Movimiento, que en León tuvo su expresión en el diario Proa , vivió la era espacial, el incendio de la Catedral, la muerte del dictador, el fallido golpe de estado, la Transición, el nacimiento de las autonomías, el hundimiento de Riaño, la sangría del carbón, la guerra de Irak, las Torres Gemelas, vio como un leonés se instalaba en la Moncloa y actualmente informó sobre una pandemia, 

Son muchas las cosas positivas que pueden decirse del DIARIO DE LEÓN pero me gustaría destacar dos: su capacidad de innovar y adaptarse al sentido del tiempo. Esta capacidad se ha hecho patente a lo largo de su historia, su apuesta inicial por hacer un periódico popular y de calidad que recoge el mejor periodismo del siglo, que combina el rigor con la proximidad, dando voz a todas sus comarcas y, por lo que me toca y el acercamiento que siempre he sentido, por la cultura.

Y desde el terreno más emotivo quiero destacar su cercanía, la cercanía que te produce el periódico con el que creciste. Es como leer la partida de nacimiento, es como volver a casa y encontrarte en la mesa un cocido maragato, un botillo del Bierzo, una morcilla de León, una sopa de truchas del Órbigo y unas mantecadas de Astorga sobre el mantel. Porque el DIARIO DE LEÓN es sobre todo cercanía. Porque el DIARIO DE LEÓN es uno de los nuestros.

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