Diario de León

El 11-S como inicio y fin de la guerra de Afganistán

EE UU conmemora los ataques que el 11 de septiembre de 2001 cambiaron la historia en medio de la derrota en Afganistán y buscando un nuevo equilibrio mundial

Jóvenes afganas a favor de los talibanes ayer, en la Universidad de Educación en Kabul. STRINGER

Jóvenes afganas a favor de los talibanes ayer, en la Universidad de Educación en Kabul. STRINGER

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Las estanterías de la librería Faizi recogen la historia de Afganistán en los últimos cuarenta años. Ése es el tiempo que lleva abierto el establecimiento más antiguo del mercado de libros de la capital. Después de ser soldado en la época del presidente Mohamed Najibulá y hacer sus pinitos como actor, Daud Faizi, su propietario, recogió el testigo de su padre y rodeado de 100.000 títulos ha sido testigo en este pequeño templo de la literatura de la retirada del Ejército Rojo, la guerra civil entre muyahidines, el primer Emirato talibán, la invasión estadounidense de 2001 y, ahora, la vuelta de los islamistas.

El 11-S le sorprendió en la librería y «lo primero» que pensó fue que «Estados Unidos había perdido el control interno del país».

«Nunca se me pasó por la cabeza que aquello fuera el inicio de una guerra en mi país». Esa sensación de sorpresa al ver que los misiles norteamericanos llegaban a Kabul pocas semanas después solo es comparable con el shock que ha causado la vuelta de los talibanes tras dos décadas de guerras.

Afganistán vivió un aniversario del 11-S con la sensación de volver al pasado, con la sensación de que se cerraba un círculo. Veinte años después de que Al-Qaida declarara la guerra a Estados Unidos con el ataque a las Torres Gemelas, los mismos talibanes que dieron cobijo a Osama Bin Laden, cerebro de los atentados, están en el poder y controlan más territorio que el que nunca lograron copar entre 1996 y 2001.

Tras anunciar a lo largo de la semana que el 11-S sería el día para la investidura del nuevo Gobierno interino, finalmente no hubo ceremonia oficial de ningún tipo y la jornada discurrió con esa mezcla de aparente normalidad y desconcierto que invade al país desde que el 15 de agosto, tras una ofensiva relámpago en la que no hubo apenas oposición, los talibanes declararon el Emirato.

Sin ceremonias

«No hacen falta ceremonias. Hemos ganado la guerra y los estadounidenses lo saben. Ahora tenemos que trabajar para acabar cuanto antes con la crisis económica y convencer a la gente de que se quede», confiesa a este enviado especial el nuevo alcalde de la capital, mulá Hanan Haqqanis.

En esta fecha simbólica más de cien medios extranjeros figuran en el registro de un Ministerio de Cultura y Información de Kabul, que informó a todos los reporteros de la prohibición de acercarse al aeropuerto internacional, grabar o fotografiar posiciones militares, viajar al Panjshir, debido a que «los combates no han terminado y es inseguro», y cubrir «manifestaciones ilegales». El permiso escrito de este ministerio es imprescindible para trabajar y si se sale de Kabul hay que pedir nuevos salvoconductos en cada provincia. Los pocos funcionarios del antiguo Gobierno que acuden a sus puestos de trabajo viven ahora en una especie de administración paralela establecida por unos islamistas que cuentan con sus propios equipos en cada departamento.

En el Emirato no hay permiso para cubrir movilizaciones de protesta contra los talibanes, pero el nuevo régimen sí organizó una reunión de unas trescientas mujeres en un salón de actos de la Universidad de Kabul que acabó con una minimarcha de apoyo a los talibanes en una calle vecina.

En lugar del burka que se asocia a Afganistán, las jóvenes iban cubiertas con niqabs negros de la cabeza a los pies, con las caras tapadas y guantes en las manos. Fue una especia de recorrido de espectros por la mañana de Kabul que anunciaba el camino que las nuevas autoridades quieren que sigan las universitarias. Unas mujeres a las que ya se ha prohibido hacer deporte y que no tienen representación en el nuevo gabinete.

La gran duda para todos es el futuro que le depara al país con los talibanes.

Los libros sobre los señores de la guerra, sobre Ahmed Sha Massoud, Abdul Rashid Dostum o Mohamed Fahim son historia. Los mulás de los talibanes pronto tendrán los suyos para narrar el presente, pero en este país no hay autor que se atreva a hablar del futuro.

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