Diario de León

«La actitud determina el resultado»

aitor ciscar

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rosa palo

Aunque siempre quiso ser dueño de su propio destino, Carlos Oliveira no se empleó a fondo en ello hasta que, tras la muerte de su primera esposa, se replanteó sus prioridades y comenzó a interesarse por el ‘coaching’, primero para aplicárselo a sí mismo y, después, para ayudar a los demás. Utilizando los conocimientos adquiridos en su carrera como alto directivo y empleando términos empresariales, en su libro Elige vivir expone un plan de acción para profesionalizarnos en la gestión de nosotros mismos. Más práctico que teórico, durante la entrevista me propone hacer un pequeño ejercicio para demostrar la importancia de controlar nuestros pensamientos. Lo demuestra.

—¿En qué se diferencia su libro de otros manuales de autoayuda?

—La primera en que yo soy el vivo ejemplo. Esa metodología la escribo a raíz de aplicarla conmigo mismo y con más de 500 directivos con los que he ido trabajando. Es un atajo que va a acelerar muchísimo tu cambio. Además, es un libro muy aterrizado, bastante más que otros muchos que hablan de pajaritos y flores y el kumbayá y tal. Esto va de transpiración, de enfocarte en hacer las cosas bien y de ese ejercicio de introspección real que es preguntarse: «y yo, ¿qué quiero hacer con mi vida?». Y combina dos cosas importantes: una parte teórica de entenderte y buscar tu propósito, y otra parte muy práctica de venga, remángate y ve a por ello. Si no, te quedas siendo un teórico de ti mismo y no vale para nada.

—Dice que trabaja con altos directivos. ¿Los ejecutivos han dejado de ser agresivos?

—Pues sí, claramente están mucho más humanizados. Hay cantidad de empresarios muy afamados y muy ricos que han heredado una empresa sin que les hayan dado a elegir, y se dicen «tengo que ser el súper hijo de no sé quién y hacer esto, pero yo quería ser pintor». Una vez que lo descubres, lo importante es cómo vas moviéndote, pero sin hacer locuras. Yo no digo eso de si no te gusta tu trabajo, abandónalo. No, no hagas tonterías, pero cambia, no te quedes donde estás.

—Sin tener que enfrentarte radicalmente a todo lo que te rodea.

—Correcto. Yo soy poco de maximalismos, es decir, por qué no puedes ser un ejecutivo pintor, por qué tienes que elegir. Tu cerebro te lleva a esas dicotomías, a esas elecciones, pero no es real, porque puedes compatibilizar las dos cosas. Siempre hablo de la metáfora del Kinder Sorpresa. El verdadero ‘insight’ es que no te obliga a elegir: es regalo, es chocolate y es un juguete. Es un tres en uno, por eso se vende tanto.

—Algunos, sobre todo los más jóvenes, tienen un panorama tan negro ante sí que optan por la inacción.

—Estamos en una corriente donde se juega muchísimo con la parte emocional, y acabamos creando una generación de víctimas: como yo nunca podré no sé qué, para qué voy a pelear. No se puede tirar la toalla antes de empezar el partido porque, al final, la actitud determina el resultado: hablo en el libro de actitud permanente de conquista, o de actitud L’Oréal, porque yo lo valgo. Hay días en los que me levanto y no me apetece, pero digo «¡venga, Carlos, pa’lante!», y hago lo que sea por motivarme porque eso va a determinar mi resultado. Yo no sé dónde va a estar la siguiente persona que me contrate, pero aparece si tengo esa actitud. Te sorprenderían los sitios inverosímiles donde he acabado teniendo clientes y grandes amigos.

—Está todo el día con el radar puesto a la espera.

—De eso se trata, porque tú eres un producto. Tú trabajas para Rosa S. L., y tienes que estar siempre preparada. Cuando hago coaching a gente que está buscando trabajo les pregunto: «oye, ¿pero tú te contratarías?», y muchos me responden que no. Pues mal vamos. Lo primero que hay que trabajar es la autoestima. Hay gente que me dice «no, es que me da vergüenza llamar, no quiero ser pesado». Y le digo: «a ver si te das cuenta de que lo mejor que le va a pasar a la otra persona es poder contratarte». El día que tú tienes esa mentalidad cambia la percepción.

—Pero trabajar la autoestima no es fácil.

—Nada fácil. La definición de felicidad que más me gusta es la ausencia de miedos. Cuando trabajo con la gente, el 90% del proceso es gestión de miedo y gestión de autoestima. Y lo que le sienta fatal al miedo es que le pongas luz y lo desarmes racionalmente. Por tanto, en la medida en la que tú controles lo que entra en tu cabeza, controlas el pensamiento y las posibilidades. Esto es fundamental, porque esos miedos alimentan tu subconsciente.

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