Diario de León
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León

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alfonso garcía

Con dieciséis años. David pasa un mes de vacaciones con su madre. El otro, con su padre, precisamente en el que se desarrollan los acontecimientos aquí narrados. Si de niño lo pasaba muy bien en el pueblo gallego O Con de Saínza —no olvide este nombre el lector—, este año parecía que el aburrimiento estaba asegurado. Seguramente, entre otras razones, porque él, tan enamoradizo, estaba perdido por Andrea, compañera de instituto. Pero resulta que David se confundió. En lo del aburrimiento. Salió el primer día a dar un paseo hasta el Cementerio de Barcos, un antiguo astillero abandonado. ¿Acaso allí «vivían los espíritus de los marineros ahogados en el mar», según sostenían algunos o la leyenda? Cerca encontró, de forma un tanto accidentada, a Lucía, que hacía una semana que acababa de romper con su novio, Lito, «un machista controlador y un chulo», hijo del cacique del alcalde, cuya saga era prolongada.

David estaba enamorado de Lucía, a pesar de los altibajos y las reacciones confusas. A esta sensación o realidad amorosa adolescente se une un nuevo elemento que va a clarificar muchos asuntos y a cambiar drásticamente las cosas del pueblo: los tribunales daban el visto bueno a la construcción de un hotel en «un espacio virgen y salvaje». Pero… No desvelamos el final. Sí la sensación de vértigo, de suspense y aventura que se intensifica a partir de ese momento y que lleva al lector a un final sorprendente y lleno de emoción.

Una forma muy atractiva de contar la historia, que dota a la prosa de un ritmo rápido y envolvente a través de breves capítulos que alternan la narración con el «Diario de Piscis», manuscrito, en el que Lucía anota «sus pensamientos más íntimos, sus preocupaciones y, sin duda, sus miedos». Una historia muy bien concebida, en la que se entrecruzan otras, provocando el suspense, la intensidad y el interés.

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