Diario de León

Trazos espirituales

Un año de noches, soledades y versos

l Adolfo Alonso Ares presenta un libro joya en el que sus pinturas ilustran la primera parte del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz

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León

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El Instituto castellano y Leonés de la Lengua acaba de editar un libro objeto en el que el arte poético de Adolfo Alonso Ares ilustra la primera parte de El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. A través de sus bestias sagradas, Alonso Ares consigue convertir cada verso del místico en una pieza artística en una edición joya numerada que permite al lector acercarse a la obra del autor renacentista a través de una experiencia total. Destaca Adolfo Alonso Ares que San Juan de la Cruz califica la mística de revelación. «Juan une el alma con Dios y con los universos eróticos en los que también se sienten las cosas de Dios», precisa. El también poeta subraya que la razón para ahondar en El Cántico Espiritual no está tan sólo en la emoción que le provocan sus versos — «menoscaban el saber de los teólogos»— sino en el hecho cierto de que la mística de Juan de Yepes «late en el saber esotérico, en la poesía escrita en clave, en las uniones estáticas, en la poesía que traspasa muros y cortapisas ya que se manifiesta en la superioridad mística con respecto a la teología».

El escritor maragato interpreta a Juan con el convencimiento de que el religioso nunca pensó en publicar sus obras sino que las escribió, desde su intimidad, para ser leídas solamente en la intimidad. «Seguramente, ni siquiera Teresa leyó sus escritos y eso me motivó ante la posibilidad de interpretar el mundo que había nacido en mí cuando leí El Cántico espiritual». Alonso Ares, estudioso de la obra del poeta abulense, subraya que en estos poemas late la que califica como lujuria espiritual o lujuria de principiante, que a su modo de ver consiste en «levantarse y caer» y que desaparece en Noche Oscura del Alma.

Adolfo Alonso Ares. DL

El profundo conocimiento que tiene el poeta de la obra y la vida del místico le permite intrepretar como nunca se ha hecho antes muchas de las cualidades del fraile. Destaca Alonso Ares que Juan de Yepes fue el modesto hijo de Catalina y Gonzalo. Se crió en un ambiente familiar humildde y su temparno contacto con el sufrimiento —trabajó en el hospital de (bubas) sífilis y otras enfermedades contagiosas— le llevaron a adoptar desde muy joven una perspectiva ‘alternativa’ de la vida. «Sufrió las intrigas de los propios frailes de su orden carmelita y ni siquiera tuvo reconocimiento de sus propios hermanos, hasta el punto de no publicar nada en vida ni crear esscuela». Sin embargo, el escritor explica que Juan fue uno de los poetas más leídos por los alumbrados. «Se movía en un combate desigual y muchas cosas de las que escribía eran interpretadas por frailes sin estudios a los que llegaba a escandalizar y que incluso le denunciaban», detalla.

Adolfo Alonso Ares defiende que hay tantas maneras de leer a San Juan de la Cruz como personas dispuestas a leerlo y explica que su poesía está escrita en clave, es oscura y compleja

El poeta y pintor llevaba años pensando cómo abordar esta empresa. Lo hacía mientras contemplaba los lugares que Juan frecuentaba y, por supuesto, con las sucesivas lecturas de El Cántico Espiritual. «Lo pensé probando entender la nada, nada, nada de San Juan, concibiendo su ambiente islamizado, conociendo La Moraña y participando de la sencillez de esa tierra, inmiscuyéndome en su tiempo», recita. Y añade Alonso Ares que lo hizo a lo largo de más de un año y solamente durante la noche.

La elección de los versos que acompañan las pinturas no fue baladí. «Los decidí por su profundidad, por su dificultad para entenderlos, porque los versos del Cántico espiritual ritualizan una escena erótica que tiene algo que ver con el Cartar de los Cantares. Porque la poesía es viva y rotunda, porque exprime al lector y lo sumerge en universo lleno de imaginación», resalta.

Añade que durante años había leído el poema despacio y había llegado a entender solo un poco, «esa nada de la que hablo y que copa su misterio» y destaca que es una obra que invita al amor sin interés y sin segundas versiones: «Contradicen la virtud teologal de la Esperanza y hurgan en Dios. Porque son versos tocados por la melancolía, que incitan a la tentación y abrazan la belleza».

La vida de San Juan de la Cruz es una película llena de enigmas: «Su hermano Francisco fue un pícaro que aprovechaba a Juan para enriquecerse», dice Alonso Ares a modo de ejemplo, y destaca que una de sus mejores amigas fue la carmelita Ana de Jesús, a la que llamaban ‘Capitana de las Prioras’ y ‘La Reina’. A ella fue a la que Juan regaló El Cántico Espiritual y ella quien decide publicarlo cinco años después. «Me gustaría entender a Juan como seguramente lo entendieron algunas novicias del monasterio de Beas del Segura, como lo hizo Francisca de la Madre de Dios, Isabel de la Trinidad o Catalina de San Alberto», ilustra el poeta, que subraya que todas ellas le vieron traspuesto «y hablando con él entendieron mejor lo que escribía». «Juan era un espíritu libre que entendía la impecabilidad. Es el poeta que sabe que para llegar a ser todo hay hacerse nada. Es el poeta de las nadas. Ese es al Juan de Yepes al que intento entender cuando leo sus obras», precisa.

Adolfo Alonso Ares defiende que hay tantas maneras de leer a San Juan de la Cruz como personas dispuestas a leerlo y explica que su poesía está escrita en clave, es oscura y compleja. «La interpretación de las figuras que contiene han sido explicadas de cientos de modos diferentes y nunca ha habido acuerdo», dice. El artista explica que él es hijo adoptivo de su pueblo, Fontiveros, escenario al que acude todos los años para leer los versos de Juan en el escenario en el que nació. «Cuando le leo imagino sus paisajes de infancia y paisanajes. Reflexiono como lo hicieron sus lectores alumbrados y lo leo con el interés con que lo leía la Capitana de las prioras. Lo leo mentalmente, como plegaria silenciosa, porque él creía que el silencio es la cara oculta de Dios. Hay que leerlo hablando con él. Despacio». Por esta razón, Alonso Ares ha dibujado las cuarenta liras del Cántico durante las noches, porque de esa manera entendía mejor su mundos silenciosos.

Adolfo Alonso Ares ha realizado las pinturas con tinta negra, acrílico y vino tinto. Destaca que la tinta ha sido dolmen de escritura a los largo de los siglos y de las diferentes culturas y precisa que los colores se encuentran en la naturaleza y la transforman continuamente. «Ofrecen libertad, y entendí esa libertad como libertad de espíritu, que era la expresión que en tiempos de San Juan se usaba para aludir a la doctrina de la impecabilidad», manifiesta. El poeta deja claro que ha realizado la obra desde la más absoluta libertad interpretativa. «Los colores simbolizan lo que puedo imaginar, lo que puedo recrear leyendo versos intimísimos. Pinto con el vino que procede de los lugares oscuros. El que la vid extrae del interior de la tierra. El líquido que vivió oculto y renació en una planta que brota en primavera», dice.

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