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Apagón sideral

La Nasa desconecta a Spitzer, el primer telescopio capaz de captar la luz de un exoplaneta y atisbar los límites del universo, después de 16 años de funcionamiento

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Miguel Lorenci | Madrid
León

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Las imágenes de extraordinaria belleza que captó le granjearon el apelativo de ‘artista del espacio’. Pero tras más de tres lustros de observación del espacio profundo, la Nasa desconecta a Spitzer, el primer telescopio capaz de captar la luz de un exoplaneta y atisbar los límites del universo. Diseñado para durar hasta 5 años, Spitzer llevaba 16 escudriñando los confines galácticos más lejanos y ayer transmitió por última vez datos al centro de control de la Agencia Espacial Estadounidense. Sus creadores cegaban su potente y sideral mirada y privaban de su paleta y sus pinceles de píxeles a este Da Vinci galáctico, cazador de más de 36 millones de subyugantes imágenes de 800.000 objetivos espaciales.

Fue el primer telescopio que detectó la luz de un planeta fuera de nuestro sistema solar. Su legado científico se mantendrá vivo gracias al Archivo de Datos de Spitzer, su portentosa base de imágenes. Casi 9.000 artículos sobre sus descubrimientos fueron mucho más lejos de lo que soñaron sus diseñadores. Muchos de los hallazgos de una misión que costó unos 1.300 millones de euros se estudiarán a partir de ahora mediante el telescopio espacial James Webb, casi un millar de veces más potente que Spitzer, y que se lanzará en 2021. El ingenio desconectado ayer tomó su nombre como homenaje al astrofísico Lyman Spitzer, experto en gas interestelar. Se lanzó el 25 de agosto del 2003 desde el Centro Espacial Kennedy y fue el último de los cuatro grandes telescopios puestos en órbita por la Nasa, que encargó a cada uno de estos potentes centinelas galácticos observar un tipo diferente de luz. Sus tres hermanos mayores fueron el telescopio espacial Hubble, el observatorio de rayos gamma Compton y el observatorio de rayos X Chandra.

Spitzer se diseñó para detectar la radiación infrarroja, principalmente calorífica, lo que permitió examinar regiones vedadas a los telescopios ópticos. Su poderosa mirada infrarroja pudo observar objetos de tenue luminosidad, bien por hallarse a millones de años luz, bien por haberse enfriado, como las enanas marrones —estrellas fallidas—, los exoplanetas y algunas moléculas orgánicas que podrían encerrar el secreto de la vida en otros planetas. Entre sus descubrimientos más fascinantes, un enorme y casi invisible anillo alrededor de Saturno y los siete los planetas rocosos del tamaño de la Tierra que orbitan Trappist-1.

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