Diario de León
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León

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josé enrique martínez

Un uno de junio, jueves, de 1972, Gilberto Núñez Ursinos puso voluntariamente fin a su vida. Hace ahora cincuenta años. Tenía el poeta treinta y siete cumplidos y entraba así en la extensa nómina de los poetas suicidas. Detrás del suicidio habita el misterio. La vida y la muerte del suicida serán ya para siempre una inquietante interrogación. En el caso del poeta lo que permanece es su obra. En el caso de Ursinos, desde el primer momento se abogó por la recopilación y publicación de sus escritos en la doble vertiente de la poesía y el cuento.

No me consta que los diferentes intentos de edición se hayan consumado, a pesar de los empeños tempranos de revistas como «Aquiana» y «Villafranca». Es verdad que a Ursinos se le tuvo en cuenta en obras como «Ciudad de los poetas», antología de los ligados a Villafranca, concretamenteo Crémer, González Alegre, Pereira, Gamoneda, Mestre y Ursinos. Allí se recogían treinta composiciones de nuestro poeta. Villafranquinos como Pereira y Mestre le recordaron siempre con cariño y fervor en sus escritos. En el «Filandón» del 6 de octubre de 1991, Mestre manifestó que la muerte de Ursinos significó para él «la orfandad, la casa deshabitada, la primera ruina». En 1996 ganó Ursinos el premio González-Alegre con la colección de poemas titulada «Geografía incompleta» que publicó «Tierras de León» en 1971. Ahora, con motivo del cincuentenario de la muerte del poeta, la Fundación Antonio Pereira reedita esta meritoria «Geografía incompleta». ¿Qué podemos decir tras la relectura de estos poemas?

Gilberto Núñez Ursinos era un berciano de cuerpo y alma. No podía lanzar su cuerpo por caminos que no fueran bercianos ni asomarse a su propia alma si no era en el desamparo o en el fervor de un Bierzo vivido, sentido y cantado. La poesía de Ursinos no se despega de la tierra y no entiende de ciudades, sino de pueblos y campo. En su corazón crecían sierras y ríos, castaños y robles, vino y centeno, horizontes de lunas y de montes.

El hombre de sus poemas es el que cultiva la tierra, el campesino berciano; pero el poeta aspira también a un más allá revestido de anhelos y de miradas a las estrellas. «Asceta por destino», como se define, encontró en el árbol el símbolo de lo que se nutre de la tierra pero se eleva al cielo: «Tiene la tierra / un ala liberada y volandera», escribió Ursinos, cuya voz torturada busca desentrañar el alma de su tierra, de ese «Bierzo irredento» que cantó en sus poemas.

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