Diario de León

Asesinan a David Beriain, que fue corresponsal de Diario de León

El periodista navarro y su compañero el cámara vasco Roberto Fraile fueron atacados por terroristas en Burkina Faso, donde rodaban un documental sobre caza furtiva

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Publicado por
Mikel Ayestarán
León

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Fue el primer corresponsal de guerra de Diario de León. Desde los escenarios más violentos, en Irak y Bagdad, el periodista navarro David Beriain enviaba espléndidas crónicas que permitían conocer a los protagonistas de conflictos a miles de kilómetros de León. Beriain y Roberto Fraile, ‘el artajonés universal’ y ‘el león de Babilonia’, formaban una pareja de baile perfecta para trabajar en la línea del frente y, sobre todo, eran dos buenos tipos. Roberto, siempre pegado a su cámara y su paquete de tabaco. «¿No lo habías dejado?», le tomaba el pelo cada vez que se encendía uno. No, nunca lo dejaba.

Hablaba muy poco, grababa mucho y tenía una calma inusual para desenvolverse en ambientes hostiles. Durante años combinó un tranquilo trabajo como cámara de la televisión regional en la delegación de Salamanca con su pasión por el reporterismo en primera línea y en lugares calientes. Esto le llevó a Irak en 2003, a Afganistán y a otros lugares hostiles, en aquellos días en compañía de su amigo Roberto Lozano, director vallisoletano con quien grabó películas como ‘Los ojos de la guerra’, que se estrenó en 2011. Los silencios de Roberto los llenaba David, con su fuente inagotable de anécdotas, su pasión desbordada y ese tono solemne que se le había puesto desde que se había dejado barba ‘talibán’, un auténtico talibán del periodismo nacido en Artajona. En esa película, Lozano y Fraile nos juntaron a David, Hernán Zin, Gervasio Sánchez y a un servidor y nos acompañaron a cada uno a una cobertura.

Con David y el fotógrafo Sergio Caro viajaron hasta Afganistán, con Zin a Congo, con Gerva a Bosnia y conmigo a Irak durante las elecciones de 2010. En ese viaje Roberto se ganó el sobrenombre de ‘león de Babilonia’ por los enormes ronquidos que emitía cada noche en su habitación del destartalado Hotel Palestina. Una tarde un coche bomba explotó no muy lejos del hotel. La explosión hizo temblar los cristales. Yo, ‘segurola’, quería quedarme unos minutos antes de salir porque a veces la primera explosión es un cebo para atraer a gente y luego llega una segunda. Roberto no podía aguantar ese retraso, quería salir pitando a la escena de la tragedia y grabarlo. Creo que se fumó un cigarro por cada minuto que pasamos en el lobby antes de salir disparados.

Con el paso de los años, nos fuimos encontrando en distintos escenarios como Beirut, tras el estallido de la guerra en Siria. Desde la capital libanesa yo cruzaba la frontera para ir a Damasco, a la zona bajo control del régimen. Roberto cogía mi chaleco y mi casco, mucho más ligeros que los suyos, y entraba de forma ilegal al país para cubrir frentes como el de Homs. Hacía las coberturas más increíbles y lo hacía como ‘freelance’ puro y duro, sin tener asegurado un cliente a quien vendérselo. Quería estar allí, en mitad del follón, a una distancia que su ojo pudiera captar y tener las imágenes que nadie tenía. En el invierno de 2012, cuando estalló el frente de Alepo, fue uno de los primeros en plantarse en la disputada ciudad vieja para grabar los enfrentamientos entre el Ejército y los opositores armados. En esa cobertura se salvó de milagro cuando resultó herido por metralla. Le evacuaron de urgencia a un hospital turco y, cuando le dieron el alta, viajó a España a pasar la Navidad en Salamanca con su mujer y dos hijos.

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