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Atapuerca: la evolución del botijo al georradar

Se cumplen 20 años de la declaración del yacimiento como Patrimonio de la Humanidad y, el año próximo, cuatro décadas de unas excavaciones que comenzaron sin apenas tecnología

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Pedro Sedano
León

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Hoy se conmemoran los veinte años de la declaración de los yacimientos de Atapuerca Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y en 2021 se cumplirán cuarenta años de trabajo de los tres codirectores —Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro— que llegaron a los yacimientos «con poco más que un botijo de agua y un bocadillo» y en los últimos años utilizan las últimas tecnologías, como el georradar.

Bermúdez de Castro resume así, en una entrevista con la Agencia Efe, la evolución de unos yacimientos a los que llegaron siendo unos jóvenes investigadores con mucha ilusión y pocos medios para trabajar en algo que «en Europa estaba en pañales», como es el estudio de la evolución humana.

«La ciencia española estaba bajo mínimos cuando asumimos la dirección de los yacimientos por decisión de Emiliano Aguirre y, desde el principio, decidimos trabajar en el plano de la ciencia y desarrollar en paralelo un proyecto de divulgación científica que ha demostrado ser un éxito», afirma Bermúdez de Castro. Tanto en la etapa de Emiliano Aguirre como en los primeros años de los tres codirectores actuales había «resultados interesantes» en Atapuerca, pero todavía no permitían adivinar «la grandeza» de este complejo de yacimientos, donde cada verano llegaba un reducido número de científicos a trabajar con más voluntad que medios. Como ocurre en ocasiones con los grandes descubrimientos, también la suerte jugó su papel, primero porque se excavó una trinchera para que pasara un ferrocarril minero y quedaron al aire los yacimientos más emblemáticos de Atapuerca, como los del Elefante o Galería. Otro factor que resultó ser clave fue el hecho de que los yacimientos quedaran dentro de la Base Militar ‘Cid Campeador’, lo que permitió garantizar su seguridad frente a posibles expolios y abrió una vía de colaboración con el Ejército, que casi desde el principio ayudó al equipo de investigación, con abastecimiento de agua mediante cisternas o el apoyo con generadores eléctricos.

«En los años 80, Emiliano Aguirre ya anunció que Atapuerca sería un referente en el estudio de la evolución humana, pero las autoridades aún no veían la relevancia que podía tener y se limitaban a dar permisos y alguna pequeña ayuda para poder excavar», recuerda Bermúdez de Castro.

Sin embargo, lo que se sembró en los años 80 dio fruto en los 90, cuando se encontraron restos de lo que parecía ser un tipo de homínido no clasificado, el Homo Antecessor, y aparecieron los restos de homínido más antiguos de Europa, además de otros hallazgos relevantes.

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