Diario de León

«¡Ay! si pudieras quitarte las gafas y verte la carina»

Una sanitaria asturiana contratada en el Monte San Isidro por el Covid-19 vive a sus puertas en una furgoneta desde marzo; confiesa que le ha dolido la soledad de los mayores ingresados

Brenda Cabo Díaz, en la furgoneta que usa como residencia en León. MARCIANO PÉREZ

Brenda Cabo Díaz, en la furgoneta que usa como residencia en León. MARCIANO PÉREZ

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«Pero, ¿de dónde me llaman?». Cuando la asturiana Brenda Cabo Díaz descolgó el teléfono un día de finales de marzo, en su casa de Tineo, lo que menos esperaba era que le ofrecieran un contrato para León a trabajar en el Hospital Monte San Isidro, que se había llenado de pacientes con Covid.

«Pensé que era el Huca», señala. Hacía tiempo, cuando sacó el título de Tcae, se había inscrito en la bolsa de León, pero nunca actualizó los méritos. «Bajó tanto la lista que llegaron a mí», comenta. Dijo que sí a la primera. «En Asturias estaba afectando menos la pandemia, se organizaron de otra manera y no era previsible que me llamaran».

Dejó su trabajo en un centro intergeneracional privado. Se subió a la furgoneta y en una hora y 20 minutos estaba en León. Hay gente en Madrid que tarda más en llegar a su casa. Era martes. Por la tarde estaba haciendo un curso de epi y el miércoles trabajando. Decidió quedarse en la furgoneta, equipada como alojamiento para vacaciones. «Mi pareja y yo somos montañeros y la usamos mucho en verano y en ese momento no veía fácil encontrar piso en León», explica. Además, «como sanitaria pensé que lo mejor era moverme lo menos posible. Traigo la comida hecha y me la caliento aquí». Dos meses y medio después sigue yendo y viniendo a Asturias, cuando descansa, y viviendo a las puertas del hospital cuando tiene turno.

La experiencia ha sido dura, confiesa. Sobre todo al principio. «Cuando estudias sanidad te imaginas que vas a entrar en la habitación, asear a la gente... No te esperas lo que vivimos», señala Brenda. Le cuesta asumir el distanciamiento con los pacientes y, sobre todo, le ha conmovido la soledad de las personas mayores ingresadas. «Entramos en las habitaciones como extraterrestres con los equipos, no puedes decirles apenas nada. Es muy triste. Recuerdo una señora que me decía: «¡Ay, si pudieras quitarte las gafas y verte la carina... y darte un beso!».

Personas mayores que en circunstancias normales se desorientan al entrar en un hospital y que se veían solas, con miedo. O sin saber lo que estaba pasando. La muerte rondaba las plantas. En el turno de noche que hace Brenda a gente entrar a las 10 de la noche y salir a las tres de la madrugada muertos».

Eran los peores días del coronavirus en León, «cuando desconocíamos la enfermedad y había exceso de gente. Fue una sorpresa para todos», apostilla. Lo mejor de todo, aclara, «la unión en el trabajo y que hemos hecho un equipo espectacular. La organización ha sido exquisita. Ahora que el hospital ya está en desescalada de Covid-19 y que se acercan las vacaciones del personal fijo estaría encantada con seguir. «No sé si nos van a prorrogar, yo creo que somos necesarios», afirma. Incertidumbre que viven las más de 300 personas contratadas para la pandemia en León.

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