Diario de León

Un baile digital por el pueblo

Unas gafas de realidad virtual devuelven la música y los grupos que tocaban en las plazas rurales a los usuarios de una residencia de personas mayores de Segovia

Una usuaria de la residencia durante la prueba. PABLO MARTÍN

Una usuaria de la residencia durante la prueba. PABLO MARTÍN

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Las terapeutas colocan las gafas de realidad virtual a Vicente, Isabel, Águeda y Anselma, de entre 71 y 92 años, y el grupo La Esteva empieza a interpretar ante sus ojos una jota segoviana que invade sus cuerpos y estimulan sus memorias, desgastadas por el paso del tiempo y el deterioro cognitivo que padecen.

Desde el primer minuto no cabe duda de que la más animada es Águeda Marugán, de 90 años, quien grita con energía «¡ Viva Segovia, viva !» e incluso lanza besos a los intérpretes, mientras Isabel Ojosnegros, de 86, sigue el ritmo de la música con sus manos a base de suaves toquecitos en sus rodillas. Cuando escucha La morena de mi copla de la Tuna de Magisterio de Segovia, Anselma Guzmán, de 71 años, arranca finalmente a entonar algunos de sus versos, al tiempo que Vicente Sanz, de 92 años, no dice ni una sola palabra pero tampoco abandona la tímida sonrisa que se ha dibujado en su rostro desde el principio. Estas son las reacciones que han tenido los usuarios de la residencia El Sotillo en La Lastrilla (Segovia) a la cuarta sesión de musicoterapia inmersiva que han recibido este jueves gracias a un proyecto de investigación dirigido por Nokia Bell Labs y Telefónica, en colaboración con Cáritas y la Universidad Carlos III de Madrid.

Una apasionada Águeda Marugán confiesa en declaraciones a los medios que cuando ‘asiste’ a estos conciertos, no puede parar de pensar «¿Dónde estaría mi tío?», en referencia a su padrino de bautizo, Zacarías, que bailaba muy bien la jota hasta que, «con la guerra, se fastidió todo» porque «le mataron en Madrid».

«Lo bailaban entre la iglesia y la plaza, la casa del cura para entendernos, y ahí bailaban en una plazoleta, lo bailaban estupendamente... Como éramos chicas entonces, nos metíamos en medio... Entre ellas, yo», relata con orgullo, al escarbar entre sus recuerdos en su pueblo, Bercial, en la provincia de Segovia.

A Isabel Ojosnegros estos conciertos la llevan también a su localidad de origen, Peñafiel (Valladolid), donde en su época «todos los chicos jóvenes pasaban por la banda municipal» y había música en directo todos los domingos, cuando había procesión y, por supuesto, durante las fiestas locales.

Ella nunca llegó a entrar en la banda porque se dedicaba «a otras cosas» —era modista y hacía vestidos— pero recuerda que no se perdía ni una fiesta: «Me gustaba bailarlas también, y las he bailado bien, eh, las jotas», asegura. La educadora social e intérprete musical Marta Revuelta, explica que «la música, de por sí, es terapéutica» para «reactivar esas partes de la memoria».

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