Diario de León

LA BIBLIOTECA AZCÁRATE Y LA GUERRA CIVIL

La Guerra Civil trajo el relevo forzoso del patronato original de línea Institucionista de la Fundación Sierra-Pambley y provocó profundos cambios

Imagen de parte de las fichas de la Biblioteca a principios del siglo pasado

Imagen de parte de las fichas de la Biblioteca a principios del siglo pasado

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León

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(Parte III y final)

La Junta de Burgos y el Gobierno Civil de León nombraron una comisión gestora que inmediatamente se incautó de la Fundación. El bibliotecario , Pío Álvarez, persona honrada, sumamente discreta, cabal y extremadamente fiel a la Fundación, fue apresado acusado de pertenecer al grado tercero de la masonería, de ocultar una Logia en la casa del fundador y de pertenecer a la Liga de los Derechos del Hombre. Sus familiares creen que se dejó llevar por Valls y que pagó cara la actividad y la fidelidad al anterior director.

Como ya se dijo, fue encarcelado en San Marcos y apareció ‘paseado’ en diciembre de 1936 en el kilómetro 8 de la carretera León-Astorga en el término de Fresno. Lo recogieron sus familiares y le dieron sepultura en su pueblo natal de Pinos. Este acto vandálico se enmarca en la llamada por López Contreras depuración ideológica.

La comisión gestora, una vez realizada la transmisión forzosa del Patronato legítimo, encargó a Mariano Domínguez Berrueta un informe que aprobó 15 de octubre de 1936 y transcribió en el nuevo Libro de Actas y cuya copia puede verse en el Archivo Histórico Provincial. En dicho informe se notificaba que «el Patronato venía sosteniendo bibliotecas públicas, con la debida consignación presupuestaria, en León, Villablino, Moreruela de Tábara, Villameca y Hospital de Orbigo, en cumplimiento de un laudable fin fundacional».

Opinaba el severo censor que lo discreto hubiera sido proveer a estas bibliotecas de obras de estudio para la juventud escolar, obras de utilidad técnica para la juventud obrera, de agricultura para los labradores, y obras de mero entretenimiento e iniciación a la cultura general para todos. En su opinión, ello no ha sido así «y una orientación sectaria, política y religiosa del Patronato o de sus subalternos, venía presidiendo la selección de libros». Acusa Berrueta al patronato de enviar a un pueblo pequeño y agrícola como Moreruela obras tan ‘perniciosas’ como las de Tolstoy, Dostoievsky, Merjhosky, Barbuse, o el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza: «En la Biblioteca de León hay una copiosa literatura socialista, comunista y comunistoide, rusófila y roja, adquirida preferentemente de las editoriales mas destacadas por su propaganda revolucionaria».

Reconocía Berrueta la influencia social de la Biblioteca Azcárate por sus comodidades y calefacción, así como por las facilidades que daba para prestar libros, por lo que tenía una concurrencia numerosa. Pensó que las bi bliotecas de los pueblos (Villablino, Villameca, Hospital o Moreruela) eran poco dañinas porque los aldeanos, cansados de sus faenas de cada día, no dedicarían gran tiem po a la lectura. Consideraba Berrueta ridículo llevar a Villablino, «lugar de unas cincuenta casas, los problemas de la filosofía de vanguardia o los Boletines de la Institución Libre». Arremete inmisericorde contra la Biblioteca Azcárate «poblada de obras inadmisibles» entre las que cita al azar obras de Marx o de Pablo Iglesias y editoriales como Juventud o Cénit. Consideraba sectario el criterio de adquisición de obras ya que allí «no se encontrarán las producciones de los grandes pensadores cristianos de la pedagogía actual, pero no falta ninguna obra de Rodolfo Llopis, cuya inferioridad científica es universalmente conocida. En la adquisición de libros, especialmente desde 1930, preside un criterio francamente socialista y comunista».

En la habitación de los antiguos alumnos, informaba Berrueta, la policía encontró libros inmorales, aunque no encontró literatura pornográfica. Culpa al patronato por haber permitido que en la casa Sierra-Pambley se empleara tan mal el tiempo y el dinero, y a Luis Azcárate de no enterarse de estas cosas, y del funcionamiento de una logia masónica en la casa, según descubrió la policía.

Los catálogos de las bibliotecas de Moreruela, Villameca y Villablino fueron revisados por Berrueta separando los libros que se retirarían del uso público. Clasificó esos libros en dos grupos: revolucionarios, socialistas o anarquizantes, o de tendencia parecida, que debían ser extirpados porque no aportaban, decía, a la cultura nada útil y fomentan y propagan toxinas de destrucción social y moral, y los prohibidos por la iglesia o de tendencia herética o antirreligiosa, pero de firmas solventes, que puede conservarse en bi blioteca cerrada y utilizados por personas responsabbles ya que se necesitan conocer los errores para combatirlos, añadía.

El hueco del expurgo en los ficheros de la biblioteca se debía completar con cargo al presupuesto de cinco mil pesetas, con la adquisición de libros útiles y buenos especialmente dedicados «a estudiantes de los distintos centros de enseñanza de León y libros de tecnología, de artes y oficios para formar una biblioteca o una sección de ella, de enseñanza de obreros.La Biblioteca , separados los libros indeseables e inconvenientes, podrá ser abierta al público».

Finalmente consideraba adecuado el horario de apertura de la biblioteca de cuatro a ocho de la tarde para estudiantes y obreros y propuso que el cargo de bibliotecario recayese en un sacerdote «especialmente aficionado y competente en bibliografía propuesto por el prelado diocesano». Se trataba de desagraviar al clero, pero curiosamente propuso rebajar la asignación del bibliotecario a dos mil pesetas.

El informe de Berrueta señalaba las obras selectas de pensamiento, de arte o de literatura presentes en la Biblioteca Azcárate acorde con el espíritu y los fines fundacionales; ligada la biblioteca a la tradición liberal ilustrada de don Paco Sierra, de los patronos y de don Gumersindo. Los patronos ligados a la ILE participaron en la política del partido socialista, más por tradición, convencimiento y afán de formar al pueblo que no con fines partidistas ni sectarios. La existencia de l ibros de «filosofía de vanguardia» en Villablino sólo puede ser digna de elogio, lo mismo que los boletines de la ILE que constituían el órgano de unión de la FSP con los Institucionistas. Y evidentemente, la Fundación Sierra-Pambley de León se enmarca en el proyecto regenerador institucionista.

En 1938, bajo la presidencia de don Raimundo Rodríguez del Valle, el patrono y Gestor, señor Coss, presentó una moción que fue aprobaba por unanimidad: que se quitara a la biblioteca el carácter laico y disolvente, una nueva inauguración y apertura al público, la colocación de los retratos de Franco, San José y San Eloy en la biblioteca, en las clases y en los talleres , establecer una sección con las obras de José Antonio y la colocación de un busto del mismo. Otra moción aprobada por el patronato que presidía el obispo proponía entronizar al Sagrado Corazón de Jesús en el vestíbulo de las escuelas. En diciembre de 1938 nombró el gobernador civil un nuevo patronato que sustituía a la comisión gestora, por lo que las anteriores propuestas no se llevaron a cabo.

El nuevo patronato estaba presidido por el obispo, Carmelo Ballester; el señor Menéndez como secretario; y como vocales , el delegado de Hacienda, Gonzalo Romasanta, el ingeniero jefe de la Jefatura Agronómica, Miguel Cuesta; el director del Instituto de Bachillerato , Joaquín López Robles; y representando a los vecinos de León, Hermógenes Carniago. Los enfrentamientos entre falangistas y cedistas dieron el cargo de ingeniero jefe de la Jefatura Agronómica, Juan José Fernández Uzquiza, persona honorable y poco dispuesta a dejarse dominar por nadie, cuyo nombramiento llevaba anejo el cargo de patrono, y al que según López Contreras (persona que lucho por la recuperación de la línea original) se debe que los bienes patrimoniales hayan llegado a nuestros días casi intactos. Su desinterés se mostró donando los honorarios que le correspondían como perito en la expropiación de parte de las Dehesas de Zamora a la Fundación, que creó el premio Sabucedo-Uzquiza .

La idea de Berrueta sobre la selección de libros y bibliotecario fue aprobada, por lo que nombraron para el cargo a un sacerdote archivero bibliotecario propuesto por la Comisión de Depuración de Bibliotecas para que realizase su labor y depurase las de la Fundación. Al parecer nada se tocó y sólo la Guardia Civil quemó algunos libros de los ex-alumnos en la plaza de la Catedral.

Para Berrueta, esos eran los más peligrosos. La Biblioteca Azcárate de León tuvo la suerte de que no se llevara a cabo lo propuesto por Berrueta, por lo que los libros se conservaron casi todos.

El sacerdote propuesto por el prelado para bibliotecario fue don Antonio González de Lama. Hombre de excepcional valía, nacido en Valderas en 1905, fue «un caso de derroche de dotes verdaderamente escandaloso». Desempeñó algunas parroquias de pueblos como Antimio de Abajo, desde donde periódicamente hacía incursiones a la capital acompañado de un burro para regresar con las alforjas cargadas de libros. Su gran talla i ntelectual, su estar al día en temas culturales y científicos lo trajeron a la capital, donde fue párroco en Las Ventas, profesor de Filosofía en el Seminario, beneficiado de la Catedral y bibliotecario de la Biblioteca Azcárate. Hizo periodismo, docencia y filosofía, pero su labor más relevante fue la animación que prestó al ambiente poético leonés. Su nombre está unido a la aventura literaria que se llamó Espadaña . A su muerte, ocurrida el 2 de febrero de 1969, la Estafeta Literaria de Madrid le dedicó una reseña altamente elogiosa.

Este sacerdote, de espíritu amplio y abierto, hizo que conocidos poetas de tendencia progresista e izquierdista lloraran su muerte y añoraran su consejo. Francisco Martínez nos describe así a González de Lama: «Su figura de hombre sencillamente excepcional, de humanista enriquecido de saberes, de maestro desinteresado y pródigo, de descubridor atento, alentador entusiasta, cálido animador y ayudador eficaz de talentos poéticos; su figura de crítico literario agudo, sólido y fino, de filósofo concienzudo y profundo; su figura de consejero prudente y atinado en toda coyuntura y de toda persona que a él se acercara y Je pidiera consejo...; todo esto palidece —o adquiere su brillo mejor—, a lo que yo he podido entender de los testimonios que me han hablado de él, al lado de su personalidad medularmente bondadosa y sacramentalmente sacerdotal que pasó mil gracias derramando ...».

El resultado de tan digno bibliotecario para tan excelsa biblioteca fue, como no podía ser menos, un lujo para León. Ocurrió que, amparándose en la amplia capa sacerdotal de González de Lama, la Biblioteca Azcárate volvió a ser lo que había sido, el refugio de intelectuales, disidentes con el Régimen , progresistas, amantes del humanismo , de los libros, del saber. A todos dio cobijo el inefable don Antonio. En la habitación de los antiguos alumnos, aún existente, recogió los libros que pudieran molestar al Régimen o a sus guardianes puritanos, pero siempre estuvo abierta para quienes quisieron investigar en ciencia progresista e internacional que en la biblioteca se guardaba.

A sus íntimos les daba acceso a ‘infierno’, nombre con que se bautizó , precisamente por su temática, la habitación de los antiguo alumnos, donde se guardaban los libros más claramente ideológicos.

Pero he aquí que al lado de esa inefable bondad y apertura estaba la «enormísima pereza» de González de Lama . Muchos de los que gozaron de su confianza abusaron de ella y se produjo el expolio que no había producido la Guerra Civil. Muchos volúmenes desaparecieron en manos de los consultantes y asíduos del ‘infierno’ y aún hoy guardan celosamente en bibliotecas particulares de León.

De los casi 25.000 volúmenes que tenía la antigua bibl ioteca de antes de la guerra faltan un cincuenta por ciento. Aún así, creemos que siguió siendo en los difíciles años de la posguerra y, en 1a medida que las circunstancias lo permitieron, un centro abierto a ideologías progresistas, cultura universal, a la vez que foco de intelectuales leoneses.

El cambio de patronato elogió la labor de González de Lama, si bien lamentó su exceso de confianza en las personas que no impidió el que desaparecieran obra decisivas a manos de los que frecuentaban el local.

En suma, el ambiente de la Biblioteca Azcárate de León parecía contener una especie de ‘fuego sagrado’ de libertad, relativamente concordante con el espíritu del fundador, aunque los contertulios de don Antonio González de Lama nada tuvieran que ver con la Fundación.

A la muerte de González de Lama, en 1969, se cerró la biblioteca y no se volvió a abrir hasta la recuperación por el primitivo Patronato en 1978, pero muchos libros habían quedado fuera para siempre.

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