Diario de León

Azcárate

La biblioteca que acogió a las tres Españas

Hay espacios que condensan la historia, lugares que han sido escenario de grandes epopeyas y pequeñas secuencias con las que se construye el urbanismo sociocultural de una ciudad. León cuenta con varios pasadizos que nos devuelven voces del pasado, mimbres visuales que permiten secuenciar el pasado y el futuro probable que nos espera

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León

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Uno de ellos es la biblioteca Azcárate, un universo recoleto en madera y cristal que atesora la memoria de tres Españas, cuatro si añadimos los anales de los últimos cuarenta años. Aupada sobre los hombros de un leonés que ya se ha convertido en leyenda, a sus paredes aún están pegados los sucesos que configuraron el destino del país. Creada en torno a los fondos donados por los descendientes de Gumersindo de Azcárate, la biblioteca se instaló en la parte baja de los inmuebles de la Fundación en la calle de Sierra Pambley. El proyecto fue encargado al arquitecto municipal Manuel de Cárdenas, profesor de dibujo de la Escuela Industrial de Obreros de la Fundación Sierra-Pambley, quien diseñó y ejecutó las obras conforme al consejo e instrucciones directas del presidente del Patronato para que siguiera las pautas estilísticas de las bibliotecas inglesas del S. XVIII.

Se inauguró en 1921, un año clave para el devenir de un reino que entraba en clara decadencia. Miles de españoles morían en una guerra con la que el rey y el Ejército trataban de mantener el sueño imperial a costa de la vida de la juventud, a la que mandaron a morir al secarral de Marruecos. El desastre de Annual fue el bautismo de fuego del nuevo tiempo hacia el que se encaminaba España. Cientos de leoneses desaparecieron despellejados en Monte Arruit y la historia estaba a punto de pasar página una vez más. Mientras, un grupo de prohombres acudían a visitar la biblioteca el día de su inauguración. La comitiva, cuyos nombres están escritos a mano en una hoja suelta que se conserva en la institución, estaba formada por Miguel Castaño, Vicente Ruiz, César Pallarés y Ambrosio Llamazares. Dos años después de aquel primer ‘conciábulo’, Primo de Rivera daba un golpe de Estado y abría un periodo dictatorial que terminaría en 1930 con la proclamación de la República. Durante esos ocho años, el refugio ideado por Bartolomé Cossío fue capaz de navegar por la tribulación sin renunciar a la vocación con la que se gestó. Desde el principio, el recinto se convirtió en posada de las ideas educativas promovidas por la Institución Libre de Enseñanza: «...Vienen todas las noches un grupo de personas afectas, y se reúnen en el salón pequeño y allí trabajan: tres o cuatro abogados jóvenes, un maestro (que es masón), unos ofi ciales de correos, un profesor de la Escuela Nornal, etc...». El texto forma parte de una carta que el 11 de noviembre de 1926 escribía Vallés a Manuel Bartolomé Cossío. Es curioso comprobar que León aún era un núcleo de liberalismo cultural. Vicente Valls se hizo cargo de la biblioteca en 1925, año en el que la dictadura logra el éxito que permitirá a Primo de Rivera mantenerse en el poder un lustro más. El desembarco en Alhucemas consigue una victoria moral quesupondrá, además, un aldabonazo para la maltrecha imagen de Alfonso XIII. El 11 de mayo de 1926, el periódico La Democracia publicaba, en la pluma de J. de León, una breve reseña sobre el desarrollo de la biblioteca: «... He aquí un pequeño centro de divulgación cultural apenas conocido por los leoneses... Muy pronto será la verdadera biblioteca leonesa, la más visitada, la que mejor responde a los fines para que se creó...»

El desastre de Annual fue el bautismo de fuego del nuevo tiempo y coincidió con la inauguración de la biblioteca de la Institución en León

Durante este tiempo, la calle en la que se encuentra la sede de Sierra Pambley se convierte en paso de masones, cuyas tenidas tendrán lugar en en la biblioteca Azcárate. El 16 de enero de 1928, varios masones de diferentes lugares pedían sus respectivos permisos para constituir un centro en la ciudad: el triángulo Libertad: son Pío Álvarez, José Mollá, Eustasio García, y José Iglesias. Pronto fueron captando prosélitos y pudieron constituir la logia Emilio Menéndez Pallarés, en honor al republicano y masón de origen leonés. Tres años después, el rey cogía el tren para emprender un nuevo exilio dinástico. La II República se proclamó en la provincia y fue Sahagún, junto con Éibar (Guipúzcoa) y Jaca las tres únicas ciudades que la celebraron un día antes de la fecha oficial, el 13 de abril de 1931. El Gobierno de la Segunda República española les concedería posteriormente el título de Ilustrísimas Ciudades.

Un año después, se haría cargo de la biblioteca Pío Álvarez, que la convirtió en un espacio moderno para los usuarios. Llama la atención el altísimo número de libros en préstamo que se registraban en el año 1935. En una memoria firmada por Pío Álvarez se establecen unas cifras que incluso hoy parecen sobresalientes. Y es que las estadísticas fijan un total de 25.904 libros prestados en un año, en una ciudad que apenas contaba con 44.000 habitantes, lo que da una idea de la atmósfera culta en la que gravitaba la ciudad. Conseguir la distinción de socio no estaba al alcance de cualquiera. Todos los que ingresaban en este ‘club’ debían contar con el apadrinamiento de un tutor. Entre el siete de marzo de 1927 y el 4 de noviembre de 1936, el listado de usuarios de la biblioteca asciende a 2.200. Entre ellos, estaban Luis Sáenz de la Calzada, que fue presentado por Manuel Santamaría. o María Geijo Menéndez, en cuyo acceso actuó como padrino Guzmán Álvarez.

El comienzo de la guerra clausura este ecosistema de librepensamiento y la biblioteca se convierte en uno de las primeras víctimas de la represión. Al asesinato de Pío Álvarez le sigue la reclusión y destrucción de los libros de la sede que éste dirigía. Se incautan los libros «pornográficos, de temática socialista y anarquista» y pasa a ser gestionada por la Diputación y el Obispado. Los años de terror tuvieron por lo tanto su exponente en el legado de Gumersindo de Azcárate, que los rebeldes intentaron borrar. Sin embargo, el régimen colocó al frente a Antonio González de Lama, un cura erudito que con su imagen de hombre de la ‘España Nueva’ resucitó el espíritu intelectual y lo convirtió de nuevo en un espacio de libertad.

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