Diario de León
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León

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nicolás miñambres

El título es una llamada certera al espíritu del libro, inmanente en su título y en sus páginas: El lector se refugia en la esencia, comprobando el estilo de Gabriel Quindós. Son caminos desiertos, aptos para la reflexión y cielos cercanos, en nueve extensos capítulos, próximos a la trascendencia…La geografía, como recurso estético, pierde materialidad, transformada en muchos casos en alegoría o ensueño. Hace lo más difícil: describir una realidad desconocida pero transformada literariamente a través de la mirada y materializada con la palabra y la variadísima realidad: cielo, selva, montes, ciudades, pueblos que se transforman en un elemento simbólico, en muchos casos obra del hombre. En este paisaje surge la riqueza tradicional, elemento arquitectónico humilde y el lujo del pasado histórico, en muchos espacios milagrosamente visible. Es natural que los monumentos provoquen reflexiones inesperadas en el autor, muy bien documentado y conocedor de la tradición del país.

En la primera página del libro queda clara su concepción creativa: «Estas páginas son testimonio de un ansia por vivir, comprender, fabular», verbos cargados de afirmaciones incuestionables. No olvidemos la información captada de la boca del hombre a través de cuentos, leyendas y monumentos, especialmente religiosos, y paisaje, lujurioso, variado y humano. Sorprende la imagen de criaturas a las que el lector no puede imaginar. Y paisajes que son casi el descubrimiento del misterio. En él cabe la experiencia creativa de un mundo que el autor no conoce, pero lo vive.

La obra tiene un título polivalente, casi gráficamente contradictorio: Caminos desiertos, símbolo gráfico de la contemplación en soledad y Cielos cercanos, en la humanización del cielo, al que considera en su alma. Y hay una confesión creativa: «Recorrí los nueve departamentos de Bolivia en busca de nueve historias de ficción».

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