Diario de León

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Su fortuna no le sirve de nada, pues no ayuda a nadie. Tampoco él la disfruta». Charles Dickens escribía así de Mr. Scrooge, el avaro usurero de Cuento de Navidad. Ahora parece que el espíritu de las Navidades futuras se ha presentado, como en el libro, y está transformando el capitalismo. La sociedad exige a las empresas que se alineen con lo que el mundo necesita; un ejemplo obvio es la protección del medioambiente, pero también la paridad en los consejos, acabar con la brecha salarial por género, actuar con ética, pagar todos los impuestos que correspondan, acabar con la pobreza... Significa, en suma, trabajar porque se cumplan los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.

Y esta bandera ha trascendido hasta ser enarbolada por los banqueros o por las ‘biblias’ del capitalismo. La revista The Economist, tras preguntarse para qué sirven las empresas, reclamó moderar los beneficios empresariales para salvar el planeta, y el diario Financial Times abogó por reinventar el capitalismo para que tenga un propósito social. «Es hora de un reinicio», dijo el periódico que leen todos los financieros e inversores del mundo.

Un cambio que es impulsado desde muchos ángulos: los consumidores, los gobiernos, los propios trabajadores de las empresas, pero que ha encontrado su palanca para el verdadero salto en los accionistas de las empresas, en los fondos socialmente responsables o ESG (por sus siglas en inglés, que siguen criterios medioambientales, sociales o de buen gobierno corporativo para decidir sus inversiones). En el año 2000 se unieron 44 entidades —gestoras de fondos, fondos de pensiones, fondos soberanos, gestores de capital riesgo— con el objetivo de aplicar estos principios. Ahora son más de 2.200 y el capital que gestionan alcanza los 90 billones de dólares.

En la actualidad, un tercio de las inversiones —más de 30 billones de euros— se guían por criterios éticos y de sostenibilidad. Queda aún camino por recorrer, pero las empresas ya notan la presión. Y el avance es muy rápido. En cinco o seis años todas las inversiones serán sostenibles, pronostica Roberto Schöltes, director de Estrategia de UBS, el banco suizo que lidera el ránking de los mejores inversores institucionales contra el cambio climático elaborado por ShareAction, una ONG que actúa en el ámbito de la inversión responsable.

Coordinación

El optimismo de Schöltes parte de que por primera vez hay una acción coordinada de ONG, Gobiernos y organismos multilaterales para avanzar hacia los ODS junto con la actuación del sector financiero para integrar esos criterios de sostenibilidad en sus carteras. «Como inversores financieros tenemos igual o más capacidad de presión sobre las compañías que los consumidores», destaca Schöltes. Durante los próximos años se va a necesitar una inversión anual de seis billones de dólares para lograr los objetivos de la ONU. Pero también va a ser una inmensa oportunidad de negocio. Alcanzar los ODS generaría 12 billones de euros de PIB y 380 millones de empleos. La inversión con criterios éticos y de sostenibilidad no debe confundirse con la filantropía porque no por invertir con responsabilidad se reduce la exigencia de rentabilidad y retorno. De hecho, la inversión sostenible es «más rentable en el largo plazo», explica Schöltes, porque evita riesgos, aunque al principio exija a la empresa sacrificar márgenes. Según Spainsif, una asociación sin ánimo de lucro que promueve la inversión sostenible, en los últimos cinco años, en EE UU los fondos sostenibles le han sacado 14 puntos de rentabilidad a los que no lo son.

Así que los grandes ejecutivos de las empresas están de enhorabuena. Pueden hacer alarde de buenas obras y se verán recompensados con el interés de un movimiento inversor que no cesa de crecer.

En España, los activos gestionados con los criterios ESG ascienden a 210.644 millones de euros (datos de Spainsif a cierre de 2018), un 24% más que tres años antes. ¿Cuál fue la razón primigenia del cambio? «Las empresas cambian por convicción, por coacción (la presión regulatoria) o por conveniencia (por la presión de la sociedad). Sea por uno u otro motivo, las cosas están cambiando», constata Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG. No obstante, Pueyo no descarta que la conviccción no juegue un papel relevante porque la historia demuestra que las compañías longevas son las que tienen sensibilidad acerca de las cuestiones que preocupan a la sociedad.

Prima bursátil

«Estamos en la fase inicial de una auténtica transformación de los mercados financieros y de la cultura empresarial», advierte Schöltes. En los próximos años «vamos a ver una movilización masiva de capitales primando a compañías que se gestionan con criterios de sostenibilidad», lo que les permitirá tener más capacidad de crecimiento, menores costes de capital y sus valoraciones bursátiles serán más elevadas. De acuerdo con un informe de Goldman Sachs, que analiza 2.000 portfolios de fondos orientados hacia ESG y ETF de todo el mundo, las compañías sobreponderadas por sus políticas ESG están cotizando con una prima del 40% en relación con sus beneficios.

La influencia de los inversores responsables, unida a la presión regulatoria y a la de los consumidores puede llevar a una metamorfosis como la que experimentó Scrooge tras la visita del fantasma de las Navidades futuras. No obstante, ya se están viendo cambios. Este año, Walmart anunció que deja de vender munición para armas que no sean rifles de caza. También suspendió la venta de pistolas y revólveres en Alaska, el único Estado en el que todavía las comercializaba. Compañías mineras en Africa han introducido buenas prácticas de salud -como la prueba de sida- debido también a la presión de determinados accionistas. En España, tenemos el ejemplo de Inditex, que revisó todos sus procedimientos de comprobación de sus proveedores empujada por la tragedia de la muerte de varios trabajadores en una fábrica en India. Además, su presidente Pablo Isla se ha comprometido a que el 100% de las materias primas que utilicen sean sostenibles en 2025. De hecho, los analistas atribuyen la mejor evolución bursátil de Inditex respecto a HM, su inmediato competidor, al cambio y a que actúa como un líder de la industria en lo que se refiere a sostenibilidad.

Hay una presión reputacional sobre las compañías que ya no se pueden permitir estar fuera de juego. Y a esto no se puede replicar como Scrooge: «Bah, paparruchas».

En el Congreso se ha puesto hace días de manifiesto que, con el lema «No hay plan B porque no hay un planeta B», cientos de estudiantes en España llevan desde febrero manifestándose cada viernes como parte del movimiento Viernes por el Futuro, impulsado en agosto del año pasado por Greta Thunberg para que se tomen las medidas concretas necesarias para reducir rápidamente a cero neto las emisiones de gases de efecto invernadero, en línea con lo establecido por la ciencia y bajo criterios de justicia climática.

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