cartas al director

c Luis Alberto Rodríguez Arroyo escribe de los ‘Políticos presos, un problema únicamente legal’: «España es un país garantista para con los derechos de los enjuiciados por cometer algún tipo de delito. De hecho en ocasiones se absuelve por falta de pruebas. Es por ello que quien resulta condenado, lo es porque pesan sobre él acciones tipificadas en el Código Penal y existen suficientes pruebas fehacientes de los hechos. Lo explico porque a fuerza de repetirlo por el mundo secesionista, pudiera parecer que los políticos catalanes presos lo están por un inexistente ánimo de venganza de lo que denominan despectivamente ‘Estado español’. Sin embargo la realidad es bien distinta. Y es que sus deseos independentistas pueden ser lícitos desde un punto de vista político, pero si los medios para alcanzarlos son ilegales deben de penar por ellos. Por eso, y no por otros aspectos, no procedía el tercer grado penitenciario en quienes no reúnen aún las exigencias establecidas por el régimen de prisiones para obtenerlo. Y por eso un vicepresidente segundo del Gobierno de España no debiera mezclar la política con la pena impuesta por la comisión de un delito. Los políticos presos lo están porque aun sin dudar de su capacidad democrática y de diálogo, obviaron estos dos aspectos al objeto de conseguir su ideal. Y una vez que se ha sobrepasado la línea de la ilegalidad, no cabe más que dejar hacer a la justicia. En el terreno de la política únicamente les queda el volver a intentarlo —como aseguran— por vías legales.

c Pedro Serrano critica el ‘Baile de disfraces’: «En nuestra relación con los demás invertimos más esfuerzos en ocultar y aparentar que en ser. Por eso el mundo parece un baile de disfraces en el que la diversión consiste en simular e intentar descubrir al otro. Para desenmascarar a quien de verdad está detrás de ese escudo que todos empleamos para preservar nuestra verdadera esencia, no cabe duda de que la palabras son de gran ayuda, pero no olvidemos el lenguaje gestual: el cuerpo envía señales que las palabras pretenden disfrazar. En la actualidad, debido a las mascarillas de la pandemia, el baile de disfraces en el que participamos es pura confusión. Las palabras no se entienden, los gestos apenas se aprecian y, para colmo, la mirada de algunos maleducados queda oculta tras unas gafas de sol. Y de esta guisa, si ya es difícil comunicarse imaginen lo que cuesta reconocerse».

¿Está de acuerdo con las limitaciones de velocidad que implanta el Ayuntamiento

de León en las calles?

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