cartas al director

c Carlos Manuel Gómez Fidalgo escribe sobre la ‘Mesa por León: más allá del plan estratégico, tres objetivos concretos’: «Tal y como ya escribí hace unas semanas la Mesa por León ya podría tener un objetivo concreto y a la vista: la atracción de La Agencia Espacial Española que el Gobierno plantea crear y ubicar fuera de Madrid. No es que se vaya a conceder por presentar la candidatura, sino justo al contrario: hay que presentar la candidatura, preparando un dosier solvente de las oportunidades y fortalezas de León para albergar este centro, como forma de iniciar una actividad de la Mesa que debería ser uno de sus cometidos fundamentales: el intento de atracción de proyectos empresariales. Se ha difundido últimamente que la Mesa por León ha estado trabajando en silencio durante este último año preparando el plan estratégico de desarrollo para León. Es más, parece que uno de los perfiles laborales que se incorporarán a la Mesa es un técnico especialista en este cometido. Sin embargo, y a mi entender, es hora ya de bajar de la estrategia a la acción pues las oportunidades están ahí frente a nosotros y no tardarán en pasar de largo: la Agencia Espacial Europea; el Perte de los microprocesadores; los nudos logísticos; el Perte del vehículo eléctrico con su probable fábrica de baterías, etc.... son oportunidades que se están presentado en este momento y en los que la Mesa por León ya debería estar actuando más allá de que el plan estratégico en elaboración, ya que en caso contrarío, cuando se finalice, probablemente concluya que deberíamos haber acudido a captar inversiones como esas. No olvidemos también que, además de estos grandes proyectos de inversión, periódicamente hay oportunidades más pequeñas y accesibles y que debería constituir una actividad estándar de la Mesa localizarlas y contactarlas para ofrecer las ventajas de su ubicación en la provincia de León, dentro de una serie de infraestructuras previamente diseñadas para ese cometido por la propia Mesa».

c José Llano Díaz se pregunta si es ‘Insulto o constatación sobre Montero’: «Algunas han calificado de ‘insulto’, incluso ‘máximo’ —todo lo exagerado es irrelevante— el que se haya recordado públicamente que Irene Montero es ministra por haber sido entonces la mujer de Manuel Pablo Iglesias (ya es hora que, en defensa del honesto fundador del PSOE, no imitemos la falsificación hasta de su DNI por ese nefasto individuo). Sin embargo, la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquera, en este caso Ayuso (esa exfalangista, hoy pepera corrupta hasta la mascarilla y más, mañana, cuando convenga a su ambición, dirigente de Vox). Los hechos son tan claros como contundentes: esa Irene conquistó a ese ambicioso ‘conquistador’; le obligó a cambiar hasta el nombre de ‘su’ partido por el injusto, agresivo y —como se ha visto— fatal nombre ultrafeminista, de Unidas Podemos; le presionó para que cometiera el nepotismo de hacerla ministra; le atiburró de hijos, incluso prematuros, perjudicándoles así en su salud; le convenció de que ‘poniendo pañales se aprende a gobernar el Estado’, y así le fue; ella, al contrario los menospreció hasta caer en la corrupción de obligar indebidamente otras personas a cuidarlos; y, por fin, le dio una sonora patada a su hombre cuando ya no le fue útil. Constatado. ¿Quién da más?».

c Josefa Romo titula su carta ‘Testigos en estos tiempos’: «El testigo es el que da fe de algo, de la verdad en un juicio, en la vida…Todo cristiano que se precie debe ser testigo de lo eterno. Una vida de amor a Dios que rebosa hasta verterse en los demás, nos advierte de una realidad que trasciende la materia y las limitaciones de nuestra existencia. Evoco a Constancia Magdaleno, que acaba de cumplir cien años y es muy querida en su parroquia de Santa Rosa, a donde acude cada día a Misa con un grupo de feligreses y reza con ellos el rosario por la paz del mundo, ahora que nos preocupa tanto la guerra en Europa. Cuenta que, con noventa y muchos años, tuvo arrestos para viajar a Jerusalén a pedir por sus hijos en los Santos Lugares, porque cree firmemente en la vida eterna y anhela que todos vayan un día al Cielo y ninguno se pierda. Existen, sí, testigos vivientes de lo eterno. Ayer, por ejemplo, me llamaron particularmente la atención, dos monjitas con su hábito religioso y su aire de paz (una, aún joven). En ese momento evoqué las palabras que repetía, a las jóvenes, el Venerable Padre Tomás Morales, jesuita: debéis ser «testigos vivientes de lo eterno en un mundo que no cree en Él » (Cristo). La misma evocación al ver a un sacerdote que aún no roza la mediana edad, impecablemente vestido con su clergyman ( no se necesitan palabras para cuestionarnos el más allá). Hay mujeres laicas que lucen medalla o crucifijo (hoy es testimonio; no, ostentación), y verlas trae el pensamiento hacia lo eterno si sus obras también lo acreditan —obras son amores—. Lo primero, Dios, Sumo Bien, al que le debemos hasta el aire y el agua; pero ese amor debe traducirse en caridad y misericordia para ser de verdad creíbles y, por tanto, testigos vivientes de lo eterno».

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