Diario de León

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Cada día, cuando entro en una clase llena de adolescentes, intento derribar ese desafiante muro que se alza entre «enseñar» y «aprender». Quizá es el mismo reto para los dos centenares de docentes que asistieron esta semana en León a la conferencia de César Bona, candidato español al «Nobel» de Educación, uno de los mejores maestros del mundo y, por tanto el mejor maestro de España. Con esta carta de presentación, a Bona no le quedó otro remedio que rebajar las expectativas con sus primeras palabras: «No os voy a contar nada que no sepáis». Pero sí lo hizo. Bona emociona. Es magnífico por su sencillez y su visión de algo tan complejo como es la educación. No puedo estar más de acuerdo con él y aquí van algunas recomendaciones extraídas de su discurso.

Educar en emociones: nadie nos enseña a gestionar la frustración, el miedo, la ira… pero todas ellas son determinantes a la hora de tomar decisiones en la vida. Por eso, es prioritario dedicar tiempo a cuestiones como la resiliencia o a escuchar sin juzgar. No es tiempo perdido, es tiempo invertido en la vida.

Conectar con el alumnado: estamos intentado traer a los niños a la adultez para que nos entiendan, pero es imposible porque nunca han estado aquí. No tiene ningún sentido pensar en ellos como «los adultos del futuro», ya que sería lo mismo que tratar a los profesores como a «los ancianos del futuro». Por eso, debemos dar las herramientas necesarias a los pequeños para relacionarse con el mundo en el presente.

Crear redes: es imposible educar solo, por eso familias y docentes deben dialogar. En este planteamiento queda fuera de lugar la repetida expresión de «en casa se educa y en clase se enseña». Esta división ha levantado muchos muros y es un planteamiento erróneo para avanzar en la educación.

Ser motor del cambio: es cierto que el sistema puede y tiene que mejorar, pero el primer cambio surge del interior de cada docente. Para ello, ayuda preguntarnos cada día: ¿qué hacemos? ¿para qué? y ¿cómo? Las respuestas nos servirán de guía.

Fomentar el diálogo: para muchos una buena maestra es la que consigue mantener la clase en silencio, pero la verdad es que una escuela que no dialoga educa a gente que no sabe dialogar. Por esta razón, la asamblea es un buen método para todas las etapas, no solo para infantil y primaria.

Y, por último, el consejo que me ha animado a escribir este artículo: tener la humildad para aprender de los que nos rodean y la valentía para compartir lo que sabemos.

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