Diario de León

La cocinera bestseller que no sabía escribir

Coloma Abrinas era analfabeta, pero eso no le impidió brillar como cocinera profesional ni publicar un recetario de gastronomía mallorquina que fue un superventas

Coloma Barinas con un ejemplar

Coloma Barinas con un ejemplar

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León

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Cuando tenía catorce años, mi madre me acompañó a Palma para que hiciera de camarera en casa de don José España, calle de Pont y Vich número 3. Al llegar nos encontramos sin cocinera y la señora dijo ‘ahora Coloma tendrá que ser nuestra cocinera’, a lo que contestó mi madre ‘¿cómo es posible esto si mi hija apenas saber hacer fuego y ni siquiera ha hecho sopas nunca?’. ‘Mejor’, contestó la señora, ‘así la podré enseñar a mi gusto’». Así comienza uno de los libros de cocina más fascinantes publicados en nuestro país, uno que incomprensiblemente se encuentra descatalogado a pesar de haber sido un auténtico superventas durante la segunda mitad del siglo XX. Entre 1961 y 1986 se reeditó en dieciséis ocasiones y vendió al menos 50.000 ejemplares, una cifra formidable si tenemos en cuenta que está dedicado a una gastronomía regional concreta y que fue dictado —no escrito— por una mujer analfabeta, la misma que con catorce años se convirtió de sopetón en cocinera de una casa señorial de Palma de Mallorca.

Si vuelven a repasar ustedes el primer párrafo verán que el estilo no es muy pulido y que sus frases quizás podrían haberse construido mejor. Su autora nunca pudo estudiar sintaxis ni gramática. Ni siquiera sabía escribir su propio nombre. Quizás por eso ponía tanto cuidado en esbozar un delicado garabato sobre el papel cuando sus admiradores le pedían que firmara ‘Cocina selecta mallorquina’, el libro que publicó en 1961 y que para ella era completamente ininteligible. «Yo, Coloma Abrinas, a la gente les enseñan de letra, pero a mí me enseñó Dios nuestro señor porque no me han enseñado de leer, pero para la cocina me va muy bien, más que si supiera mucha letra, porque me invento muchos guisados y muy buenos». Coloma Abrinas Vidal (1887-1987) nunca aprendió las letras, pero la vida la puso en el camino de la excelencia culinaria.

Nacida en una familia campesina y pragmática de Campos, en la comarca mallorquina del Migjorn, cambió su pueblo por Palma para ocupar de carambola un puesto de cocinera. Atrás dejaba el trabajo en el campo y el escaso par de lecciones que había recibido en el convento franciscano de Campos para poder hacer la primera comunión. Gracias al remango de su madre y a la disposición de su nueva patrona pasó en apenas dos años de no saber guisar nada a dominar las recetas tradicionales de su isla. Su posterior paso por otras casas de postín le desveló los secretos de la cocina burguesa y los trucos necesarios para dar banquetes de cien o más comensales.

De vuelta al pueblo

Viuda y sin hijos, en 1948 volvió a su pueblo natal para vivir con una sobrina, ser cocinera del párroco y guisar donde se lo pidieran en fechas señaladas. Su fama se va acrecentando y los comensales satisfechos le piden cada vez más recetas. Tal y como ella misma contó en el prólogo, «a petición de muchas señoras que en días de fiesta he ido a hacerles la comida en su casa, me han dicho que escribiera un libro de lo que me acordara, y aquí lo tienen». Ya septuagenaria, madò Coloma (en Mallorca madó es el tratamiento para las mujeres casadas o viudas de modesta posición económica) pidió ayuda a su paisana Margalida Vidal Sorell, quien se encargó de transcribir y traducir al castellano las palabras de nuestra protagonista. Coloma hablaba en mallorquín, pero curiosamente no quiso publicar su libro en su idioma natal ni autorizar traducciones a otras lenguas distintas al castellano. Tampoco quiso nunca que se corrigiera el estilo del libro.

Sus sucesivas reediciones fueron aumentadas con 174 recetas nuevas, pero respetaron escrupulosamente tanto el dictado original de Coloma como la inclusión de canciones, adivinanzas y oraciones con las que trufó el texto en 1961. Rechoncha, bajita y vestida siempre de luto riguroso, Coloma se parecía mucho a cualquier gran señora de pueblo que ustedes hayan conocido: le gustaba charlar y convidar a las visitas a un vasito de licor casero. Al principio no quería que su libro se vendiera en librerías, sino que los interesados en adquirirlo acudieran a su casa para conocerla en persona y hablar con ella de cocina.

Insistió en que al final del prologo de Cocina selecta mallorquina apareciera la dirección de su casa por si los lectores encontraban dificultad en sacar los huesos a una gallina o quitar las espinas al pescado. «Vengan y con facilidad se lo explicaré: vivo en Carrer Nou, 36, Campos del Puerto». Néstor Luján y Juan Perucho la visitaron antes de escribir el capítulo sobre gastronomía mallorquina de El libro de la cocina española. Manuel Vázquez Montalbán dijo en 1972 que la obra de madò Coloma era «una delicia de inconcreción y de memoria popular. Todo cuanto ha dado de sí la imaginación para guisar lo ha recogido esta nonagenaria que termina su libro con canciones».

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