Diario de León

Una cruz en el Camino

Los cruceros que llevan al confín del mundo

Están a la vera de los caminos, en las encrucijadas, a veces junto a las iglesias rurales o en la cercanía de las ciudades. Cargados de espiritualidad. Una señal de que se está en el Camino, por el viejo Reino de León o lejos de la gran senda. Porque crucero hay hasta en Ushuaia, cerca del mítico Cabo de Hornos

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Tomás Álvarez
León

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Uno de los elementos artísticos más vinculados al Camino de Santiago son los cruceros. A lo largo de la senda jacobea, el peregrino se parará muchas veces ante ellos. En ocasiones se sentará en sus gradas para descansar, quitarse el sudor del rostro o sencillamente tomar un bocadillo; en otras lo hará para contemplar el paisaje o fotografiar los magníficos monumentos, generalmente de piedra.

Los cruceros son relativamente habituales en la Europa Atlántica, Islas Británicas, oeste de Francia y la Península Ibérica. En España son especialmente frecuentes en lo que fue el antiguo Reino de León y muy destacadamente en Galicia. Esto no es óbice para que en la actualidad aparezcan en otros puntos del mundo, incluso fuera del Viejo Continente. Así, en el extremo sur de América, en Ushuaia, cerca del mítico Cabo de Hornos, se alza a la orilla de las aguas del llamado Canal de Beagle, un crucero de aire galaico, en el que no falta la vieira o concha del peregrino, en alusión a la vía compostelana. La presencia de peregrinos a Santiago y de gentes de Galicia alcanza también hasta el extremo austral del Nuevo

La erección de cruces monumentales se remonta a los tiempos del emperador romano Constantino I. Ya en la Alta Edad Media, a partir del siglo VII, los monjes irlandeses difundieron las cruces célticas, notablemente decoradas; una tipología de cruz anillada que se extendió también a Gran Bretaña.

El crucero de Trobajo es un hito de importancia excepcional… y también un misterio. Alguien lo hizo desaparecer. Esta cruz, a la salida de león, dividía dos caminos

Las cruces monumentales de piedra se hicieron habituales en la Europa continental, especialmente a partir del tiempo del Románico, proliferaron en el Renacimiento, y durante el Barroco adquirieron enorme popularidad. Aparecen a la vera de los caminos, en las encrucijadas, a veces junto a las iglesias rurales o en la cercanía de los centros urbanos.

En el Camino a Compostela hallaremos cruces de todas las clases, desde evocadores ejemplares de piedra granítica, hasta arcaicas cruces de madera; tan sencillas como cargadas de espiritualidad. Una de estas últimas es la que hay en El Ganso, muy cerca de la iglesia, en el que la propia cruz —consumida por el tiempo y las inclemencias— se mantiene en pie, abrazada por las piedras musgosas. Es una de esas imágenes en las que late el tiempo y la grandiosidad artística de la sencillez.

La estructura clásica de los cruceros se integra por una plataforma de varias gradas, sobre la que se alza una basa. Sobre esta arranca la columna o fuste, encima de él se apoya un capitel o tambor, y en lo más alto aparece la figura de Cristo crucificado. Es habitual que en la parte opuesta del Cristo se halla otra figura, las más de las veces una imagen de la Virgen María.

En el conjunto hay otros elementos decorativos. El fuste puede ser cuadrangular, cilíndrico, hexagonal u octogonal y en ocasiones lleva algún bajorrelieve. En el capitel también suelen aparecer elementos decorativos, muchas veces ornamentación vegetal, ángeles o calaveras.

El Crucero de San Justo es una excelente atalaya para contemplar a la ciudad episcopal de Astorga. Se dice que este es el lugar en el que santo Toribio, obispo de Astorga en el siglo V, contempló desolado la ciudad en un momento en el que tuvo que abandonarla por problemas con los fieles, quienes habían abrazado el priscilianismo.

Para el viajero que inicia el Camino de Santiago en los Pirineos, el primer crucero que hallará es el de Roncesvalles; está a unos 300 metros del núcleo urbano y su estructura nos puede recordar a los primitivos cruceros célticos, de cruz anillada, dado que al estar rematados los brazos de la cruz por una flor de lis, casi generan sus extremos la imagen del círculo.

Se trata de una obra muy antigua, al parecer del siglo XIV, en la que aparece representado el rey Sancho el Fuerte. El crucero tiene un encanto especial. Se halla la orilla de la ruta, en dirección a Burguete; disimulado entre la umbría, cubierto de líquenes y con una forma inusual que denota su arcaísmo.

La antítesis de este monumento medieval la tendremos setenta kilómetros más adelante, en Obanos, donde se junta el Camino Aragonés con el que procede de Roncesvalles. Allí, sobre una simple columna de piedra se eleva un Cristo crucificado, de hierro forjado y moderna factura.

El crucero de Mañeru —siete kilómetros más adelante del de Obanos— nos devuelve a la tipología tradicional: pedestal, columna, capitel y un Cristo crucificado de buena factura; todo de piedra.

Son numerosos los cruceros que van apareciendo a lo largo de todo el Camino, pero en la provincia de Burgos hay que anotar varios. Por su forma curiosa, al viajero le llamará la atención el de Redecilla, al inicio del territorio burgalés. En este lugar muy conocido por la bellísima pila bautismal románica de la Iglesia parroquial, se alza un crucero de fuste descomunal en relación a la austera y diminuta cruz. Pero los de mayor entidad se hallan en la propia ciudad burgalesa. Destacan dos excelentes ejemplares. El más espectacular es el crucero gótico de Gamonal, del siglo XV, ubicado junto a la iglesia de Santa María la Real.

Sin duda, esta pieza es una de las más impresionantes de su género en el Camino de Santiago. Su delicadeza y su trabajo escultórico son realmente de notoria calidad. En la cruz aparece el Cristo crucificado y en el reverso la Virgen María, con el niño. A media altura aparecen varias figuras bíblicas, entre ellas un Santiago peregrino. El trabajo corresponde a mediados del siglo XV.

Hay otro crucero de gran interés en la cercanía del antiguo Hospital del Rey. Este parece que en su origen fue un rollo gótico, al que se le añadió la cruz posteriormente. Previsiblemente, esta es la ‘columna’ a la que alude Künig en su guía de peregrinos, ante la que —afirma— fue ajusticiado un maestro del hospital.

Escribe Künig:

—El hermano que quiera ver la columna, junto a la cual fue ejecutado el maestro del hospital que envenenó a trescientos cincuenta hermanos, tiene que mantenerse, cuando cruza el puente, a la derecha, después la ve, cerca del hospital del Rey.

El monumento se sitúa en la que se llama calle del Rollo, lo que induce a pensar en la antigua función del monumento.

Los cruceros leoneses

En la ciudad de León también existieron dos notabilísimos cruceros góticos, uno en el alto del Portillo, desde donde el caminante divisaba la ciudad, y otro en Trobajo, en la zona de la cruz del Mirador, donde el peregrino decía adiós a la que fue capital del gran reino medieval.

El primero de los cruceros es el que está ahora en la Plaza de San Marcos, al que se le ha añadido una excelente estatua de bronce de un peregrino descansando sobre las gradas del propio monumento.

El segundo es un hito de importancia excepcional… y también un misterio. Hay una foto del mismo en la obra de tres tomos realizada por Vázquez de Parga, Lacarra y Uría, con el título de Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en 1948-1949. En el tomo tercero de esta recopilación aparece la imagen con el siguiente pie: Crucero de Trobajo, al fondo la ciudad de León.

El crucero de Ushuaia, cerca del Cabo de Hornos, el más austral del mundo. TOMÁS ÁLVAREZ

En algún momento de un pasado no muy lejano el crucero desapareció, aunque los vecinos de Trobajo del Camino comentan confidencialmente que alguien lo tiene guardado… Lo que queda es únicamente la grada del mismo y el arranque del fuste… Incluso, en el último año, alguien ha robado una de las piedras de la grada octogonal…

El valor de este crucero no sólo está en su calidad artística sino documental, porque se trata de un hito jacobeo que figura en la primera guía moderna del camino de Santiago, escrita por Hermann Künig en 1495.

Dice Hermann Künig que en León el Camino se divide en tres ramas: una sigue a San Saluator (San Salvador de Oviedo); otra es la que le lleva por Astorga y Rabanal. La tercera, la que el monje aconseja, es la que va por el Camino de Santa Marina del Rey, deja Astorga a tres leguas a la izquierda, y entra en el Bierzo por un lugar en el que se evita subir montañas (el paso de Brañuelas/Cerezal de Tremor). Esta cruz, a la salida de León, era el hito que dividía ambas vías.

Otro crucero famoso es el de San Justo, excelente atalaya para contemplar a la ciudad episcopal de Astorga. Se dice que este es el lugar en el que santo Toribio, obispo de Astorga en el siglo V, contempló desolado la ciudad en un momento en el que tuvo que abandonarla por problemas con los fieles, quienes habían abrazado el priscilianismo.

El crucero es relativamente sencillo, pero el paisaje resulta magnífico, con el valle del Tuerto en primer término y luego, tras las tierras de la Somoza, la poderosa imagen del Teleno, dominando el conjunto de los Montes de León.

Hay otra cruz excepcional leonesa, la Cruz de Ferro, en el puerto de Foncebadón. Ubicada a unos 1500 metros de altitud, es sencillamente un inmenso amontonamiento de piedras traídas por los viajeros, sobre el que se alza un poste de madera que sostiene una cruz de hierro.

Para algunos, el origen del mismo estaría en alguna de las costumbres de la antigüedad de dejar un testimonio u ofrenda a alguna divinidad protectora de los caminos. La sencillez del monumento, la soledad y belleza del paisaje, en las montañas que dividen las cuencas del Sil/Miño y del Duero, hacen de la Cruz de Ferro un lugar grandioso, una grandiosidad que peligra si prosperan algunos proyectos encaminados a ‘encementar’ este espacio realmente emblemático.

Junto a los antiguos cruceros de tradición inmemorial, abundan por los caminos otros de realización más reciente. En la ruta que Künig aconseja para el tramo de León a Ponferrada, por el Camino de Santa Marina, encontramos el crucero de Villamejil, de final del siglo XX, en el que el cantero astorgano Abel Sierra fundió la tradición céltica del noroeste con el sabor románico que siempre impregnó el camino de Santiago.

La presencia de cruceros en el Camino de Santiago alcanza su máximo en Galicia. En la primera aldea, la del Cebreiro, encontramos uno hermoso, ennoblecido por la calidad del lugar y la belleza del paisaje.

El monumento resulta evocador, en medio de un territorio húmedo, en el que son frecuentes las lluvias y nieblas. El viajero lo encuentra a la entrada del lugar, al lado del cercado del pequeño y recio monasterio.

En el fuste, un Santiago peregrino nos recuerda la vía en la que estamos, y encima de él aparece el cáliz, símbolo del milagro del Cebreiro, que también figura en el escudo de Galicia

Si el viajero que avanza a Compostela opta por la vía que recomendó Künig, la de Lugo, también encontrará algún crucero evocador. Destaca, sin duda el de Horta, a medio camino de Becerrea y As Nogais, en medio del paisaje montuoso que abraza a la sinuosa corriente del río Navia.

Al lado de la antigua carretera a Lugo, aparece un conjunto lleno de encanto en el que está la iglesita de San Benito, ante la cual se alza el crucero. El pequeño templo es la capilla de un antiguo pazo, destruido en el siglo XIX por un incendio; su construcción data de 1710. El sencillo, pero esbelto, crucero es del siglo XX.

Ya en la provincia de La Coruña, el primer crucero que halla el peregrino es el de Leboreiro, el Campus Levurarius, del Código Calixtino. El monumento refleja antigüedad y sencillez. Tiene un fuste acanalado, recompuesto con unas grapas metálicas que no impiden su torsión, y se remata con una sencilla cruz. Poco más adelante está un ejemplar excepcional: el crucero de Melide.

Dicen muchos gallegos que el crucero más antiguo del Camino de Santiago y también de Galicia es el de Melide, aunque algunos puristas afirman que no es así, y que más bien este se trata de una cruz medieval tomada de otro monumento y «reacondicionada» como crucero.

En uno de los lados del monumento podremos ver al Cristo crucificado, entre dos figuras mal conservadas; en el lado opuesto también aparece Cristo en posición sedente. Las imágenes son relativamente toscas y su fecha es de difícil datación. Probablemente es de una época inicial del Gótico.

El monumento se halla ante la iglesia de San Roque. Tiene una base y un fuste relativamente modernos, y una argolla de hierro une la parte superior con la columna o fuste.

Otro de los más famosos cruceros del Camino está en la propia ciudad de Santiago de Compostela. Es el Home Santo, situado junto al convento de Santo Domingo de Bonaval. No fue esta su primera ubicación, pues antes estuvo en la Porta do Camiño, de donde se llevó a Lavacolla, para retornar a Santiago hace algo más de medio siglo.

Con tales idas y venidas, del crucero primitivo, lo que perdura es la parte superior, que exhibe elegancia gótica, pese a los daños sufridos en su ajetreada historia. Es, previsiblemente, un trabajo del siglo XV. La pieza presenta en la zona frontal a un Crucificado, entre su madre, María, y el evangelista Juan. Más abajo aparece una imagen del apóstol Santiago. El reverso lo protagoniza la Virgen, entre san Pedro y san Pablo.

En torno al nombre del crucero, se cuenta que estaba vinculado al enterramiento de un ‘hombre santo’, ejecutado en el siglo XIV por una falsa acusación.

Pero aún hay mucho más… Y si el viajero quiere continuar en dirección a Portugal, hacia Finisterre o al Salvador (Oviedo), seguirá encontrando bellas tierras y hermosos cruceros porque en todo el noroeste hispano los cruceros no sólo son parte del Camino de Santiago, sino algo que emerge en el paisaje y se funde en el ambiente misterioso de esta tierra.

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