Diario de León

Cuando la palabra ‘fracaso’ no es una losa

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p.r.b. | león

Una educación puntera, de calidad, competente y cada día más especializada. Esa es la máxima que persiguen los centros educativos leoneses, conscientes de que no solo sirve con caminar un paso por delante, sino que deben estar preparados para afrontar un futuro exigente que liderarán quienes hoy son sus alumnos. Las técnicas de vanguardia se imponen al tiempo que la experiencia y el saber hacer de los profesionales marcan la diferencia entre lo bueno y lo excelente. Pero siempre sin olvidar la educación con valores, algo innegociable para los centros formativos de toda la provincia. No solo vale con formar grandes profesionales, personas capacitadas para afrontar los numerosos retos del mañana, priman asimismo valores como el compañerismo, trabajo en equipo, sacrificio, superación, entrega o respeto, entre otros muchos.

La tecnología es sin duda otro de los aliados de todo centro educativo que se precie. Siempre lo ha sido, pero infinitamente más en un siglo XXI que avanza a un ritmo endiablado, donde la revolución tecnológica copa cada área de trabajo, cada sector, cada una de las ramas que dan vida al proceso de formación de los jóvenes. Y ahí es donde muchos han sabido adaptarse a los nuevos tiempos en un equilibrio perfecto entre tradición y vanguardia.

Y lo mismo ocurre con los idiomas. El bilingüismo en hoy una realidad en casi el 100% de los colegios públicos y privados. Pero de nuevo no vale conformarse. Hay que ir más allá. Los idiomas son fundamentales en un mundo globalizado. Existen diferentes planes de estudios, pero los centros educativos leoneses comparten una misma meta. Se cuida cada vez más al individuo, tratando de potenciar sus valores trabajando también su psicología. Los profesionales advierten de que los estudiantes no son máquinas de precisión. Cada cuenta con diferentes capacidades y es ahí, en la educación cada vez más personalizada, donde han puesto gran parte de sus esfuerzos. Sin miedo, por cierto —tal y como resaltan algunos profesores y maestros— a la palabra ‘fracaso’, en una sociedad que casi la ha demonizado. Se trata —prosiguen— del siempre recurrente ‘ensayo-error’, pero equivocarse, no alcanzar la meta, «nunca debería ser sinónimo de frustración, sino de aliciente para superarse o abrir otras vías que en un principio quizá el alumno no contemplaba».

La labor docente resulta imprescindible en la formación de los jóvenes, pero ha de estar apoyada siempre por progenitores, administraciones y la sociedad en general. Un «trabajo de todos» que redunda en una sociedad competente.

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