Diario de León

La cuesta de enero que tanto nos cuesta

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León

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En pocos días llega el final del primer mes del año, el mes de enero, ese mes en el que en los gimnasios hay que pedir cita para poder entrar, las carnicerías solo venden pechugas de pavo y las frutas y verduras llenan todos los carros de la compra.

Y es que el conocido como mes de la cuesta no sólo lo es porque las carteras se quedaron vacías tras el consumismo navideño, sino que es un mes que cuesta, y cuesta mucho porque es el mes en el que nos lanzamos al vacío y nos planteamos un gran número de objetivos que saturan nuestras agendas, nuestro día a día, y que raramente podemos y queremos mantener generando un gran estrés en muchas personas que lejos de aumentar su autoestima y mejorar, caen en estados de ansiedad y agotamiento emocional.

A estas alturas de enero muchos ya estarán frustrados porque no han conseguido ni siquiera acabar el mes cumpliendo sus objetivos y algunos pocos afortunados llegarán a final de mes con el trabajo bien hecho.

Año tras año cometemos los mismos errores, nos marcamos objetivos que lejos de hacernos sentir válidos y empoderados nos llevan a la frustración y decepción con nosotros mismos. Y es que, a la hora de elegir lo que queremos en nuestra vida, no es suficiente dejarse llevar por las modas, las celebritis de la prensa rosa o lo que hagan nuestros vecinos del barrio, sino que la clave para que los objetivos sean más un propósito de vida que un trofeo, algo que nos lleve a vivir más felices y saltar del sofá para ir consiguiéndolos día a día sin importar el tiempo que tardemos, sin marcarnos fecha en el calendario, es que estos estén totalmente alineados y en sintonía con nuestros valores, esas tres o cinco cosas en la vida sin las cuales no podrías vivir, que son importantes para cada uno de nosotros, por las que estamos dispuestos a dejar atrás cosas, personas, modos de vida, salir de esa mal llamada desde mi punto de vista zona de confort, en la que tanto disconfort experimentamos.

Y es aquí en ese estar dispuesto donde aparece la palabra mágica cuando nos marcamos objetivos y, sobre todo, a la hora de tener éxito en la consecución de esos objetivos y es la palabra compromiso. Y es que si un objetivo se describe como aquello que da sentidos y significado a nuestra vida y nuestra existencia, no puede ir separado de esa voluntad y compromiso de querer conseguirlo.

Existen dos caras muy diferentes entre deseo de conseguir un objetivo y la voluntad. El querer ese objetivo, y eso es lo que marca la diferencia entre las personas que consiguen tener éxito y las que no lo hacen. Mientras el deseo es un acto pasional, un instinto natural de supervivencia efímero a corto plazo y que nos lleva a la frustración si no conseguimos el objetivo, la voluntad de querer conseguirlo tiene más que ver con esa mente que sabe esperar y perseverar en la consecución de lo que es importante realmente para ella, porque está en equilibrio con aquellos aspectos de la vida que realmente son sustanciales.

Sin embargo, a estas alturas tanto del mes, como de estas líneas quizás te estés preguntando que, si tan agotador y frustrante puede ser no conseguir los objetivos, ¿para qué nos los marcamos? ¿No viviríamos más tranquilos sin hacerlo? La respuesta es la misma que si nos preguntamos para qué nos levantamos cada día de la cama.

Salir ahí fuera y dejar nuestra huella en este mundo. El proponernos objetivos da sentido a nuestra existencia, nos hace sentirnos empoderados, capaces, aumenta nuestra autoestima y hace crecer esa parte egoica de nosotros que, aunque mal vista muchas veces, tan bien nos hace sentir. Encontrarle un sentido a la vida es imprescindible para el ser humano.

Así que si eres de ese elevado porcentaje de personas que ha llegado a esta parte final del mes, estresado, agobiado, desanimado, no tires la toalla, no has sido tú el que no consiguiera los objetivos sino el punto de partida desde el que has arrancado. Estás a tiempo. Siempre se está a tiempo. Da igual el mes, el día, el año en el que se decida comenzar un objetivo para replantearte qué es lo que realmente quieres en la vida, lo que convertirías en tu divina obsesión y conseguir lo que te propongas.

Hemos llegado al final de la cuesta, lo hemos conseguido y ahora desde esa parte baja de la cuesta tomemos impulso para conseguir nuestro propósito el resto del año o de la vida.

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