Diario de León
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León

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Las noticias cruzan el cielo del verano con el mismo efímero destello que la noche de San Lorenzo. Yo las sigo, y pongo el dedo en el mapa comprobando el sutil recorrido de lo que acontece hasta que llega un momento que me salgo de él, y lo meto en el tarro de miel. Sabemos que están ahí, ponemos la oreja y controlamos la alarma que nos produce el exceso mediático, cuya repetitiva presencia acaba cambiando la esencia de los dramas. El agotamiento del eco informativo hace que la terminología de los titulares vaya cambiando de sitio al sujeto. Y de esta sutil manera, el drama de los refugiados se convierte en la crisis del Open Arms al que el ausente Gobierno estudia ponerle una multa, la compra de Groenlandia en una ocurrencia más del despeluchado Trump, y no en una medida estratégica de imprevisibles consecuencias con respecto al Artico y a su deshielo. La culpa se atribuye a quien denuncia la inoperancia de sus mandatarios que, por cierto, están de vacaciones. En fin, corramos un tupido y vergonzoso velo.

Sé que la constelación Casiopea seguirá en el mismo enclave celestial cuando volvamos en otoño a anhelar el rumor del mar, la economía se bajará de la tumbona y alguien anunciará que la recesión ha entrado en casa. Vendrán las reivindicaciones y el qué hay de lo mío. El mar, al que Serrat le hizo una hermosa canción con letra premonitoria y eterna no se moverá de sitio y seguirá bañando las costas de 21 países de los cuales 13 son europeos; la contabilidad geopolítica incluye a veces a Gibraltar, y siempre a Mónaco y a Israel, que ni saben ni contestan. Los del G-7 sobrevivirán a las protestas de los antisistema en las habitaciones del Grand Paláis de Biarritz, y agosto dejará en los jóvenes cicatrices en la piel al recordar los festivales a los que acudieron, las rebeldías que mostraron, o los ojos que los miraron como si los quisieran.

No sabemos cómo se viven las cosas soñando con que, si no soy yo el vicepresidente, lo sea mi amante compañera, e ignoramos si a los desaparecidos de la escena política les duelen más los fuegos de Canarias, los sin tierra del Mediterráneo o el anuncio de que el peso de la ley caerá sobre los rescatadores sin permiso para rescatar. Estamos en la inopia, pero a estas alturas me planteo si los que nos gobiernan en funciones serán más listos de lo que les hemos considerado; han aprendido a desconectar, como si la vida se hubiera detenido hasta que el Falcon les devuelva al tajo.

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