Diario de León
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León

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Vivimos en una cultura de la vida: magnificamos nuestra presencia y aparentemente nos sentimos eternos. Pero la moneda del vivir tiene dos caras y en algún instante de nuestra vida nos enfrentaremos al misterio de nuestra finitud.

La muerte es un concepto que se ubica en la intimidad de la persona, no en su mirada social; quizá por ello se silencie tanto. Nuestra finitud permanece en los recodos íntimos del pensamiento, donde se encuentran anclados los valores y sentimientos que aportan significado a nuestros actos. La proximidad de la muerte nos hace conscientes de quienes somos y de las personas que amamos; nadie quiere morir solo.

He observado ese mirar en lo profundo del ser, esa necesidad de estar con alguien y esa querencia que el alma tiene cuando se enfrenta a la finitud. Cuando lo he visto, he comprendido que la oportunidad de una muerte serena es un privilegio, y que no deberíamos morir solos. Qué realidad tan difícil y actual es esto, morir solo. Siempre necesitamos a un otro, para vivir, para morir. Siempre.

Se habla de la muerte digna, pero cuando lo hacemos ¿visualizamos las circunstancias de la muerte?

No se puede hablar de muerte digna si no se anula aquello que nos evita acceder de forma serena al final: si permanecen el dolor, la lucha vigorosa con que la biología aun en sus últimos instantes conserva, la fatiga, el insomnio, la sed, la limitación física que anula toda capacidad emocional y/o cognitiva.

Actualmente, la rama de la Medicina que hace posible la muerte digna de las personas se llama Cuidados Paliativos.

Proponer una Ley de Eutanasia sin la posibilidad de unos Cuidados Paliativos es anular la libertad. Las personas deben poder acceder a la ayuda total de su dependencia, a los cuidados domiciliarios, a unos cuidados paliativos accesibles al 100%. Sin esta realidad, la eutanasia no es una elección libre, es tan sólo un camino fácil y barato. Tener libertad de elección implica la posibilidad de alternativa.

Es necesaria ya una Ley de Cuidados Paliativos si queremos que la cuestión de la muerte tenga una respuesta digna.

Vivir y morir con dignidad hoy se está convirtiendo en un objetivo difícil. Esa es la realidad.

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