Diario de León
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León

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alfonso garcía

Todo ha existido, y quizá hubiera podido hacer las cosas de otra manera, pero no he sabido cómo», afirma la narradora y protagonista de esta deliciosa novela, contada en primera persona. El cambio de vida de un pueblo agrícola a otro industrial en la posguerra está lleno de contrastes. «El cansancio de la fábrica era diferente del cansancio de la granja, aunque nos levantáramos a la misma hora». Su nueva vida le permitirá descubrir el mundo y los sentimientos, la amistad, el teatro, el amor y el matrimonio, tan limitados («…aunque te prometían que el matrimonio sería como una catedral, al final no llegaba a capilla»), la vida, en fin, que transcurría como el agua cuando llueve demasiado. Siempre, eso sí, con un tono agridulce, con no poca añoranza de tiempos pasados y la esperanza de una nueva vida después del ‘diluvio’: «Y entonces me cogería a una rama que me llevaría hasta el mar, y el mar a saber adónde me llevaría».

Estructurada en cuatro partes, cada una de ellas está compuesta por breves textos separados por blancos con un pulso mantenido que conforman una hermosa unidad narrativa, con algunos pasajes de especial intensidad y belleza, siempre con un ritmo rápido, cinematográfico. Es notable su prosa, tersa, viva y cercana. Original, propia, fluida y rica, está llena de matices e imágenes muy atractivas.

Con pocos personajes en el escenario, resultan sin embargo atractivos por la definición en breves pinceladas que permiten deducir al lector, un buen síntoma de complicidad. Como el alegato en favor del libro que alienta en tantas ocasiones, sin que falte la actitud contraria, espejo, sin duda, del tono de tristeza que este lector ha sentido en la lectura, aunque, cómo negarlo, también de esperanza. Como la vida, después de tantos años.

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