Diario de León
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León

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josé enrique martínez

En 2006 publicó José Luis Puerto Memoria del jardín, amplia antología de sus ocho poemarios, desde El tiempo que nos teje (1982) a De la intemperie (2004). Desde entonces, la pluma del poeta fue alumbrando nuevos títulos: Proteger las moradas (2008), Trazar la salvaguarda (2012) y La protección de lo invisible (2017), a los que hay que añadir el todavía en proceso de escritura Ritual de la inocencia. De ahí la conveniencia de reeditar aquella Memoria del jardín con la incorporación de poemas de estos últimos libros y con una ajustada visión crítica del profesor Prieto de Paula, a quien se debe la introducción. En ella sitúa a Puerto entre los poetas que ahondan en la esencia de lo que son, con unos cuantos motivos propios y una expresión ajena a la hojarasca, a lo que hay que sumar «una actitud entregada a la vocación de los orígenes»; con estas premisas va examinado las obras del poeta, lo que hay de singular en cada una y lo que significan como continuidad del proyecto poético de Puerto. Ni siquiera mínimamente podemos exponer aquí tal recorrido crítico por una poesía en la que «conmueve ver cómo se rotura lo roturado: el tamo sobre las cosas diarias, los ritos oferentes de la pobreza, las palabras que evocan, provocan y convocan, las oraciones que caen, como lágrimas de ceniza, en las piedras donde se fundó el mundo». La nueva Memoria del jardín incluye un epílogo de María Alcalá Galiana, que destaca el cultivo poético del mito del origen en el territorio de «Alfranca» y en el tiempo de la niñez, la concepción de la poesía y la expresión depurada del poeta, clara y honda a la vez. Añadamos que el propio Puerto aporta un texto significativo, El tejedor de palabras, hermosa metáfora para designar la labor del poeta que con sus hilos predilectos «teje en la urdimbre de la memoria, de la emoción, del recuerdo, del presente y del pasado, del sueño y de la realidad, de lo cotidiano y de lo extraordinario» para entregar un tejido o texto que hace la vida más hermosa y plena.

Lo importante, al fin, es la lectura de la poesía de José Luis Puerto, de la que se ofrece una muestra generosa. Apenas tengo espacio para referirme a esa palabra interior, cálida, esencial, despojada, clara e iluminadora, en la que domina la emoción y la intensidad para recoger «el rumor de la vida», la de fuera y la dentro de uno mismo, con un afán de trascendencia, y entendiéndola, a la vez, como salvación y como consuelo.

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