Diario de León

LA ELEGANCIA Y EXQUISITEZ DE AUDREY HEPBURN

Audrey Hepburn murió hace ahora treinta años, pero su estilo exquisito y elegante perdura en el tiempo y es emulado aún por miles de mujeres en el mundo

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León

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Cinco nominaciones al Óscar, una estatuilla lograda, varios abortos y su obsesión por ser madre, dos matrimonios fallidos y una gran labor humanitaria en favor de la infancia sellaron también la trayectoria y vida de Audrey Hepburn. Actriz camaleónica, interpretó a la inolvidable princesa Ana en Vacaciones en Roma, a una ciega en Sola en la Oscuridad y también dio vida para el cine a una monja. Fue la dulce Sabrina y Eliza Doolittle en My fair Lady, pero quizás su personaje más legendario fue el de Holly Golightly que bordó en el filme de Blake Edwards Breakfast at Tiffany’s (Desayuno con diamantes). Hija de un industrial irlandés y de la baronesa holandesa Ella van Heemstra, su infancia estuvo marcada por la tragedia de la guerra, el abandono de su padre, a lo que se unió el frío trato que le dispensó su madre. Vivió sus primeros años en Holanda, donde inició sus primeros estudios, que tuvo que interrumpir y continuar en Londres al divorciarse de sus padres en 1938. Sin embargo, al año siguiente y a consecuencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial, regresó a Holanda junto a su madre donde aprendió ballet clásico.

En 1948, regresaron a Londres y se matriculó en cursos de ballet al mismo tiempo que concluía sus estudios de Arte Dramático y Danza, que simultaneó con su trabajo como modelo de publicidad. En 1951 le llegó su gran oportunidad cuando se fijó en ella la novelista francesa Colette, mientras estaba rodando en París, y le ofreció un papel en su comedia musical Gigi, que estrenó en Broadway. La crítica neoyorquina elogió su trabajo y a partir de este momento comenzó en Hollywood una carrera cinematográfica imparable.

En 1952, contratada por la productora Metro protagonizó, junto a Gregory Peck, la comedia «Vacaciones en Roma», donde interpretó de forma magistral a la princesa Anna. Este papel le valió al año siguiente los tres premios más codiciados: el Óscar de la Academia, la Medalla de Oro de la revista «Picturegoer» y el Premio de la Crítica de Nueva York.

En 1954 rodó Sabrina a las órdenes de Billy Wilder, personaje con el que marcó una época al establecer un prototipo de mujer elegante, sofisticada y esbelta. En esta cinta compartió elenco con Humphrey Bogart y William Holden, con quien mantendría un idilio que no acabó en boda dado que el actor no podía tener hijos al tener hecha una vasectomía y esa era la condición de la actriz.

Dos años más tarde, intervino con el que ya era su marido, Mel Ferrer, en el filme Guerra y Paz, dirigido por King Vidor.

En 1957 comenzó su colaboración con unos de los grandes realizadores del momento en Hollywood, Stanley Donen, quien la dirigió en su obra maestra Una cara con ángel, en Charada, que protagonizó junto a Cary Grant, y en «Dos en la carretera», convertida ya en uno de los grandes clásicos de la comedia romántica.

Pero en 1959 le llegó el que posiblemente fue su papel más complejo: Historia de una monja, película por la que quedó profundamente marcada por el rodaje en África y donde volvió a acaparar los premios del año excepto el Óscar.

En 1961 protagonizó junto a George Peppard Desayuno con diamantes, basada en la novela de Truman Capote realizando una genial interpretación dirigida por Blake Edwards. Pero fue en 1964 cuando dio vida a uno de los personajes más legendarios de su carrera en la obra maestra de George Cuckor, My fair lady, una de las películas musicales más caras rodadas en aquel momento. En 1976, intervino en la que fue una de sus últimas cintas Sola en la oscuridad, en la encarnó a una ciega, antes de retirarse del cine para dedicarse al cuidado de sus hijos.

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