Diario de León
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maría d. valderrama

Cuesta pensar que de una sonrisa infantil y una mirada dulce han salido monstruos, pero todo resulta enigmático en Leila Slimani, premio Goncourt 2016, cuya atracción por la perversión esconde una confianza inquebrantable en el ser humano: «No creo en los monstruos», dice en una entrevista con Efe.

Antes de empezar la entrevista, Slimani dice que prefiere ceñirse a hablar de literatura: «Es un error que un escritor se convierta en comentarista». Pero como todo es política, al final no se contiene.

Comprometida con la defensa de los derechos sexuales en Marruecos y madrina de una asociación de reinserción de prisioneros en Francia, Slimani (Rabat, 1981) ve en la cultura y la educación la herramienta para recuperar a los marginados. «No creo en los monstruos, no creo que debamos dejar a la gente vivir fuera de la sociedad. Siempre hay que intentar atraerlos de nuevo hacia nosotros», dice esta creadora de ogros literarios.

Louise, protagonista de la escalofriante novela Canción dulce, que le valió el Goncourt en 2016, la liberó. Aquella niñera miserable, solitaria e incomprendida, que asustó a los padres del París más «bo-bo» (bohemio-burgués), le valió un premio que le ha permitido seguir escribiendo de lo que le ha dado la gana.

Porque Slimani presume sobre todo de ser una mujer libre. Su discurso es tan tajante como las palabras que dan forma a sus antiheroínas.

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