Diario de León

«Franco era anodino, pero astuto»

Eslava Galán recrea una historia real que parece ficción en ‘La tentación del Caudillo’

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fernando prieto arellano

Los primeros momentos tras el final de la Guerra Civil son un periodo trágico en infinidad de aspectos pero salpicado también de momentos extravagantes, estrambóticos, increíbles y sin embargo, completamente ciertos, según nos narra Juan Eslava Galán en su última novela.

En La tentación del Caudillo. Nueve meses que no estremecieron al mundo (Planeta) Eslava Galán nos presenta una España arrasada recién concluida la contienda; un país devastado física y anímicamente, en donde en torno a la figura, casi sacralizada, de Francisco Franco surge una corte de los milagros, plagada de arribistas, místicos de nuevo cuño y pícaros de toda laya.

Una corte milagrera dos de cuyas figuras más prominentes son completamente reales e históricas: la propia esposa de Franco, Carmen Polo, y un fraile benedictino, Fray Justo Pérez de Urbel, quien fue el primer abad de la Basílica del Valle de los Caídos.

La erudición del fraile sobre la Edad Media, trufada con un sobrevenido misticismo acerca de la figura del caudillo, le llevarán a montar (con el desmesurado interés de su esposa), una estrambótica búsqueda de una joya con poderes mágicos que pudo haber pertenecido al rey Salomón. En tanto, Franco quiere entrar en la recién comenzada guerra mundial al lado de Hitler para obtener lo único que en aquel precisamente momento e interesaba: trozos del pastel norteafricano entonces en manos francesas y que el dictador consideraba como irredentas. «Franco era soso, muy soso. No confiaba en nadie. Era anodino pero astuto. Era un gallego descreído con todo. En lo único que cree es en que tiene la oportunidad histórica de fundar un imperio, una idea, de la que luego con el tiempo se irá desengañando», cuenta Eslava en entrevista con Efe.

Lo que se cuenta en la novela, o «ensayo novelado», como también la denomina Eslava (que incluso salpimenta sus voluminosas 800 páginas con notas al pie, al más puro estilo ensayístico), «es real». Y también es «real» -comenta- que muchos de los generales franquistas irán aflojando sus ansias imperiales a medida que «van cediendo a la tentación de los sobornos para no entrar en la guerra» que les hicieron sobre todo los británicos y que, como recuerda Eslava, ha estudiado con profusión el historiador Ángel Viñas.

Eslava nos presenta también una narración con grandes dosis de fino y negro (o por lo menos «gris», como dice él mismo) humor, lo que hace menos amargo el trago de volver a encontrarse una España atestada de muertos de hambre y de muertos cada noche o cada madrugada fusilados ante un paredón.

Con el hambre, como en tantas otras veces en la historia de España, surge la picaresca, y con ella «la desvergüenza», porque aquella «era una realidad absolutamente siniestra». Por ello, considera Eslava «es muy necesario el humor, porque aclara mucho las cosas, que de este modo pierden esa solemnidad falsa y ya se dejan ver tal cual».

Eslava considera que «siempre se está politizando la historia» y en época de Franco «hubo un sahumerio continuo» hacia su figura y en parangón con ciertos episodios del pasado español, sobre todo de aquellos que reforzaban esa idea de «imperio» tan del agrado del dictador y sus acólitos. «Aun no hemos sido capaces los españoles de analizar de manera libre y desapasionada» la etapa franquista, señala Eslava, para quien lo ideal sería «escribir libros de historia sobre hechos de hace 2.000 años pero tratados como si hubieran sucedido ayer, y libros sobre hechos de ayer pero tratados como si hubieran sucedido hace 2.000 años». Y pone como ejemplo el cine histórico que se hacía entonces, sobre todo en la primera década del franquismo y que era puro cartón piedra, y el cine histórico sobre la Guerra Civil y la posguerra que se hace ahora.

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