Diario de León

«Mi gran obra es mi familia»

l Tomás García Yebra va ‘En busca de Miguel Delibes’, un libro diferente sobre el célebre escritor

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León

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verónica viñas

Había leído buena parte de su obra, pero tenerle delante, al maestro, al gran Miguel Delibes, era cosa bien distinta. Luego le entrevistaría en varias ocasiones. El periodista de ascendencia leonesa Tomás García Yebra tuvo el atrevimiento de anunciarle que algún día le dedicaría un libro. Por entonces acabada de sacar el ensayo Desmontando a Cela. «Delibes se me quedó mirando y sonrió. No dijo nada más».

Para García Yebra, Delibes es, sencillamente «una persona irrepetible, fiel a una mujer, a un periódico y a unas ideas». Le resulta tan chocante que el ensayo En busca de Miguel Delibes a punto estuvo de titularlo Los valores que ya no están de moda.

Sabe que sobre Delibes se ha dicho casi todo. Pero para este periodista que dejó la sección de Cultura de la agencia Colpisa para dedicarse a impartir talleres de escritura y abrió una librería en Las Navas del Marqués que atiende en vacaciones y fines de semana, «lo importante no es el qué, sino cómo se cuenta».

Resulta difícil ser original cuando un personaje está tan ‘trillado’, pero a García Yebra se le ocurrió instalarse en Urueña, la Villa del Libro, desde donde comenzó a recorrer los mismos itinerarios de las novelas del autor de Cinco horas con Mario.

Cuenta que en Urueña, de pronto, empezó a cruzarse con personajes que se parecían al cazador, a Paco el bajo o al señorito Iván.

García Yebra tuvo el atrevimiento de defender La sombra del ciprés es alargada, primera novela de Delibes, que el propio autor detestaba. «Yo le dije que era una de sus mejores novelas, incluso con sus defectos. Esta escrita con tal fuerza vital que es mejor que Parábola del náufrago, que es una imitación de la literatura sudamericana de los sesenta». Cuenta el periodista que La sombra del ciprés es alargada era el único libro que Delibes no quería que leyeran sus hijos. La pregunta es obvia: ¿Por qué? «Porque en ella se desnuda, se mira ante el espejo y no se gusta».

García Yebra siguió los pasos de Delibes por caminos, montes y ríos, acompañado por amigos del autor de Los santos inocentes. Así recorrió los escenarios del Ciprés con José María Muñoz Quirós; y Valladolid con Miguel Ángel Corral y con Ramón García Domínguez, el mejor biógrafo de Delibes. También mantuvo largas conversaciones con Elisa y Adolfo Delibes. Estuvo en la casa de Sedano donde veraneaba el escritor que este mes habría cumplido cien años.

García Yebra analiza la obra de Delibes desde una óptica muy personal. No ha olvidado que el escritor le enviaba una tarjeta de agradecimiento siempre que le hacía una entrevista. «Lo hacía con todos. De hecho, todos los periodistas que le conocieron tienen una opinión favorable de él. Era la elegancia personificada», dice. «Un hombre de una pieza; sin fisuras, como pocos he conocido».

«Elisa Delibes me contó que en la última etapa, cuando ya tenía un cáncer diagnosticado, se había vuelto un maniático y era más egoísta. Tenía sus defectos, como todos los eres humanos».

García Yebra, que desmontó a Cela, aunque considera inmortales sus primeras novelas —La familia de Pascual Duarte, La colmena o El viaje a la Alcarria— le parece lo contrario de Delibes. «A Cela no hay por dónde cogerlo, mientras que en Delibes la persona y el escritor van unidos».

El periodista ha leído prácticamente toda la obra de Delibes, además de sus críticas de cine y sus crónicas de fútbol en El Norte de Castilla, donde empezó como caricaturista.

«Mi gran obra no son mis libros, sino mi familia», decía Delibes. Y García Yebra lo pudo comprobar. «Elisa reúne en su casa en Nochebuena a 56 Delibes. Comparten muchas cosas juntos. Son una auténtica piña».

En su ensayo, García Yebra destaca que Delibes tenía un gusto por la palabra como pocos escritores. «Escogía siempre la más certera y bonita».

La figura de Delibes era ciertamente alargada. En la primera entrevista que le hizo el periodista, el escritor le preguntó si era familia de Valentín García Yebra. Como la pregunta solía ser habitual, a García Yebra le hacía gracia inventar parentescos y no dar más explicaciones. «Unas veces constestaba que éramos primos, otras que era mi tío o mi padrino». Al único que le dijo la verdad fue al autor de El hereje. Sin embargo, le contó que conocía al filólogo y que también su familia procedía de la misma comarca que el académico de Lombillo de los Barrios.

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