Diario de León

«Hemos cambiado la brújula de la necesidad por el consumo»

Luis Salvador López Herrero, psicoanalista y médico es el impulsor del seminario. RAMIRO

Luis Salvador López Herrero, psicoanalista y médico es el impulsor del seminario. RAMIRO

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

ana gaitero

LEÓN

Luis Salvador López Herrero, médico de familia, psicoanalista y autor de libros como ‘La cara oculta de Salvador Dalí’ y ‘El infierno de los malditos’, dirige este año una nueva edición de los Seminarios de Psicoanálisis. Teoría y clínica psicoanalítica tititulado en esta ocasión Pasiones y ética del deseo. «Nuestro pensamiento alrededor de la cura nos dirigirá ahora hacia la ética, del mismo modo que plantear un antídoto sobre el mal o la maldad es también un modo de relanzar el deseo hacia un camino inédito a interrogar», señala el fundador y presidente del Círculo Psicoanalítico de León.

—Dice que vivimos en una época gobernada por los acontecimientos, ¿no ha sido así siempre?

—Si entendemos la palabra acontecimiento como un suceso singular cuya acción modifica el sentido de la historia, lo social o la cultura, entonces es evidente que no hay época que no haya conocido acontecimientos. Ahora bien, nuestra época tiene la particularidad de estar asentada en el acontecimiento, siendo éste el verdadero motor de nuestro marco social. Es lo que denominan como «crisis interminable o permanente». De la crisis financiera a la económica y social, pasando por la pandemia o el temor ahora, de un posible conflicto bélico, hay que pensar que estamos instalados, desde hace tiempo, en el azar y sus consecuencias de incertidumbre, temor o ansiedad generalizada, que vive la población.

—¿Hay tremendismo también en el ámbito de los deseos?

—El tremendismo o exageración de los sucesos de la realidad es uno de los mecanismos que utilizan los seres humanos para resaltar la importancia, el valor o la singularidad de lo que les acontece y tienen que afrontar, sea en su vida personal o etapa histórica, con respecto al resto de individuos o de épocas. Es así una exaltación del yo, de sus infortunios y capacidades. Pero lo que pienso es que en el mundo occidental estamos bastante mal acostumbrados y tendemos a angustiarnos en exceso, porque hemos cambiado la brújula de la necesidad por la del consumo y el bienestar sin límites. Lo cual hace que, a veces, se demande lo imposible.

—Su seminario pretende relanzar el deseo en medio de la confusión. ¿Cuáles son los ejes para hacerlo?

—El vehículo esencial es la palabra, como no puede ser de otra manera, pero también su transmisión a lo largo del Seminario de que sólo la palabra, aislada, sin una experiencia que la sustente y dé vida, no tiene posibilidades de efectos psíquicos auténticos, que es de lo que se trata.

—¿Qué aspectos de las pasiones y el deseo va a abordar el seminario en esta edición?

—Interrogar las pasiones (amor, odio, envidia, celos, ira, soberbia…) y lo que las gobierna, en aras de canalizar sus efectos tóxicos en otra dirección, invita a liberar ese sufrimiento hacia otra dimensión, que no es propiamente la del bienestar, la del placer, la de la felicidad o la armonía, sino la del deseo. Habrá que ver entonces, de qué se trata verdaderamente en psicoanálisis cuando se nombra la palabra «deseo».

—¿Me puede dar una pista de qué es el deseo?

—Le pongo mi ejemplo. Llevo bastantes años hablando y escribiendo para muchos, y es cierto que son bastantes los que me oyen o me leen; algunos dicen que me entienden, otros no. Pero son pocos los que verdaderamente escuchan. Y aún así, continuó.

—El ser humano ha alcanzado un gran desarrollo tecnológico y científico, incluso social, pero no tanto moral. ¿Tiene que ver con esto la ética del deseo que reivindica?

—¡Por supuesto! Fíjese que las pasiones del hombre moderno son exactamente las mismas que las del hombre de las cavernas. Nada ha cambiado en este sentido, por más que hayamos viajado a la Luna, curemos algunas enfermedades o tengamos cierto confort doméstico. Sin embargo, nuestra época precisa de un estilo de vida diferente, una posición subjetiva distinta con respecto a los demás y el mundo que hemos creado, y el psicoanálisis puede y debe ayudar en este sentido. Ahora bien, sabemos también que es preciso modificar el modelo político e institucional, porque es completamente obsoleto para la época en que vivimos.

—¿En qué lugar se debe situar el deseo cuando se enfrentan situaciones vitales como tener descendencia por reproducción asistida o los cambios de sexo?

—Hace mucho tiempo que tanto la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis como la Asociación Mundial de Psicoanálisis, vienen defendiendo que es preciso esclarecer el deseo en juego antes de tomar decisiones con respecto a los asuntos de cambio de sexo, adopciones o los diferentes métodos de reproducción asistida, con escaso éxito en su labor. Y es lamentable, porque el deseo en juego es lo que garantizaría el valor del acto y sus posteriores consecuencias.

—¿Qué ocurre cuando los deseos de uno —prostitución, vientres de alquiler— comprometen la dignidad de otras personas?

—Nadie puede obligar, si el sujeto admite esa posibilidad habría que debatir si se puede o se debe regularizar o se debe prohibir. No existe una respuesta absoluta. Respecto a la reproducción, la ciencia abre un nuevo campo de posibilidades al ser humano que a veces hay que preguntarse si es ético. Abre un campo de relaciones y satisfacción de anhelos que no hay que confundir con el deseo en el sentido psicoanalítico.

—La ciencia y el dinero...

—Como he dicho, vivimos en una sociedad dedicada al consumo y tan habilitada con derechos que parece que todo se puede conseguir. Y cuando entra en la aceptación social surge la demanda de que se costee con el dinero de todos.

—¿Cómo se observa la pandemia desde el psicoanálisis?

—Como un estallido salvaje de creencias y de rituales ancestrales. Cuando aparece lo real, el azar, y se pierden las seguridades que aportaba el conocimiento, el ser humano tiende a agarrarse ciegamente a lo más insospechado a la vez que se niega lo más evidente. Creo que internet y las redes han facilitado demasiado el extravío de la tribu.

—¿Se ha resentido esta terapia debido a la merma de la presencialidad derivada de la pandemia?

—Evidentemente que todos hemos padecido las consecuencias del aislamiento, aunque rápidamente hemos tratado de crear dispositivos de apoyo con medios tecnológicos; en mi caso, a través del contacto telefónico. Sin embargo, en cuanto ha sido posible se ha restablecido el encuentro físico, porque la presencia del cuerpo es esencial en este tipo de tratamientos.

tracking