Diario de León
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León

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josé enrique martínez

«Filoturista o filotelúrica», así la definió su padre si hacemos caso a uno de los poemas de Marta del Riego, bañezana que ejerció como corresponsal en Londres y Berlín y como periodista en varios medios de renombre; novelista también y autora de algún libro de viajes, reaparece con un poemario sorprendente, atrevido y atractivo a la vez, en el que se funden cuento y canto, narración y sucesión versal. Marta del Riego descubre su faz poética con un libro que excita la curiosidad apenas se comienza la lectura, por otra parte, dinámica como la propia marcha rítmica de los poemas. Voz de mujer, no porque sea una mujer la que escribe los poemas, sino porque estos se centran en la mujer en todos sus estadios, de niña a adulta y a madre. Es la mujer la que habla en los poemas de la que se habla, de la que se trasmiten pensamientos, temores, «heridas que tardan en curar», sumando hechos, esfuerzos, sacrificios en la sociedad patriarcal tradicional, actitudes, diálogos posibles o imaginarios en una mixtura que seduce porque hace de esta poesía algo diferente, hasta el punto de que no le encontramos parecidos evidentes.

Amante de la tierra como se ha definido, uno de los versos de Marta del Riego dice: «yo solo quiero escribir sobre la tierra». Las escenas o historias que cuentan los poemas hablan, entre otras cosas, de pastores, maíz, azadas, jabalíes, «percherones de crines largas», seres crecidos en la tierra, duros, ásperos, mujeres sacrificadas en el hogar o que se queman por dentro como «flores de sangre sobre la hierba»; en fin, la tierra labrada, el ámbito rural, familiar, la tierra «el único lugar donde siempre quisieras regresar», aquel que reconstruye la mecánica de la memoria. Lo expresado no se opone al río de cultura que corre oculto o de forma expresa. Ruralidad y cultura se asocian, por ejemplo, en los homenajes a Claudio Rodríguez, Yeats, Leopoldo María Panero y al compositor y músico Randy Newman. Otra característica ya anunciada es el sesgo narrativo de los poemas; la propia poeta lo precisa en algunos arranques poéticos que hablan del acto de «contar»: «Esto que cuento no es de dominio público», «empiezo de nuevo el cuento», «yo lo contare así»; y en efecto, cada poema relata una escena real o imaginaria o la sugiere; de esta forma, el poema, mantiene una inflexión narrativa que es una de las singularidades de esta obra en la que poemas como El hombre del bosque son ciertamente memorables.

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