Diario de León
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León

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josé enrique martínez

En 1979 publicó Tomás Sánchez Santiago su primer libro, Amenaza en la fiesta, y en 2016 Pérdida del ahí: cerca de cuarenta años entregados a la escritura poética, con la decidida voluntad de crear una marca personal inconfundible en la que priman el rigor formal, la búsqueda de lo distinto, el lenguaje otro de la poesía. En diferentes ocasiones me he ocupado de la poesía de Sánchez Santiago en estas páginas, una poesía que ahora vemos reunida en Este otro orden, un título que conecta con el de un poemario anterior, El que desordena (2006), muy propios los dos de un poeta cuya pretensión es, entre otras cosas, desordenar lo habitual y consabido para crear un orden diferente, otro orden. Pero en este momento prefiero, más que expresar mis ideas sobre la poesía del autor, sintetizar las de la introducción de Álvaro Acebes, un estudio que, como el que escribió José Manuel Trabado para la antología Cómo parar setenta pájaros (2009), resulta imprescindible.

Tras diseminar algunos términos valorativos de la poesía de Sánchez Santiago, como intensidad, coherencia, exigencia e indagación, Álvaro Acebes desgrana una serie de ideas que nos acercan a un mejor entendimiento de la poesía del autor. Se trata de un mundo poético ligado al espacio y el tiempo de la niñez, elaborados narrativamente en la novela Calle Feria, «espacio mítico y personal». Cobra relevancia, por ello, la memoria, frecuentemente unida al dolor, que actúa contra «los efectos demoledores del tiempo». Es una poesía que atiende a los objetos, adquiriendo singular importancia la mirada, no para reposar en la superficie, sino con el fin de sorprender el misterio que en ellos anida. Acebes resalta, asimismo, la «tensión entre la soledad de la conciencia, ligada a la memoria, y la lucha por dignificar la realidad a través del lenguaje». Las páginas que dedica al tratamiento del lenguaje por el poeta son excelentes. Cuaja la idea de que sirviéndose de las palabras usuales y violentándolas «mediante asociaciones insólitas y originales», el poeta nos hace ver las cosas de modo diferente, resistiéndose así a los lenguajes del poder y de lo establecido. Acebes alude, de igual modo, a la liberación progresiva de los marcos métricos convencionales, así como a la creación de un «ritmo personal», propio de quien se mantiene a la escucha, para sorprender en la palabra oída «la armonía secreta» desprendida de la materia y de las palabras que llegan al oído.

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