Diario de León

Hitler, Franco, la guerra y Las Meninas

l Javier Alandes presenta la ucronía ‘Los guardianes del Prado’

ana escobar

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carla aliño

Partiendo de un hecho histórico real, como fue el traslado de los más destacados cuadros del Museo del Prado a Valencia en noviembre del 36 tras el estallido de la Guerra Civil, Alandes (Valencia, 1974) desarrolla una novela de ficción que busca trasladar al lector la importancia del arte. «El arte cuenta quiénes fuimos y no podemos mirar adelante si no miramos atrás», defiende Alande, quien afirma que todo el arte que se pierde en un conflicto «lo perdemos toda la Humanidad», mientras se pregunta «qué estará ocurriendo en los museos de Ucrania» y «con las obras de arte del museo de Odesa» tras la invasión rusa.

Así lo asegura el escritor durante un recorrido con periodistas por los escenarios de la novela, que Espasa pone a la venta este jueves, y que discurre por lugares como las Torres de Serranos o la iglesia del Patriarca, donde se guardaron las obras del Prado, así como el Palacio de Benicarló o el Palau de la Generalitat, que fueron sede del Gobierno de la II República.

«No trato de hacer una novela de bandos buenos y bandos malos» ni tampoco «un tratado histórico o político», afirma el escritor, quien insiste en que esto es «una novela de ficción histórica y aventuras», aunque más allá de eso, le gustaría que los lectores pudieran «recordar o conocer» este capítulo de la historia de España. Para Alandes, «que un patrimonio de la Humanidad se sacara de un museo para trasladarlo a otro sitio, con los peligros que ello conllevó, es algo que todos deberíamos conocer», y es que a Valencia llegaron unas 600 obras del Prado, entre ellas «Las Meninas», «Los fusilamientos del 3 de mayo» de Goya o el retrato de Carlos V de Tiziano.

Las que estaban mejor protegidas se almacenaron en las Torres de Serranos, una de las dos puertas fortificadas de la muralla medieval de Valencia que todavía se conservan, mientras que el resto, entre ellas «Las Meninas», se guardaron en la iglesia del Patriarca, un edificio renacentista construido entre los siglos XVI y XVII.

La novela arranca en los albores de la Guerra Civil, con el encargo que hace Franco al general Gallardo, hombre de su confianza, para que negocie el apoyo de la Alemania nazi a favor del ejército sublevado.

La contrapartida que exige Alemania será, por un lado, la rica colección numismática del Museo Arqueológico Nacional por mandar la aviación para bombardeos, y por otro, el «Autorretrato» de Durero que descansa en el Prado y «Las Meninas», a cambio de enviar a las tropas terrestres del ejército del III Reich.

Gallardo acepta ese trato por su cuenta y riesgo y, junto a un grupo de hombres sin escrúpulos, orquesta un plan para hacerse con todo ese patrimonio y entregarlo a los nazis, sin saber que el destino va a envolver en esta conspiración a una serie de personas que tratarán de evitarlo.

La acción situada en la Guerra Civil se combina con otra que transcurre entre 1980 y 1981, cuando el periodista Fernando Poveda encuentra una fotografía de un grupo de personas junto a «Las Meninas» tomada en la iglesia del Patriarca y decide tirar del hilo de esa historia.

Y es que ese lugar escondió el famoso cuadro de Velázquez y fue al que el Gobierno republicano invitó al que fuera director del Museo Británico, Frederic G. Kenyon, para demostrarle el buen estado de los cuadros, tras sus críticas por el traslado de las obras. «Cuando entra en el Patriarca, han colocado ‘Las Meninas’ en la recepción de la iglesia para que vea que está en perfecto estado», explica Alandes, quien recuerda que la foto que se hizo de ese momento es poco conocida en España pero «mundialmente famosa», y le sirvió de excusa para que los protagonistas de la novela se hagan también una foto, que es la que encuentra el periodista en 1980.

Según Alandes, su intención como novelista «no es hacer ucronías ni cambiar la historia», y por ello, todo lo que es realidad está contado en el libro tal y como ocurrió, mientras que sobre lo que se desconoce de la historia se ha permitido «hipotizar» respecto a lo que pudo pasar. Para ello ha llevado a cabo un proceso de documentación «extensísimo», y a partir de ahí ha creado una historia de ficción que trata de ser que ser «verosímil y entretenida», pero a su vez «encajar perfectamente con la realidad sin tergiversarla». «’Las Meninas’ siguen estando donde estaban y por tanto no se las entregaron a los nazis, pero ¿por qué no podría haber ocurrido y, al final, las cosas salieron medio bien?», plantea.

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