Diario de León
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León

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alfonso garcía

El nieto, que quiere ser escritor, acompaña a su abuelo en el hospital. «Me quedan menos días que páginas por leer», dice, en referencia al libro que tenía sobre la mesita. Porque el abuelo era un buen lector y poeta, aunque afirma que «escribía pequeñas reflexiones. Nada más», algunas de las cuales salpican, de forma destacada, estas páginas. Lo cierto es que sus abuelos —se habían conocido en un hotel, él como ascensorista, ella como cliente— regentaban el suyo propio: un hotel familiar, del que la mayoría de clientes opina que «es un hotel increíble»: «No era lujoso. En cambio, era muy acogedor». El Hotel Eloísa «se llamaba como mi abuela», que, por cierto, hacía una tarta de manzana de chuparse los dedos.

Lo más sorprendente del Hotel Eloísa, sin embargo, es que «tiene un magnetismo especial para atraer a huéspedes muy singulares: hombres, mujeres, niños, niñas… se alojarán en este sorprendente lugar. Desde un hombre disfrazado de salchicha a un distinguido caballero dispuesto a alquilar todas las habitaciones, una para cada noche».

Dicho esto, fácilmente se desprende que el lector encontrará en el hotel cosas, clientes, situaciones e historias raras. Muy raras. Estrambóticas. El humor y la imaginación sin límites suben hasta los hermosos reinos del disparate. Todo ello contado con sencilla fluidez y naturalidad, con abundancia de diálogos, entre «sordos» con frecuencia.

Las ilustraciones, necesarias en el tramo infantil, son originales, simpáticas, colorista, esquemáticas, complementarias. Hermosas, en definitiva.

Una edición impecable, exquisita. Hace honor al premio.

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