Diario de León

EL IMBORRABLE RASTRO MADRILEÑO DE AVA GARDNER

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Del Museo Chicote al Hotel Hilton pasando por la plaza de toros de Las Ventas y un sinfín de rincones de Madrid, en todos ellos la huella de la actriz Ava Gardner permanece imborrable al paso del tiempo de modo que, en la actualidad, su figura se vincula más a la capital de España que a Grabtown (en el Estado de Carolina del Norte), donde nació el 24 de diciembre de 1922, una siglo hace ya.

Tan indudable era su aura de diva, excéntrica como pocas estrellas de Hollywood, como su pasión por Madrid y lo que encontró en esta ciudad, donde fijó su residencia en 1953 tras el rodaje de ‘Mogambo’, coprotagonizada junto a Clark Gable y Grace Kelly, después de encarnar a la bailarina española María Vargas, un papel para el que dio clases de flamenco y asistió a sus primeras corridas de toros.

Al establecerse en Madrid y con el paso de los años viviendo en diferentes lugares de las zonas más exclusivas, Ava Gardner demostró que el amor no es patrimonio exclusivo de lo humano, sino que también puede tener que ver con lo urbano.

A día de hoy pocos dudan de que lo que sintió la estrella del cine por Madrid no fue un arrebato, sino un largo idilio que se consagró durante los casi 14 años que pasó en la capital entre hoteles, chalets, áticos y salas de fiesta.

La vida madrileña de Ava Gardner está repleta de anécdotas excesivas que encumbraron su figura hasta la categoría de mito. Nadie más que ella hubiera vivido, en sus inicios, en la suite presidencial 716 del Castellana Hilton, hoy reconvertido en el hotel Intercontinental, situado en el número 49 del paseo de la Castellana.

Los últimos años antes de mudarse a Londres los pasó, en cambio, en un ático de El Viso, vecina del exiliado expresidente argentino Juan Domingo Perón, al que incomodaba una noche sí y otra también con fiestas en su casa hasta bien entrada la madrugada.

Tampoco es fácil imaginar a alguien más que a ella parando, descalza y con varias copas de más, a un camión de la basura para que la llevase hasta la céntrica plaza de Callao, un episodio que ejemplifica a la perfección su paso por Madrid.

Del ‘animal más bello del mundo’, tal y como se la apodó, se decía que tenía un carácter directo y desenfadado y se sabe que sentía una especial predilección por la vida nocturna, y así lo atestiguan fotografías durante largas veladas en rincones míticos de la capital, como el Museo Chicote o el tablao flamenco Villa Rosa, donde tomaba uno de sus tragos favoritos: la cerveza con whisky.

Ava Gardner no solo se limitó a vivir la vida —y la noche— frenéticamente, ganándose para siempre una butaca en el salón de la fama de la juerga capitalina, también se interesó genuinamente por el folclore y la tradición española, a partir de su inicial transformación pasajera —o eso creyó ella— en María Vargas.

De su pasión por los toros y las tardes en los tendidos de la plaza de Las Ventas nació su relación con el diestro Luis Miguel Dominguín, con quien tuvo un sonado romance que solo terminó cuando este la dejó para casarse con Lucía Bosé, todo ello antes de que la estrella norteamericana viviera otros idilios igual de sonados con el multimillonario Howard Hughes o el cantante Frank Sinatra.

La vida madrileña de Ava Gardner terminó en 1967, cuando decidió irse a vivir a Londres, dejando un sinfín de mitos y anécdotas que hoy permanecen en el recuerdo de cinéfilos y curiosos pese a que han pasado 55 años.

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