Diario de León

Jim Morrison, el poeta antes de la estrella

Cuando faltan menos de tres semanas de los 50 años de la muerte de Jim morrison, una biografía rastrea el influjo de los autores malditos en el líder de The Doors.

Jim Morrison, líder de The Doors

Jim Morrison, líder de The Doors

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León

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iñaki esteban

Aos 14 años ya había leído ‘En el camino’ de Jack Kerouac, la novela que desde su publicación en 1957 se convirtió en la seña de identidad de los beatniks, los precursores de la contracultura. Entre los seres reales transmutados en personajes se encontraban, dentro de ese libro, Neal Cassidy y los escritores Allen Ginsberg y William S. Burroughs. Fueron los primeros héroes de Jim Morrison, «los locos por vivir, los locos por hablar, los locos por salvarse, deseosos de todo a la vez, los que nunca bostezan y nunca dicen obviedades, sino que arden, arden, arden», resumió el cantante de The Doors. Morrison, alma e imagen de The Doors, fue un letraherido precoz.

A la misma edad, él y uno de sus amigos del instituto cogían los sábados un autobús para acercarse a San Francisco, a cincuenta kilómetros de donde vivían, en Alameda (California). Allí visitaban la librería City Lights del poeta Lawrence Ferlinghetti, centro de reunión de la Generación Beat, donde para ellos estaban los ejemplos sobre cómo vivir y cómo escribir. A través de Walt Whitman, Rimbaud, Nietzsche y los existencialistas, Morrison recorrió la literatura y la filosofía que dieron forma a la conciencia rebelde de los sesenta. Gracias a esas lecturas, las letras de sus canciones adquirieron una dimensión distinta, más poética que las habituales historias de amor y desamor corrientes en el mundo del rock.

«Los coches, llenos de ojos, pasan arrastrándose/ Las farolas derraman un brillo hueco/ Tu cerebro parece magullado con un asombro entumecido/ Aún queda otro sitio al que ir», cantaba en Soul Kitchen, tema luego versioneado con mucha elegancia por Patti Smith y por Echo & The Bunnymen.

Con el 50 aniversario de su muerte a la vista, el próximo 3 de julio, Alberto Manzano acaba de publicar Jim Morrison. Cuando la música acabe apaga las luces (Libros Cúpula), en el que dedica la primera parte a las influencias literarias del ídolo rockero que falleció en París a los 27 años.

Con una oveja en brazos

«El primer compositor que hizo poesía en sus canciones fue Bob Dylan. Morrison vino después. Publicó poemas y prosas poéticas, como también lo hicieron Leonard Cohen y Patti Smith», explica Manzano. Todos ellos fueron poetas antes que estrellas.

Una de sus influencias fue Antonin Artaud, creador del ‘teatro de la crueldad’, el que «apuesta por el impacto violento en el espectador», según las palabras del dramaturgo francés. Manzano recuerda que en algunos de sus conciertos aparecía vestido de soldado. Le ametrallaban y caía al suelo. Resonaba la crítica a la Guerra de Vietnam.

En uno de sus últimos conciertos, en Miami, salió con una oveja en brazos e invitó al público a que subiera al escenario. Se montó un lío considerable de orden público con esta performance. «Fue uno de los cantantes que definieron el rock teatral», argumenta el autor del libro. Muchos años antes montó un numerito que le llevó a comisaría. Robó el casco de un policía mientras se peleaba a paraguazos con unos amigos.

«Un poeta se convierte en un visionario a través de una larga, ilimitada y sistemática desorganización de todos los sentidos», escribió Rimbaud en una carta a Paul Demeny. El cantante se tomó la frase al pie de la letra. Estudió primero en dos universidades de Florida. Su profesor de Literatura estaba convencido de que había sido el único de su clase que había leído y comprendido el Ulises de Joyce. Pensaba que Morrison se inventaba los títulos de los libros que decía leer. Lo comprobó y, efectivamente, existían.

En 1964 se matriculó en Cine en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA). En clase coincidió con Francis Ford Coppola, que incluyó el legendario tema de The Doors The End en su no menos mítica película Apocalypse Now. Junto con su compañero de cuarto, Max Schwartz (luego conocido como el Poeta Loco de San Francisco), realizó su primer cortometraje, First Love, basado en su relación con Mary Weberlow.

En ese primer año en la UCLA, escribió sus reflexiones en torno al «cine como arte». «La cámara, como el dios que todo lo ve, satisface nuestro anhelo de omnisciencia. Espiar a otros, desde esta altura y ángulo: peatones entran y salen de nuestro objetivo como raros objetos acuáticos.

El rifle del francotirador es una prolongación de su ojo», se lee en una de ellas.

Poco antes de que se encontrara con Ray Manzarek, también estudiante de Cine en UCLA y teclista con el que fundó The Doors, se hizo una ‘autoentrevista’ en la que escribe: «Mis héroes son artistas y escritores. La auténtica poesía no dice nada, sólo indica posibilidades. Abre todas las puertas. Puedes cruzar cualquiera que te vaya bien. Si mi poesía pretende algo, es liberar a la gente del limitado modo en que ven y sienten».

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