LA fresa de almanza

Después de cinco años duros para el negocio de las setas «porque de 2014 a 2018 la climatología no fue nada buena», a David Albalá se le ocurrió apostar por recuperar cultivos tradicionales de verano como la fresa.

Ahora es su tercer año con una producción y un cultivo bastante controlado de fresa de Almanza se ha hecho un hueco en el comercio local aunque el 50% se vende fuera (Asturias, Cantabria y País Vasco).

«A la gente le gusta la fresa comercial del sur pero cuando prueba la nuestra se acuerda del sabor de la fresa de verdad», dice orgulloso. Y entre un cultivo y otro, también se dedica al arándano.

Todo es ecológico. «No hay una sola gota de químicos en nuestras plantaciones», asegura. «Hay un excedente de fresa importante al que se necesita dar salida y no quiero ir solo a transformarlo en mermelada. Me gustaría innovar y hacer más cosas con la fresa».

En el fondo, el secreto de un buen producto en estos casos es el mismo: «trabajar con producto natural, darle abono ecológico y no artificial y que tenga agua y sol, mucho sol, para lograr fresas sin adulterar, desiguales pero muy ricas».

Lamenta como casi todos los productores de la provincia que se valore más el resultado fuera de León que en casa: «No es una cosa que diga solamente yo, en estos sectores nos pasa a casi todos. Es una pena». Con el nombre comercial de fresa de Almanza, Albalá intenta consolidarse. Gracias a su dedicación ya ha creado siete puestos de trabajo en el medio rural y apuesta por el futuro del mismo.

Con la seta la historia es diferente. «Llevo treinta años trabajando. Es un negocio que ya conocemos más a fondo. Ahí no hay más secreto que trabajar lo que sabemos hacer y mirar al cielo. La lluvia que a veces es buena para las setas es mala para las fresas o al revés». Cuando se vive del campo un ojo mira a tierra y otro al cielo.