Diario de León

Libros raros y bonitos para regalar

Para leer o para obsequiar, las editoriales lanzan auténticas ‘joyas’ para lectores amantes del arte, la gastronomía y todo tipo de aventuras

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Pilar Martín / Sergio Andreu
León

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Un ejemplo de estos libros, raros y bonitos a la vez, es La Cruda Negra (Ediciones La Cúpula/Estudiosos del Tema), espectacular antología de «tebeos y dibujos curiosísimos» que se autoproclama como «180 páginas de evasión artística y autoengaño para espíritus despiertos y con buen ojo».

Recopilación de una veintena de autores —Pablo Taladro, Typex, Artur Laperla, Lukas Verstraete, Stu Mead...— heredera y «colofón» del trabajo facturado entre 2008 y 2016 por Cruda Magazine, proyecto gráfico que publicó siete eclécticos tomos de cómic e ilustración, «un poco rollito artie, hay que admitirlo, pero siempre con mala idea y tirando a macarra-pero-educao», en palabras de los editores.

Max Brod no sólo no quemó los manuscritos de los textos inéditos que su amigo Franz Kafka le había pedido que destruyera a su muerte, unos manuscritos cuya publicación convirtieron al escritor checo en germen de la literatura del siglo XX. Tampoco hizo desaparecer los dibujos que el autor de El proceso realizó durante años, aunque en su mayor parte permanecieron ocultos hasta 2019, cuando, tras varios giros de trama, acabaron en la Biblioteca Nacional de Israel.

Esa obra gráfica completa, de la que el escritor reconocía vía epistolar sentirse especialmente satisfecho —al menos cuando trabajaba en ella, otra cosa era mostrarla— ve la luz por primera vez en Franz Kafka. Los dibujos (Galaxia Gutenberg), hallazgo que muestra una cara desconocida, unos trazos nerviosos, frágiles, simbólicos, que subrayan la personalidad del escritor/artista.

Otro clásico «revisitado» llega de la mano del ilustrador Antonio Lorente que se atreve con el Tom Sawyer (Edelvives) de Mark Twain, y en el que el almeriense, consciente de que «manipular» un cuento clásico es un «error», ni se ha planteado tocar el texto original, al igual que hizo con Peter Pan y Ana de las tejas verdes.Lorente tiene ese don de lograr que los personajes salten de las páginas, con un manejo de las texturas que hace que sus lágrimas humedezcan el papel y que los ecos de sus risas casi se escuchen.

El sofá de los Simpson

Pocas carcajadas se toparán los lectores que vayan buscando humor a secas en Amarillo. Viaje emocional a través de Los Simpson (Lunwerg) de Ricardo Cavolo, un win-win en el que este ilustrador salmantino retuerce el reconocible paisaje de las criaturas de la serie de Matt Groening, a las que recubre con su reconocible paleta cromática y conceptual (llamas, dobles filas de ojos, puñales...) en un libro mudo y simbólico capaz de evocar extrañas sensaciones.

Y de un sofá abarrotado en Springfield a otro de escay aragonés. El zaragozano Daniel Nesquens es el autor de Mi familia, divertido puzzle genealógico en forma de libro e ilustraciones de su paisana Elisa Arguilé —que le valió el Premio Nacional de Ilustración 2007— que Nórdica recupera con una preciosa edición que conjuga relatos tiernos y humorísticos y unos dibujos collage de estilizada estética pop, que recuerdan los delirios visuales de los Monty Python. Un manual de budismo hallado por azar sirvió a James Norbury para redirigir su vida cuando el inglés pasaba por un mal momento, en un encuentro casual que le llevó a crear Gran Panda y Pequeño Dragón (Nube de tinta), un «sencillo» tomo ilustrado de «ideas poderosas», nacido casi como pasatiempo para fijar en palabras y dibujos algunos conceptos que a él le habían ayudado y que, vista su viralidad en redes sociales, también han servido a muchos de sus seguidores.

El dibujante parisino Benjamin Lacombe se avitualla igualmente de fuentes orientales en Espíritus y criaturas de Japón (Edelvives), nuevo reencuentro con los textos del periodista Lafcadio Hearn, en los que se deja llevar por la dimensión mágica que ese país otorga a la naturaleza y a los seres vivos, de la que nacen entes mezcla de animales y espectros como el Samebito, los Kitsune o los Oshidori.

Literatura fantástica y cine aglutina El arte y el alma de Dune (Norma) la exuberante radiografía visual con la que Tanya Lapointe, productora ejecutiva de la reciente película dirigida por Denis Villeneuve, revela cómo fue la génesis y el proceso creativo para volver a adaptar a la gran pantalla el clásico de Frank Herbert (reto inasumible, para muchos), y en el que han echado el resto en un deslumbrante catálogo de indumentarias, escenarios y criaturas. Un verdadero desafío gráfico es también Un mundo de Art Brut (Norma) del dibujante barcelonés Oriol Malet y del galerista francés Christian Berst.

Esta pareja ha construido un libro mosaico que tricota en sus viñetas los estilos creativos de artistas marginales, algunos de ellos con enfermedades mentales (Henry Darger, Madge Gill, Jean Perdizret, Carlo Zinelli, las Vivian Girls), que conformaron sin saberlo una corriente ajena al artisteo académico a la que el ansisistema Jean Dubuffet definiría como Art Brut.

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