Diario de León

Pedro Sánchez

El líder intrépido al que le falló su «baraka»

Pedro Sánchez está acostumbrado a arriesgar y solía ganar. Hasta ahora. Su decisión de ir a las urnas antes que presidir un Gobierno débil de izquierdas e independentistas de ERC no le ha salido como esperaba

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Pedro Sánchez está acostumbrado a arriesgar y solía ganar. Hasta hoy. Su decisión de ir a una repetición electoral antes que presidir un Gobierno débil de izquierdas con Unidas Podemos apoyado en los independentistas de ERC no le ha salido como esperaba.  

No sólo el PSOE no ha mejorado el resultado que obtuvo en abril (ha pasado de 123 a 120 escaños) sino que sus opciones de formar un gobierno estable que no se tenga que apoyar en los independentistas tampoco han mejorado. La baraka que hasta hoy acompañaba a Sánchez le ha fallado en esta ocasión, en el primer tropiezo desde que está en el Gobierno de un líder al que no le ha temblado el pulso a la hora de asumir riesgos.  

Arriesgada fue su decisión de renunciar al escaño en 2016 para no votar la investidura de Mariano Rajoy. Con el tiempo su ausencia del Congreso se convirtió en uno de sus puntos fuertes en su carrera para recuperar la Secretaría General del partido, de la que había sido defenestrado por sus críticos en un dramático Comité Federal el 1 de octubre de ese año.  

Su rol de político en paro le permitió conectar con las bases del partido, que vieron en Sánchez al líder mejor capacitado para devolver al PSOE a sus esencias, después de que la formación, liderada por una gestora tras la dimisión forzada de Sánchez, hubiese facilitado con su abstención la investidura de Rajoy para evitar unas terceras elecciones.  

Más cuesta arriba se le hizo a Sánchez hacerse un hueco en la política española estando fuera del Congreso, desde su vuelta a los mandos de Ferraz en las primarias de mayo de 2017. Por más iniciativas que el PSOE se esforzaba en presentar, la ausencia de su líder en la Cámara Baja impedía a la formación levantar cabeza, como reflejaban los sondeos en aquel inicio de 2018.  

Pero de nuevo una apuesta arriesgada de Sánchez le salió bien, incluso mejor de lo que nunca pensó. La sentencia de la trama ‘Gürtel’ que dio por acreditada la existencia de una caja b en el PP al menos desde 1989 empujó al líder del PSOE a presentar una moción de censura contra Rajoy con el objetivo no tanto de ganarla sino de ganar perfil como líder de la oposición.  

Sánchez demostró así que, pese al triunfo inesperado de la moción, llevaba tiempo trabajando y preparando el momento en que llegaría a ocupar La Moncloa.  

Pero Sánchez no está dispuesto a ser un presidente breve, sino que aspira a que su partido pueda mantenerse en el Gobierno al menos dos legislaturas.  

Tras los comicios del 28 de abril, la única opción factible que terminó teniendo sobre la mesa Sánchez para gobernar --ya que nunca llegó a abrirse una negociación con PP y Ciudadanos-- pasaba por un Gobierno de coalición con Unidas Podemos que tendría necesariamente que apoyarse en ERC o Bildu para superar la investidura y después para sacar adelante otras medidas de izquierdas que quisiera poner en marcha el PSOE.  

Pero Sánchez argumentó que un Ejecutivo así no podría durar, máxime cuando la inminente sentencia del ‘procés’ hacía inviable que ERC pudiese mantener el apoyo al Gobierno en esas circunstancias, por no hablar de la complicación de mantener la coherencia dentro del Ejecutivo con Podemos, cuya rama en Cataluña denuncia la existencia de «presos políticos».

El lastre de las elecciones  convocadas para perder votos 

Así que el presidente, confiado en que el PSOE se mantendría como primera fuerza, vio más conveniente repetir elecciones porque creía que tras unas segundas elecciones aumentaría la presión sobre el resto de partidos para que le dejasen gobernar, sacara más o menos escaños y siempre y cuando PP, Ciudadanos y Vox no sumaran mayoría, lo que ningún sondeo estaba detectando.

El ‘meme’ del Travolta confuso -el actor en ‘Pulp Fiction’ mirando a su alrededor, gabardina en mano, sin entender nada y haciendo el gesto inconfundible de «pero cómo diablos»- se puso de moda en España en las elecciones generales de 2015. Cuatro años después, es el propio presidente en funciones el que este domingo por la noche debió de protagoniza el ‘meme’ personalmente, al conocer los resultados de las cuartas elecciones consecutivas y preguntarse precisamente eso: pero cómo diablos. Quizá Iván Redondo, gurú presidencial, se apresuró a pasarle una gabardina. Para que diese vueltas sobre sí mismo con fidelidad al modelo original. Atención al error de cálculo: Pedro Sánchez forzó las cuartas elecciones con ese aire de jugada maestra con el que parecen acometer hoy en día los políticos cada cosa absurda que hacen. Para que todo saliese bien, disponía del amuleto contemporáneo perfecto: un relato. La irresponsabilidad enorme de Podemos (y también la de Ciudadanos y el Partido Popular) habían frustrado sus increíbles esfuerzos negociadores, imposibilitando la formación de un Gobierno estable, progresista y francamente atractivo. La única opción restante era que los españoles volviesen a votar, reconfortándole a él de todo ese maltrato, premiando su honestidad y castigando al resto.   Pues bien, los españoles votaron este domingo y a Pedro Sánchez le han restado apoyos mientras se los entregaban masivamente a las opciones más derechistas del espectro político. Igual el presidente en funciones sigue a estas horas en La Moncloa dando vueltas sobre sí mismo. Y preguntándoselo: «Iván, ¿pero cómo diablos?» Lo cierto es que Pedro Sánchez es un político infrecuente: su figura se agranda cuando no es una presencia sino una referencia. En cuanto aparece, pierde puntos. Mal negocio para una campaña, claro. En la de esta semana, las encuestas avisaron pronto de que había problemas, probablemente porque el fuego en Cataluña no ayudó.

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