Diario de León

«La literatura es placer o no es literatura»

marta pérez

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MIGUEL LORENCI

Javier Cercas, (Ibahernando, Cáceres, 58 años) se afianza en la ficción pura con Independencia (Tusquets), la continuación de Terra Alta, novela con la que giró su trayectoria y ganó el comercial premio Planeta. Su último libro retrata sin piedad a la élite política y económica catalana y fustiga la tiranía del dinero. La investigación de una extorsión con un vídeo sexual a la alcaldesa de Barcelona en 2025 es el detonante de una osada ficción que aborda la cara más siniestra del procés. «No es un novela política», dice su autor que se ha ganando muchos enemigos por no morderse la lengua ante el secesionismo en Cataluña.

—¿Ha escrito una novela política sobre el independentismo?

—No es política, aunque tiene una lectura política. Es la historia de alguien que busca la independencia personal y económica, quizá la única posible, y lo hace de forma equivocada. Su padre le dice ‘arrímate a los buenos’ como le dijo su madre a Lázaro de Tormes cuando se marchó de casa. Pero él entiende ‘arrímate a los ricos y a los poderosos’, quienes le usarán a su antojo y se librarán de él como del papel higiénico.

—¿Cuál es la lectura política?

—La responsabilidad de las élites en lo que ha pasado en Cataluña, sacando a la gente a la calle con el cebo de una utopía. Desde ese prisma, no solo es el retrato demoledor de los políticos catalanes y unas élites enquistadas en el poder. Es, como dice la faja promocinal, un alegato furioso contra la tiranía de los dueños del dinero y los amos del mundo. La democracia es el mejor sistema que inventamos para controlarlos. El poder quiere más poder y el dinero más dinero. Quién busque una novela sobre Junqueras y Rajoy no la encontrará. Sí habla del humus en el que crece el problema catalán, pero el problema central es la justicia. Se pregunta si es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia.

—¿Y la respuesta es...?

—Que no hay respuesta. Cualquier persona civilizada dirá que la venganza nunca es legítima, pero las novelas no ofrecen respuestas claras, nítidas, inequívocas o taxativas. Para eso están los ensayos. La literatura es placer o no es, y es además una forma de conocimiento. Como el sexo, que es placer y conocimiento de uno mismo y de los demás. La gran literatura incomoda al lector. Le saca de sus casillas y le obliga a cuestionarse sus certezas. Quiero que el lector se interrogue acerca de esa parte oscura que todos llevamos dentro: la furia, el dolor, el odio, la apetencia de muerte, como decía Lorca en un verso maravilloso, o la parte maldita de la que habla Georges Bataille. De eso habla esta novela, como todas las mías. -¿Los políticos son títeres de quienes manejan todos los hilos con el dinero? -El dinero manda, pero no significa que los políticos no tengan poder. Nosotros se lo otorgamos al elegirlos. Su principal responsabilidad es controlar al dinero, y pueden hacerlo. Si pensamos que son títeres, podríamos creer que no tienen culpa de nada, y eso es falso. La novela se plantea cómo el potente ayuntamiento de Barcelona está en manos de los de siempre, aunque adopten una forma distinta colocando a una mujer carismática, con un discurso en apariencia progresista que en realidad es xenófobo, y que sirve a sus intereses.

—Criticar el ‘procés’, que la novela contempla en pasado, ha tenido un gran coste para usted. ¿Es aquello de ladran luego cabalgamos?

—Sí. El coste es muy alto, y por eso los demás escritores callan. No les reprocho nada. No me considero el Capitán Trueno, ni pretendo dar lecciones. Cualquier ciudadano ante una situación tan tensa como la que se vivió en Cataluña en el otoño de 2017 y que tenga cierta proyección pública, allá él si se calló. Yo hice lo que debía.

—¿Tiene hoy enemigos más poderosos qué hace 20 años?

—Para Flaubert la valía de un hombre se mide por la altura de sus enemigos. No he elegido los míos y procuro ignorarlos. Hasta los cuarenta años no tuve ninguno ni perdí un amigo. Pero todo cambia cuando eres conocido y te pronuncias.

—Denuncia que los secesionistas se han apoderado del lenguaje.

—Sí, y lo han hecho de maravilla. Si te apoderas de las palabras más hermosas y valiosas, te apoderas de la realidad. La palabra independencia, magnífica salvo en política, es suya, como libertad y democracia. Hay que reconquistar el lenguaje.

—¿Cómo?

—Dotando a las palabras de su verdadero significado. Escribiendo una novela titulada ‘Independencia’ para que todos nos preguntemos qué quiere decir una palabra tan maravillosa y polisémica. Además de la política, está la independencia moral, la individual, la física, la económica, la de criterio...

—¿Temió que sus lectores no entendieran el cambio radical que supuso presentarse al Planeta y su nueva manera de entender la ficción con ‘Terra Alta’?

—No. Era indispensable para mi. Cuando terminé El monarca de las sombras supe que acababa algo que empezó en Soldados de Salamina. Si seguía en esa línea corría el riesgo de repetirme, de ser un puro imitador de mi mismo. Eso es la muerte de un escritor. Terra Alta fue un intento de reinvención y búsqueda de un territorio nuevo. Supe que era algo más amplio, el inicio de un ciclo narrativo que sigue e marcha. En el mundillo literario siempre se piensa lo peor, y se creyó que escribí para ganar el Planeta, cuando era un salto mortal para hacer cosas nuevas. Mi agente vio que había un nuevo Javier Cercas. Creyó que para anunciarlo sería maravilloso ganar el premio más popular de España. Jamás me había presentado a uno, pero me pareció una idea fantástica. Cuando ganas el Planeta te acusan de matar a Kennedy y del atentado de las Torres Gemelas. Se impone el prejuicio. Siempre huyo de mi mismo como escritor. Es una obligación no enquistarse.

—Escribe guiado por sus obsesiones ¿cuáles son?

—Una obsesión es algo que no entiendo y que me impulsa arrojar claridad sobre la oscuridad escribiendo. Aunque cambian algunas perduran. Una de ellas es la exploración moral sobre qué es un héroe, figura que representa la excelencia moral. También el pasado como una dimensión del presente sin la que el presente está mutilado. -

—El rey emérito ¿es un personaje novela?

—Sí, para un buen novelista. Las novelas dependen de cómo se trate el tema, no del tema mismo. Un buen narrador hará una buena novela; uno malo, una desastrosa. Hay material, desde luego. No comprendo cómo Juan Carlos I ha dilapidado su prestigio. Quizás se sintió por encima del bien y del mal. El 23-F le dotó de un blindaje y se creó una especie de impunidad en torno a él. A su hijo le deja una herencia envenenada. Un marronazo imponente. Crea un caldo de cultivo contrario a la institución que representa. Escribí en un artículo que el Juan Carlos I es de Podemos y está trabajando por la causa republicana.

—Hay un puñado de proyectos en llevar al cine a la tele y al teatro sus obras ¿Le halaga?

—Es una forma de darles nueva vida a los libros. La mitad de un libro la pone el autor. La otra mitad es el lector. No hay literatura sin él. Una novela es una partitura interpretada por el lector a su manera, y esa es la magia de la literatura. Que lleven tus libros al cine al teatro, o al cómic es otra forma de interpretarlos. De Soldados de Salamina solo falta la versión porno.

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