Diario de León

Mañas baja del pedestal a doña Emilia

l «Me gustaría que esta obra fuera un pórtico para descubrirla»

JUAN GONZÁLEZ

JUAN GONZÁLEZ

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León

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pilar martín

A lo largo de un día, José Ángel Mañas recorre junto a Doña Emilia ese Madrid que tanto quiso esta gallega de la que este año celebramos el 100 aniversario de su muerte, una «bestia parda» a la que en este libro (editorial Bala Perdida) podemos casi oír, porque así lo ha pretendido el escritor en este texto onírico y real, según cuenta a Efe. «Quería que se pudiera tocar, tenerla al lado, oírla, palparla y convertirla en un persona de novela, pero también quería darle ese espacio físico», dice acerca de este recorrido ficcionado que arranca frente a la Real Academia de San Fernando, donde la espera sentado en un banco para comenzar un relato en el que le da voz y la «baja del pedestal» para «verla como una persona viva».

Una mujer, Doña Emilia, con una «cultura oceánica» a la que Mañas nunca trata de «tú a tú» porque le «impresiona», no solo por su «basto conocimiento» sino por esas «opiniones formadas» que han trascendido en el tiempo hasta llegar a nuestros días. Y son esas opiniones y reflexiones que Pardo Bazán ha dejado en sus libros, cartas o artículos las que el autor de Historias del Kronen vuelca en estas páginas a través de ágiles y divertidos diálogos entre ambos personajes, entrevistador y entrevistada. «Lo que la gente quiere es oírla a ella, así que yo le presto mis ojos para que se vea a esta mujer de su tiempo —dice— Sorprende mucho lo valiente que fue y lo mucho que tuvo que bregar no solo para hacer su obra, sino también socialmente, porque se topó con todas las barreras».

Por eso a lo largo de este paseo, incluido un trayecto en el landó de la escritora, Mañas recupera de manera acertada y cercana los pensamientos feministas, sociales y políticos de esta mujer unida intelectualmente y sentimentalmente a Benito Pérez Galdós, un autor que aparece repetidamente en el libro y al que Pardo Bazán resta importancia de manera jocosa. «Ella era más moderna, cuando en Insolación recrea este flirteo que tuvo ves que es una cuestión epidérmica, sencilla y natural y no le da importancia, pero cuando lo recrea Galdós lo convierte en un drama muy excesivo. Ella es mucho más natural. Es cierto que esa relación fue importante, pero ella era discreta y a mí me da rabia porque le damos demasiada importancia», expresa.

Así lo considera porque su Doña Emilia era una «mujer liberada», por eso no duda en las horas que pasa junto a ella en meterse en su casa de la madrileña calle de San Bernardo 35, esa vivienda donde no solo nos recrea el baño, sino su cocina y esa sala donde recibió a tantos nombres ilustres de la época como Clarín, Unamuno, Menéndez Pelayo, Pérez de Ayala o Ruano. «Esa es la parte ficcionada porque había que darle un componente novelesco y un pelín provocativo, pero siempre con el máximo respeto», advierte Mañas (Madrid, 1971). Aunque a Pardo Bazán le gustaba que la llamaran «condesa», reconoce, en esta obra el autor también destaca su mirada social y su simpatía por lo plebeyo y democrático, como plasmó en obras como Tribuna. «Ella va fluctuando y en función de las novelas toma un prisma u otro. Tenía esa tendencia, yo creo que era clasista, pero como creadora tiene empatía suficiente para colocarse en el lugar de otros. No deja de ser una persona de su tiempo, tremendamente inteligente, abierta y por eso su obra trasciende esa situación personal», matiza.

Con momentos de tira y afloja, y donde Doña Emilia muestra su carácter, Mañas también recupera algunas de esas frases en las que Pardo Bazán reivindicó que sus títulos nobiliarios le fueron otorgados por su «sangre azul de tinta», y también reflexiones sobre la cultura como ésta: «No seamos hipócritas, la cultura ha sido y será siempre patrimonio de las clases altas. No existiría la cultura sin la aristocracia».

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