Diario de León

Memorias vividas (Capítulo 9)

Aquella manera de viajar

Nació en una era convulsa, en plena república, en vísperas de varias guerras. Tiempos de dificultades, sacrificios y esfuerzo. Así fue la vida de Antonio Díaz Carro y así la recuerda

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Antonio Díaz Carro
León

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Al hablar de desplazamientos y comunicaciones en los tiempos que venimos comentando, es necesario referirse a uno de los primeros vehículos de cuya circulación por mi villa natal tengo noticia allá por el año 1927, del que todavía conservo el contrato original. Se trataba de un automóvil marca Cedel y matrícula 168 de León, vendido por el agente de Auto Salón en el precio de 1.500 pesetas (hoy 166 euros más o menos) y abonadas a través del Banco Urquijo Vascongado. Fue adquirido por el señor Merayo, que se dedicaba a la proyección de películas de cine mudo por las plazas de los pueblos del Bierzo. Creo recordar que este vehículo sufrió un accidente, al caerse a un riachuelo cerca de Toreno tras finalizar una de aquellas funciones. No obstante, una nota de mi archivo indica que el primer automóvil que llegó al pueblo fue un Hispano de don Eduardo Criado.

De los años de la infancia y la adolescencia guardo recuerdo de dos taxis al servicio público que, con los años, pasaron a cuatro. Alguno era de gran tamaño, con trasportines en la parte superior, que utilizábamos para ir a los exámenes de bachillerato diez o doce rapaces, a parte del profesor. Como servicio particular, solo existía un Citroën negro, que llamaban un ‘dos caballos’, propiedad de un empresario minero. Y más adelante fueron llegando los autos de la Seat, como ya se comentó en el artículo anterior.

El 'chamanbó' en el centro del pueblo. 'HISTORIA DE BEMBIBRE'

El transporte de mercancías, principalmente carbón, se hacía con destartaladas camionetas, cuyas marcas no recuerdo (algunas podían ser Dodges). Es posible que la primera camioneta la adquirieran a medias Dionisio Yebra e Isaías Vega (regente de La Obrera). Llamaba particularmente la atención un vehículo conocido popularmente como ‘el chamambó’, quizá un acrónimo de la locución gallega ‘onde me chaman vou’ (donde me llaman, voy). Era una pequeña camioneta de ruedas macizas, con muchos mordiscos, que utilizaba gasógeno para moverse: una gran estufa de hierro situada en la parte posterior de la cabina, alimentada con carbón, cuya combustión producía el gas necesario para mover el motor. La velocidad que alcanzaba el artilugio era escasa, pero era seguro, pues como rezaba su nombre, a donde le llamaban, llegaba. El queroseno era la solución, dada la escasez de combustibles.

Años después circularon dos camiones procedentes del desguace de la guerra mundial, adquiridos por una empresa minera. Uno, de mayor tamaño –creo que un Krup– y otro, de menor capacidad, que conservaba en el techo de la cabina el espacio donde tuvo colocada la ametralladora; ambos de un color verde opaco, propio de su anterior uso bélico.

Hubo otra empresa que incorporó dos camiones marca Dodge, con unas estupendas cabinas rojas, semejantes ya a los habitáculos de los autos; supongo que podían proceder de la casa Barreiros. Y, posteriormente, llegaron los Pegaso y otros.

Es frecuente que mis hijos y mis nietos pregunten: «Si no había coches, ¿en qué viajabais?». Pues en tren y en autobuses; perdón, entonces eran coches de línea.

‘El chamambó’, quizá un acrónimo de la locución gallega ‘onde me chaman vou’ (donde me llaman, voy). Era una pequeña camioneta de ruedas macizas, con muchos mordiscos, que utilizaba gasógeno para moverse: una gran estufa de hierro alimentada con carbón. La velocidad que alcanzaba el artilugio era escasa, pero era seguro, pues como rezaba su nombre, a donde le llamaban, llegaba

Ya he referido anteriormente cómo eran los viajes con Renfe (Red Nacional de Ferrocarriles Españoles). Había pocas opciones: el tren Correo, que pasaba dos veces en dirección Madrid y Coruña; el expreso llamado Shangay (que la gente pronunciaba como ‘changay’) que iba y venía de Barcelona a La Coruña… Y si precisabas otros destinos había que hacer transbordo en estaciones estratégicas, como Medina de Campo, Miranda de Ebro, Venta de Baños, por citar sólo las de Castilla. Estaciones como las demás, con sala de espera desapacibles y frías en invierno y en las que se podían leer rótulos como ‘La ley castiga la blasfemia’, ‘Cuidado con los carteristas’ y ‘Prohibido escupir en el suelo’. A fin de disuadir de tales desagradables conductas, colocaban en algunos rincones recipientes denominados escupideras.

Los trenes de aquella época eran poco puntuales, llegando a acumular retrasos de horas. Esto no evitaba la necesidad de acudir a la estación puntualmente, donde el jefe o el factor informaban del tiempo de retraso, siempre con la coletilla ‘aproximadamente’ o señalando estaciones de referencia; en León se decía: «Acaba de salir de Busdongo» o «está entrando en Palanquinos». En El Bierzo, eran Brañuelas y Toral de los Vados –en una u otra dirección– las que delimitaban el tiempo.

Contrato de compraventa del Cedel y matrícula 168 de León, vendido por el agente de Auto Salón en el precio de 1.500 pesetas (hoy 166 euros más o menos) adquirido por el señor Merayo. 'HISTORIA DE BEMBIBRE'

El tren Correo debía su nombre al transporte de la correspondencia –las populares cartas– y también pequeños paquetes. El primer vagón, que sucedía a la locomotora, era el ‘coche correos’, una especie de estafeta ambulante. En su interior viajaban varios empleados que clasificaban la correspondencia según destino. Disponía de buzón propio, que se utilizaba cuando resultaba imposible ir a la estafeta de la localidad o había urgencia en el envío. El tren se detenía en todas las estaciones para dejar y recoger la valija de Correos.

A parte de los trenes de largo recorrido mencionados, también se podían utilizar, en caso de emergencia, ‘los mixtos’: una composición integrada por vagones de mercancías con un sólo coche de pasajeros; paraba en todas las estaciones y apeaderos para cargar y descargar mercancía y el viaje se hacía eterno. Sabías cuando salías, pero no cuando llegabas.

En El Bierzo disponíamos del tren de la Minero (MSP), de vía estrecha, que comunicaba la región con Laciana. Este convoy, de 70 kilómetros de recorrido, se ideó para sacar el carbón de las cuencas mineras, a principios de siglo, en tiempo récord. Ofrecía un tren de pasajeros que salía de Ponferrada a las 12 y llegaba a Villablino a las 3 de la tarde, para regresar media hora después. Estaba prohibido asomarse a la ventanilla, ya que su paso por túneles y puentes era muy justo, peligrando la cabeza del usuario.

Un Hispano-Suiza como el de Eduardo Criado, el primer coche que hubo en Bembibre. 'HISTORIA DE BEMBIBRE'

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