Diario de León

EL OTRO MILAGRO DE GENARÍN

El orujo se convierte en sorprendente panacea médica ¿Acaso

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Se va llenando el local de voces broncas aguardentosas, con ceceos y apócopes que lo calientan, borrachos impenitentes que separan del vino el aguardiente, sedientos, y entre esas voces broncas, se oye la voz de Genarín, que alzando su copa, dice solemnemente: ¡Leoneses de las tabernas, brindemos con este orujo, panacea divina, por nuestra salud y por León!»

Genaro imparable, ¿nuevo milagro?, nos advierte de un producto nuestro para relanzar la deteriorada economía leonesa. Hace poco leíamos la noticia en este mismo periódico de que la Universidad de León participa en un proyecto europeo para sustituir los antibióticos por extracto de orujo. Un proyecto europeo de resistencia a antibióticos que, de manera innovadora, ofrece nuevas soluciones basadas en las conocidas y potentes actividades naturales antimicrobianas y antioxidantes de los extractos de orujo de la uva, beneficioso en la medicina humana y veterinaria.

Notorio es que este espirituoso licor se fabrica en abundancia en nuestra tierra. No hay comarca, pueblo o partido judicial en nuestra provincia en donde no exista una destilería de orujo de calidad y grados. Genaro, gran guardián del orujo, ¿intercedió, metió la mano, dio la idea? Acabaron con el carbón, ¡no importa!, en alza el orujo Y es que este santo borrachín piensa, no para de pensar, se preocupa por León. Es evidente, pues cuando uno está muerto, tiene mucho tiempo para pensar.

Eran otros tiempos, pero uno de los oficios que se han perdido o se está perdiendo, debido a que oficialmente está sujeto a ciertas normativas para su venta, es el del aguardentero. No se ha tenido en cuenta ese dicho de que «una gota de aguardiente deja el estomago caliente y hace al hombre fuerte y valiente». Hoy habría que añadir, a la vista de esta noticia, y «bueno para la salud y la larga vida sana». Lo sabemos de primera mano, pues como buen leonés, una copita al día, nos ayuda a seguir adelante.

El oficio de aguardentero surgió con la aparición de los primeros alambiques, casi tan antiguo como la propia destilación. La destilación para la obtención del alcohol es una práctica muy antigua, cuyo invento se atribuye a lo árabes por el hecho de que las palabras alambique, alquitara y alcohol tienen raíces árabes. La destilación, sin entrar en detalles técnicos, se desarrolla en dos fases: la vaporización de los elementos volátiles de los orujos,y la condensación de los vapores producidos. La primera fase o saca produce un orujo de más grados. Partiendo del aguardiente de orujo, hoy se elaboran variedad de licores, licor de miel, de hierbas, de chocolate, de cerezas, de crema de arroz con leche. Estos derivados, Genarín ni los cataba, pues según él eran mas propios para conventos de monjas.

En León se puede decir que la tradición de la elaboración del aguardiente de orujo está en el corazón del dueño de las viñas. Es una bebida integrada en la vida de nuestros labriegos, quienes aseguran que una copa de orujo refresca en el calor y calienta en el frío, mata tristezas y mejora la voz. Aún se escuchan en muchas de nuestras tabernas y en muchos de nuestros bares, sobre todo en los pueblos cómo la gente mayor, después de tomar una copia de orujo por las mañanas, por aquello de matar el bicho, brindan diciendo «salud y por muchos años», a lo que alguien contesta «y tu que los veas». Por ello podríamos decir que el orujo es una especie de quitapenas y remediamales, un saber de abuelas y gente de pueblos que con yerbas y orujo hacían remedios medicinales caseros.

Antes se moría en casa, menos Genarín que la ‘parca’ le segó la vida en la calle Carreras, ¡Pobre hombre! No pudo cumplir su deseo de morir en la cama y de que el médico le visitara en casa.

Antes el médico venía a casa, te tomaba la fiebre con el pulso y un reloj de bolsillo y se hacía amigo de la familia. No recetaba antibióticos, no los había, te recetaba aguardiente de orujo, pues los mejores orujos de curar se hacían en casa y se le añadían yerbas para guardar las apariencias. A lo mejor no te curaba, pero uno se iba contento a la tumba y con buen sabor de boca.

Y es que la farmacopea leonesa, abundante antiguamente en nuestra provincia, creyó mucho en los licores medicinales. Se usaban como remedios para reanimar a los exhaustos. Pero al fin las abuelas observaron que las hierbas eran lo de menos, que lo que confortaba de verdad eran las dos copas de orujo seco, sin necesidad de más.

Los estudios que está haciendo la Universidad de León de sustituir los antibióticos por extracto de orujo, avalan la inteligencia de nuestras abuelas y bisabuelas. En un antigua guía médica, un doctor de Astorga, explicaba que «el jugo de la cepa, por su composición y tras su lento proceso de elaboración natural en el silencio de las bodegas, no sólo constituye para el ser humano un caudal de calorías, sino que ante todo, puede merecer la consideración de recurso medicinal.

En antiguas actas capitulares se sabe de un maestro aguardentero, afincado en el paraje «tras los cubos», (barrio de San Lorenzo), allá por el siglo XVII, se transcribe el contrato de la venta de la mitad de un edificio de hacer aguardiente, efectuada en septiembre del año 1618, por Arsenio Munio a un tal Abad Manguito, ambos vecinos de esta ciudad de León, y se permite a éste último continuar con el oficio de aguardentero por tener agudeza del olfato y del gusto, indispensables sentidos para todo buen aguardentero. El precio se fijaba en maravedíes de moneda de vellón, a pagar el once del mes de noviembre de ese año 1618, fecha que coincidía con la festividad de San Martín.

El endurecimiento de las normativas para la venta del orujo, junto con la proliferación de las industrias dedicadas al mundo del licor, el oficio de aguardentero desaparece. Sin embargo, a pesar de todas estas barreras hay aguardenteros que renuncian a despedirse de la destilación tradicional, y si uno tiene la suerte de saber en dónde y en qué lugar se encuentra —buen olfato que para esto tenía Genaro—, aún puedes hacerte con ese divino orujo casero, salido del hollejo de la uva, «espíritu del vino», cuyo extracto según se está estudiando, será panacea medicinal, gracias, no hay duda, a la intervención del santo pensador Genarín. Ya lo dijo él: «Sic Transit Gloria Mundi»

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