Diario de León

Mujer rural y salud mental

Irina Zorrilla Riesco ayuda a romper el estigma con el segundo programa Julia

Irina Zorrilla Riesco es trabajadora social y técnica de programas en Salud Mental León en Villablino. DL

Irina Zorrilla Riesco es trabajadora social y técnica de programas en Salud Mental León en Villablino. DL

León

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El 19% de la población sufre problemas de salud mental, una cifra que asciende al 22,3% entre las mujeres, que viven situaciones graves vinculadas al aislamiento, la soledad y el estigma. Estos problemas se agravan en el medio rural.

El programa Julia de Salud Mental Castilla y León, que ha culminado su segunda edición en Villablino, busca facilitar el acceso de las mujeres del medio rural con problemas de salud a los recursos y mejorar su autoestima, autoconocimiento y afectividad y abordar las situaciones de violencia de género y otras violencias.

Crear una red de apoyo mutuo entre estas mujeres es uno de los objetivos estratégicos. Irina Zorrilla Riesco, técnica de programas y de autonomía personal de Salud Mental León en Villablino, es la facilitadora. Desde 2016, año en que se incorporó al equipo de la asociación en Laciana, se ha convertido en una de las referencias de salud mental en el valle, aunque aún «pesa mucho el estigma» a la hora de asumir la enfermedad mental tanto a título personal como en el ámbito familiar. La cercanía y vecindad es una ventaja en cuanto que la gente «es más solidaria», pero la falta de anonimato es «un inconveniente».

La ausencia de empleo y recursos económicos, la falta de alternativas y la desigualdad, así como la dificultad para establecer relaciones sanas Con el programa Julia ha visto, además, que la mayoría de las participantes han sido víctimas de violencia de género. La conexión con los servicios de salud mental y los servicios sociales facilitó la participación de mujeres que no se habían acercado nunca a la asociación.

El resultado fue satisfactorio. «Se notó la evolución de forma notable. Empezaron a decir cosas buenas suyas y dejaron de centrarse solo en los defectos», explica Irina. Otra experiencia que realizaron se centró en observar la ocupación de los espacios públicos en función del género y realizar actividades en ámbitos a los que no acostumbran a ir.

El programa fomenta valores como «participar, tomar parte, intervenir, comprometerse, ser protagonista de lo que ocurre alrededor» porque «es «ser» y «estar» a la vez». Busca el empoderamiento individual de las mujeres a través de la «toma de decisiones libre, sin sentirnos culpables, fortaleciendo nuestra autoestima y nuestra capacidad de elegir». Y también el empoderamiento colectivo: «Trabajar colectiva y cooperativamente para conseguir logros conjuntos».

Para ello buscan espacios de reflexión seguros, fomentan la creación de redes de mujeres y trabajan en clave positiva, flexible y adaptable. Las herramientas que les ofrecen en las 25 horas de formación pretenden facilitar la identificación de situaciones de violencia por motivos de género, discapacidad y salud mental, con las herramientas y mecanismos para actuar.

Para afrontar el proyecto de vida, entrenan la visualización en el presente y futuro; el reconocimiento de logros y capacidades frente a discriminación y la toma de conciencia con el refuerzo de los derechos como ciudadanas y la promoción de actitudes participativas.

El empoderamiento individual a través de la ética del autocuidado y la participación de las mujeres en los foros de debate y decisión son el colofón del programa para fortalecer el afrontamiento del futuro por parte de las mujeres.

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