Diario de León

Manuel Olveira. Director del Musac

«En el Musac todo brillaba y parecía caro»

Es el director que más años lleva en el Musac, siete, lo que le convierte en el que más responsabilidad tiene en la configuración del centro. Manuel Olveira celebra con su equipo los quince años del museo y advierte a la Junta del peligro que supone persistir en la infradotación económica y de personal

RAMIRO

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León

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Lleva siete años como primer responsable del Musac, un tiempo en el que se ha visto obligado de hacer de la necesidad, virtud. Manuel Olveira explica que en este tiempo ha reformulado el espíritu del museo, tanto desd el punto de vista de la colección como del propio espíritu expositivo: «¿Mi legado? Estabilidad, un exigente proyecto intelectual y sensible, una programación rigurosa y una serie de iniciativas que permiten que el museo actúe a todos los niveles». No es poco.

—Quince años. ¿Recuerda cómo vio el nacimiento del Museo? ¿Qué pensó entonces de un centro que aspiraba a convertirse en el museo del presente?

—Recuerdo que yo dirigía el CGAC en Santiago y que vine a algunas inauguraciones. Recuerdo las exposiciones, las invitaciones y las cartelas. Todo brillaba y parecía caro.

—¿Cree que en los primeros años el gasto fue excesivo?

—Sí. La situación del Musac siempre ha sido anómala, antes por exceso y ahora por defecto. Dos cifras lo expresan con claridad: en 2007 se invirtieron aproximadamente 3 millones en la colección, en 2019 tan sólo 70.000 euros.

—A eso iba a referirme ahora. Desde 2009 hasta hoy, el Musac ha perdido la parte mollar de la financiación que tuvo en 2005. Se achacó a la crisis, pero en los años posteriores no se incrementó. ¿Cómo ha afectado a las adquisiciones y a las exposiciones este descenso?

—Ocurrió algo parecido en muchas esferas de la vida y también en todos los museos, pero en el caso de Musac ha sido mucho más acusado. Los presupuestos han pasado de suntuosos a escasos. Por ello, fue preciso ajustar el modelo de museo a la realidad derivada de la crisis de finales de 2008. Hemos seguido haciendo exposiciones de calidad pero con otra orientación, hemos mantenido las publicaciones pero con menos espectacularidad y hemos continuado la colección a un ritmo más pausado y pensado.

—El museo ocupaba siempre los primeros puestos en el Observatorio de la Cultura. Sin embargo, con el descenso presupuestario dejó de ser así.

—El Musac sigue teniendo una excelente valoración en el Observatorio de la cultura. De hecho, este año somos la primera institución de la Comunidad desde el resto de España y la segunda más valorada desde Castilla y León después de la Seminci.

¿Cuál ha sido su exposición preferida y por qué?

—Lo importante es el conjunto. Creo que la programación en general es una propuesta intelectual y emocional de primer nivel que ha sido pensada siguiendo hilos temáticos que son relevantes para nuestro contexto y que están en la agenda del arte a nivel internacional. Cada muestra cubre varias facetas que se anudan para dar forma a esa propuesta intelectual y sensible que es la programación. Puedo resaltar exposiciones individuales como las de Carolee Schneeman o Gustav Metzger por su novedad en España; las de Hessie o Castillejo por su aportación historiográfica; las colectivas como Sector primario o Región por su compromiso con lo local o Colonia apócrifa y El iris de Lucy por poner el foco en las consecuencias de la colonización; o exposiciones de tesis como Dar la oreja, Feminismos León o Monocromo género neutro por sus aportaciones al feminismo, por ejemplo. Pero debo decir que todas las exposiciones tienen algo relevante.

¿Cómo ha cambiado la política artística para la compra de piezas?

—El incremento de la colección Musac ha sido realizado con la Comisión asesora que ha ido cambiando su composición a lo largo del tiempo, siempre con profesionales independientes. Desde 2014 hemos tenido un exiguo presupuesto de unos 70.000 euros anuales, pero creo que se ha hecho un excelente trabajo a pesar de la limitación presupuestaria. Se ha ampliado el arco cronológico de la Colección para que comience en los años 60. Al principio se estableció que la fecha de inicio era 1989, año de la caída del Muro de Berlín, pero esa fecha no se sostiene desde el punto de vista de la historia del arte. A principios de los 60 se desencadenan una serie de transformaciones en la sociedad, la cultura y el arte que son los cimientos de las prácticas artísticas actuales, sin los que es imposible entender lo que estamos haciendo hoy. Por ello, hemos incorporado artistas y obras relevantes de dichas prácticas, tanto «históricos» como más jóvenes, y siempre respetando un equilibro entre lo local y lo global, entre diferentes generaciones, procedencias, géneros, etc. También hemos estructurado las adquisiciones en relación con algunos temas como los que están presentes en la exposición actual Cinco itinerarios con un punto de vista que, entre otras cosas, trata de mostrar con qué criterios ha crecido la colección y cómo las nuevas obras dialogan con las preexistentes.

—¿Cuál fue su proyecto cuando comenzó su etapa en Musac?

—Tal y como puedes ver en el texto de introducción del libro Cinco itinerarios con un punto de vista, el proyecto se resume en entender el museo como un dispositivo crítico de producción de saberes para entender el mundo en el que vivimos y con un alto uso y rentabilidad sociales. Los otros dos rasgos serían la atención al contexto, «descuidado» por las anteriores direcciones, y una redefinición del modelo de museo que llamé «Musac segunda fase» porque había que adaptarlo a la realidad posterior a la crisis financiera.

—¿Lo ha podido desarrollar?

—A pesar de las restricciones presupuestarias y de la reducción del personal a menos de la mitad, creo que en líneas generales hemos podido desarrollar el proyecto a lo largo de estos siete años. Hay algunas cuestiones que no he podido realizar, como por ejemplo la constitución de un programa de voluntariado o una asociación de amigos, pero lo que más echo en falta es que el museo no tiene una personalidad jurídica propia que le permita actuar con independencia. Una carencia que es por desgracia común en el panorama del arte contemporáneo español.

—¿Cuáles son los puntos fuertes de su gestión?

—Haberle dado al museo un modelo de trabajo operativo y en sintonía con la realidad que nos ha tocado vivir desde la crisis financiera de 2008 hasta la crisis sanitaria actual. Eso se ha traducido en la estabilidad que el museo necesitaba desde la dimisión del primer director justo tras el estallido de la crisis que le dejaba sin los recursos económicos necesarios para desarrollar su modelo de museo. Además de ajustar el Musac con la realidad, creo poder decir que le he dotado de una definición de sus órganos de dirección, composición y funciones que no existía y a través del Plan museológico presentado en 2017 una visión sistematizada de la que carecía el museo desde su inicio. Por otra parte, más allá de una programación de calidad, hemos implementado iniciativas necesarias tales como el Centro de documentación, la Convocatoria Laboratorio 987 o el Laav.

—La plaza de comisario jefe está sin cubrir desde que cesó Agustín Pérez Rubio? Es un puesto importante en un museo ¿Piensa cubrirlo alguna vez?

—Esa plaza quedó vacante tras la dimisión de Pérez Rubio. He pedido a los sucesivos consejeros su provisión, así como también la de la responsable de la Biblioteca tras el fallecimiento de Araceli Corbo, sin que hayan accedido a convocar y cubrir dichas plazas.

—¿Cuánto queda por pagar a la constructora por el inmueble? ¿Sigue saliendo ese dinero de los presupuestos del Musac?

—El año pasado se acabó de pagar la ‘hipoteca’ del edificio que ascendía a unos 3 millones de euros anuales que salían del presupuesto del Musac. Pero ese «ahorro» no se ha materializado en que el museo pueda mitigar su precariedad presupuestaria, tal y como le he pedido al consejero y al director de la Fundación Siglo. Dos datos pueden explicar la situación muy bien: el presupuesto del Musac en 2007 fue de 10.613.691 y para este año contábamos con 2.174.935 euros. Sé que ahora habrá un fuerte recorte debido a la crisis sanitaria, pero desconozco cuánto será.

—Dígame cuáles son las fortalezas y debilidades del museo.

—En el panorama actual, creo que una de las fortalezas del museo es que es un «nacido digital», lo que quiere decir que disponemos de recursos en línea ya realizados y de la capacidad de implementar más en el futuro, aunque hemos de mejorar mucho en ese aspecto. También, en este momento es importante contar con unas colecciones que le permitirán al museo hacer proyectos interesantes en el futuro. Otra fortaleza es el equipo de trabajo con cuya motivación y compromiso hasta ahora hemos podido suplir las carencias presupuestarias. Las debilidades vienen de la infradotación de dinero y personal del museo. Sé que hemos de encarar una situación de restricciones presupuestarias que intuyo van a ser muy serias y, si además de poco dinero disponemos de poco personal, el Musac va a tener serios problemas.

—La labor del Deac es fundamental en el museo.

—Yo empecé en el mundo de los museos trabajando en departamentos de educación, por ello conozco de primera mano su importancia para que el uso y rentabilidad social del museo sean altos. El Deac del Musac tiene un modelo propio muy alejado del entretenimiento que se produce cuando se entiende el museo como una industria cultural orientada al turismo y al ocio. Por el contrario, concebimos el museo como un servicio público a disposición de la ciudadanía para empoderarse, compartir saberes, producir múltiples visiones del mundo y entender y actuar críticamente desde una perspectiva contextual y situada. Es así como se genera el cuerpo social que da sentido a todo lo que hacemos.

—¿Cómo afronta el museo la vida post confinamiento? ¿Está realizando con el consejo asesor pautas para el mundo que vendrá?

—Nunca hemos pensado en vivir nada semejante. La realidad ha cambiado radicalmente. La crisis sanitaria dejará paso a una crisis económica tremenda que ahondará las brechas y carencias que arrastramos desde la crisis financiera. Más que nunca, el futuro es incierto. El arte contemporáneo, especialmente el relacionado con las experimentaciones y los activismos de los años 60 y 70, puede darnos muchas claves y estrategias. La cuestión es si la sociedad y las administraciones van a aprovechar ese potencial. Es necesario que nuestros responsables públicos vean y crean en la capacidad política y poética del arte para actuar en el mundo de una manera más justa y sostenible.

—¿Cuál es el futuro del Musac?

—Su futuro dependerá de lo que la sociedad y las administraciones quieran. Un museo es un dispositivo con el que la sociedad se dota a sí misma para pensar y actuar. Hay muchos modelos y alternativas para la necesaria redefinición del Musac ante la nueva realidad que ya está aquí. La cuestión es apostar por uno que sea sostenible y rentable social y artísticamente. Las opciones espectaculares, lúdicas o banales no deberían ser consideradas. He de decir, sin embargo, que en el futuro inmediato la crisis del coronavirus hará cambiar la realidad del arte a muchos niveles. Uno de ellos es que no habrá ni exposiciones Blockbuster ni tantas ferias o bienales. No debería importar que eso ocurra porque la rentabilidad real del arte tiene otros tiempos y otras formas.

—¿Cuál le gustaría que fuera su legado?

—Estabilidad, un exigente proyecto intelectual y sensible, un modelo de trabajo ajustado a las circunstancias, una programación rigurosa y articulada, un trabajo contextual y una serie de iniciativas que permiten que el museo actúe a todos los niveles.

—¿Cómo será la celebración por el aniversario?

—La incertidumbre es altísima. Teníamos un programa con conciertos, artes vivas, cine y propuestas educativas. Todo ello exige que las personas podamos juntarnos y no sé ni cuándo ni cómo podremos hacerlo.

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