Diario de León
Desde hace décadas, León soporta una oferta invernal vinculada a la nieve, que tiene un pico base en navidades.

Desde hace décadas, León soporta una oferta invernal vinculada a la nieve, que tiene un pico base en navidades.

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León

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l. urdiales

rUn viaje a la nieve es una de las propuestas recurrentes para el ocio y la dispersión; un viaje a la cresta de este León agreste que se deja fotografiar con el viento del norte en el cogote. Fruto de ese encuentro, las posibilidades de actividad alternativa y vida que ganan algunos territorios leoneses, anclados en la periferia de la periferia, que consiguen remendar con ese recurso que da la tierra, la precipitación sobre la tierra, que llega en forma de nieve.

La nieve se espera en León con las perspectivas que algunos pueblos antiguos confiaron en el maná para ver la luz; la luz está en las montañas, que se lucran por tres veces de la generosidad que tengan los frentes fríos y las borrascas que llegan preñadas de precipitación en forma nevosa.

Un viaje a la nieve que no siempre es posible ni encaja con esta previsión del calendario que permite que las hoja de diciembre se descuelgue sobre el manto blanco que aplastas las pisa pistas para que el esquiador se lance sobre dos tablas en busca del equilibrio perfecto.

Hay Navidades perfectas en las que León presta ese fondo de pantalla blanco para ilustrar la foto estacional del solsticio de invierno, con la treinta kilómetros de alfombras blancas desplegadas sobre las cimas de las montañas del Porma y Laciana, donde llega un gentío, La demanda doméstica se complementa con una aportación extraordinaria del otros territorios, de donde suelen llegar practicantes de ese deporte que es tan ocio como práctica deportiva que permite curtir la piel con el tono de los habitantes del extremo de Montana, y ha permitido poner a León en el mapa de los santuarios blancos del país. Sin Navidad blanca, la montaña de León se va a dejar mirar también, con ese tono pardo que adquieren los lugares septentrionales, que confunden por un momento el cielo y el suelo, por esa inversión con la que el entorno mimetiza el contenido y el continente. León de invierno tiene una belleza que exagera lo salvaje, lo extremo, el paraje que parece inaccesible sin esa lengua blanca por la que se lanzan miles de aficionados en esta que suele ser la época del segundo pico de demanda de la temporada. El norte leonés aún confía en una Navidad blanca.

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