Diario de León

«NECESITAMOS UN NUEVO ORDEN MUNDIAL DE EMPATÍA»

Sueña con cambiar el mundo a través de la comida. Una especie de nuevo orden mundial. Dar de comer al hambriento. Multiplicar, otra vez, los panes y los peces. Está convencido de que la alimentación es la piedra angular de todos los males. El cocinero José Andrés y su ONG World Central Kitchen han sido galardonados con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2021. Se ha empeñado en crear nuevas recetas mundiales contra el hambre. Porque, dice, la alimentación es el ADN de quiénes somos

El chef José Andrés repartiendo comida con su ONG, World Central Kitchen, en el Tercer Mundo y en un barrio de

El chef José Andrés repartiendo comida con su ONG, World Central Kitchen, en el Tercer Mundo y en un barrio de

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Su causa es la de dar de comer a los damnificados en catástrofes y pandemias. Si hay hambre en el mundo, dice, es que no estamos haciendo las cosas decentemente. Pide a las grandes ONG que se reinventen porque sus recetas ya no valen. Hace un llamamiento para crear nuevas recetas internacionales para luchar contra el hambre. En lograr poblaciones sanas. Que la medicina se llame deporte y alimentación. Y en que en la lucha contra el hambre no se siga desperdiciando alimentos.

—¿Cuál es la clave de haber sido y de ser tan resolutivos?

—Intentamos responder a los problemas, a las necesidades de alimentación, incluso antes de que las personas que tendrían que solventarlos tengan un plan en marcha. Y eso es lo que nos hace muy eficientes, y poder hacerlo mil veces más económico y siempre con la gente local apoyándonos. Es imposible superar esa respuesta.

—Su ONG recuerda en su objetivo a una de las siete obras de misericordia corporales: ‘Dad de comer al hambriento…’. ¿Estamos ante un nuevo ejemplo de cristianismo a nivel mundial?

— Todo lo que he hecho en la vida es intentar vivirla lo más correcta y honestamente posible y he visto que soy lo que soy porque mucha gente me ha dado mucho. Pero una de las cosas que realmente más me encanta es que ese señor (Jesucristo) multiplicó panes y peces y dio de comer a la multitud. Por eso, sí que hay esa conexión entre lo que hago y lo que pudo hacer ese señor en el espacio y el tiempo.

—Su ONG, World Central Kitchen, fue fundada por usted y su esposa, Tichi, para luchar contra el hambre y la pobreza. ¿Su familia es la clave de su éxito?

—Hay momentos en los que encuentras a esas personas que son tu ancla. Y sí, para mí mi mujer, en ese sentido, ha sido mucho más del 51% de lo que soy. Si yo no la hubiese tenido a mi lado, no habría hecho todo lo que he hecho porque habría estado más diseminado.

—Parece que ustedes, los cocineros, siempre caen bien. ¿Este aspecto de su profesión puede ser una ventaja a la hora de luchar de verdad contra el hambre?

—Cualquier persona que dé de comer al prójimo ya cae bien, y más en una sociedad como la nuestra. Es una profesión que parece más de hombres y que solo existe gracias a las mujeres. Quien da de comer al mundo es la mujer y, si te pones a mirar, el primer momento físico de amor que hay en nuestras vidas es uno del que no somos conscientes, pero que nos marca de por vida. Los cocineros caemos bien porque tenemos un sentido maternal impresionante, sobre todo los hombres. Las mujeres ya lo llevan innato.

—Año 2030: la ONU dice que el hambre se acabará. ¿En qué han fallado los gobiernos? ¿Qué consejo les daría?

—Si hay hambre en el mundo es que no estamos haciendo las cosas decentemente. Necesitamos un nuevo orden mundial de empatía. Y las grandes organizaciones, como la Cruz Roja y las Naciones Unidas, deben ser reinventadas. World Central Kitchen y otras organizaciones tenemos que ser más especializadas en nuestras misiones. Las recetas del pasado, muchas veces, está probado que no funcionan, empecemos a escribir nuevas recetas, ¡ya es hora!

—¿Cómo percibe la preocupación de nuestros dirigentes por un tema tan esencial y delicado como es la alimentación?

—La alimentación tiene que ser un problema de creación de riqueza pero no invirtiéndola en medicamentos sino en tener poblaciones sanas y donde la medicina tiene que empezar a llamarse deporte y alimentación. En la lucha contra el hambre sabemos que estamos desperdiciando alimentos. La alimentación es el ADN de quiénes somos, es cooperación, política exterior, es lo que mueve la humanidad y no le estamos dando la importancia que se merece.

—Donald Trump ha dejado caer que se podría presentar a las elecciones a presidente de los EE UU en 2024. ¿Qué representaría su victoria para el escenario solidario que se está fraguando en el mundo?

—Estamos viviendo un momento un poco caótico en el mundo entero y donde Trump, esa persona, se ha convertido en el ejemplo de intentar ser un presidente de exclusión, no de inclusión. Hay que estar del lado de los desfavorecidos, de las mujeres que han sido, a través de la historia de la humanidad, deshumanizadas. Por lo tanto, una persona como Trump sacaría lo peor de todos nosotros.

—Con toda esta capacidad de convicción, ¿no le han tentado para entrar en política?

—¡Si estuviera preparado… si hubiera estudiado..! (ríe).

—¿Le hemos pillado por tierras del norte? (nos muestra desde la conexión con el teléfono móvil una pared de sillarejo de pizarra).

—Ahora estoy en Galicia, estoy haciendo el Camino. Me hace mucha ilusión hacerlo al lado de gente que quiero y que es familia. Y, al final, es un momento de encuentro conmigo mismo y, en mi caso, con mi mujer, que pasamos horas, a veces, en silencio, donde se dice más que hablando.

—Pertenece a una lista donde están las 100 personas más influyentes del mundo, según la revista Time. ¿Qué mensaje desea lanzar al mundo en el escenario que suponen los premios Princesa de Asturias?

—Es un mensaje que siempre repito: ‘Vamos a construir un mundo con mesas más largas y muros más bajos’. Por otro lado, estamos viviendo un momento complicado, donde la alimentación para mí lo es todo y donde a la vez esto está unido con el cambio climático. Y si no empezamos a preocuparnos de que lo que es bueno para mí tiene que ser bueno para todos, la verdad es que el planeta Tierra, la humanidad, están cavando su propia tumba. ¡Y mira que yo soy un chico positivo! Será un mensaje donde la inclusión lo es todo. Tenemos que empezar todos a hablar alto y está bien llevarle la contraria al próximo, pero siempre con respeto.

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